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Economía | 19/11/2025   02:50

|OPINIÓN|Estrategia de tipo de cambio y competitividad externa para Bolivia|Carlos Jahnsen|

El desarrollo económico y social no vendrá del Estado que despilfarra y obstruye, sino del país que produce, exporta e invierte. La estabilidad verdadera no es la del dólar inmóvil, sino la de la producción, del trabajo, la innovación, inversión y la confianza.

Foto ABI. Archivo.
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Brújula Digital|19|11|25|

Carlos Jahnsen

1. Fin de ciclo: el agotamiento del modelo rentista

Bolivia atraviesa una de las etapas más delicadas de su historia económica reciente.

Durante casi dos décadas, el país vivió bajo un modelo rentista y extractivista sostenido por los altos precios del gas y los minerales, el gasto público desbordado y los subsidios generalizados. Ese ciclo se agotó y Bolivia es aún un país consumidor con muchos pobres. ¡La “Suiza” de García Linera nunca existió!

El resultado es evidente: reservas internacionales en mínimos históricos (menos de $us 1.700 millones), déficit fiscal de dos dígitos, brecha cambiaria superior al 40%, e inflación doméstica mayor que la regional. La moneda sobrevaluada encareció las exportaciones, debilitó la producción nacional y fomentó la dependencia de las importaciones.

El Estado pasó de ser motor temporal del desarrollo a ser un freno estructural. La falsa estabilidad, sostenida por un tipo de cambio fijo y por la venta de reservas, endeudamiento e inflación crecientes, ha perdido toda credibilidad

El Presidente Rodrigo Paz dijo: “La ideología no se come y hay que añadirle que cuando sustituye a la razón en la sociedad y la economía destruye el bienestar y la mente. El desafío es reconstruir un nuevo pacto económico, basado en productividad, estabilidad y justicia social. Bolivia debe dejar atrás a muchos “ismos”, entre otros, el rentismo, y convertirse en una economía de inversionistas, productiva y exportadora, capaz de sostener su crecimiento con el esfuerzo de su propio trabajo y creatividad”.

2. Por qué el tipo de cambio es el corazón del desarrollo

El tipo de cambio no es un simple número técnico; es el precio clave y estratégico que define el rumbo del país. De él depende si conviene producir o importar, invertir o especular, crear empleo o consumir sin producir.

Una moneda sobrevaluada castiga a los exportadores, destruye empleos industriales y favorece las importaciones. En cambio, una moneda competitiva impulsa la producción, fortalece las exportaciones, atrae inversiones y mejora las reservas, y genera desarrollo económico y social.

Así lo entendieron China, Vietnam y Alemania, que durante décadas mantuvieron monedas subvaluadas, acompañadas de disciplina fiscal, inversión productiva e instituciones sólidas. No se trata de “devaluar por necesidad”, sino de usar estratégicamente el tipo de cambio como herramienta de desarrollo y competitividad.

3. Qué muestran los datos: la sobrevaluación y el punto de equilibrio

El tipo de cambio oficial de $us 6,96 desde el 2011 contrasta con el tipo paralelo actual de Bs 10 a 11, reflejando una sobrevaluación acumulada del boliviano. Esto significa que el boliviano de hoy vale 1,5 veces más de lo que debería valer para mantener equilibrio externo, o sea es una moneda solamente nominalmente fuerte.

Esto significa que el dólar “vale” 49% más en la economía real que en la tasa oficial, o, dicho de otro modo, el boliviano está 49% más caro (sobrevaluado) que su valor de equilibrio. Hoy, el boliviano vale alrededor de 1,5 veces más de lo que debería para mantener el equilibrio externo.

Esta sobrevaluación genera una falsa sensación de control: el tipo de cambio oficial permanece congelado, pero la inflación actual – que ronda el 23 % anual– revela que la estabilidad nominal ya se quebró. En realidad, Bolivia vive una estabilidad cambiaria artificial: el precio del dólar está contenido por decisión política, no por fundamentos económicos.

Detrás de esa apariencia, la economía muestra señales de fragilidad estructural: las reservas internacionales se reducen a niveles mínimos, el déficit comercial se amplía y la producción nacional pierde competitividad frente a las importaciones baratas.  En otras palabras, el país mantiene una moneda fuerte, pero una economía débil.

La “fortaleza” del boliviano no proviene de su productividad, sino del control administrativo y la represión de los precios relativos. Es una estabilidad construida sobre desequilibrios crecientes: cada dólar que se vende para sostener la paridad oficial es un dólar menos en reservas y una oportunidad perdida para el desarrollo productivo. Una moneda fuerte sin economía productiva es como un edificio bonito con cimientos huecos: tarde o temprano colapsa.

Los cálculos técnicos indican que el tipo de cambio real de equilibrio –aquel que corrige el déficit comercial y restaura la competitividad– se sitúa entre Bs 10,0 y 10,4/USD, lo que implicaría una subvaluación real de 40–45%.

Este rango permitiría recuperar el superávit comercial en 12 y 18 meses, dependiendo de la participación activa del sector productivo y exportador; reforzar las reservas internacionales; fortalecer el sector transable (agroindustria, manufactura, energía y servicios exportadores).

Una devaluación mayor (Bs 11–11,6) aceleraría el ajuste, pero podría generar inflación. Mantener el tipo fijo actual, en cambio, prolonga la crisis de competitividad y la imposibilidad de un desarrollo productivo.

4. La subvaluación óptima: competitividad sin inestabilidad

Una subvaluación controlada del 40–45% es el punto de equilibrio entre competitividad y estabilidad. Con una inflación interna controlada (≈5%) en un año, solo con confianza y si se acompaña con un plan integral, este nivel mejora el saldo comercial, impulsa las exportaciones y estimula la inversión productiva.

En términos simples: una moneda subvaluada competitiva vuelve rentable producir en Bolivia. El país gana mercados, genera empleo formal y reduce su vulnerabilidad externa. Vietnam lo demuestra: exporta más de $us 400 mil millones anuales gracias a una política cambiaria estable y una IED sostenida que respalda su industria exportadora. Bolivia debe seguir ese ejemplo si quiere dejar de ser un país deudor, consumidor dependiente de las importaciones y recuperar su capacidad productiva.

5. Las condiciones del éxito: disciplina, inversión y credibilidad

– Una subvaluación sin disciplina fiscal puede fracasar, pero la disciplina sin crecimiento también. Bolivia necesita ambas y, además, una ola sostenida de inversión extranjera directa (IED) orientada a la producción.

–  Política fiscal. Reducir gradualmente el déficit, priorizar inversión en infraestructura exportadora y crear un fondo soberano de estabilización que ahorre los superávits comerciales futuros.

– Política monetaria. Controlar la inflación mediante esterilización monetaria, es decir, retirar el exceso de bolivianos cuando ingresen dólares para evitar sobrecalentamiento e inflación.

– Política crediticia. Canalizar financiamiento hacia los sectores transables (agroindustria, manufactura, energía, turismo exportador), con incentivos tributarios y garantías claras.

– Política de IED. La inversión extranjera directa debe ser creciente, estratégica y coherente con los objetivos productivos. No se trata de atraer cualquier capital, sino aquel que aporte tecnología, empleo e inserción en cadenas globales de valor. La IED debe complementar el ahorro interno y servir como palanca de la transformación exportadora.

–  Política estructural y reforma regulatoria: Fortalecer la educación técnica, la innovación y la seguridad jurídica para consolidar la confianza empresarial.

El éxito requiere, entre otros, liderazgo técnico y político, coordinación estrecha entre el Ministerio de Economía y Finanzas, el Banco Central de Bolivia, el sector exportador y una narrativa de estabilidad con crecimiento que devuelva confianza a inversionistas y productores.

6. Conclusión: sin producción ni exportación no hay desarrollo

Bolivia no saldrá adelante mientras siga viviendo de la renta, deuda externa y la importación. El bienestar no se imprime ni se decreta, se produce y se exporta. Y para producir y exportar, la moneda competitiva subvaluada debe reflejar la realidad económica.

Un tipo de cambio competitivo (≈ Bs 10,40 por dólar) enviaría una señal clara al mundo: Bolivia está dispuesta a trabajar, invertir y crecer. La subvaluación no es una distorsión, sino una política deliberada de desarrollo.

China, Vietnam y Alemania demostraron que la estabilidad puede construirse sobre una moneda competitiva y una economía real en expansión. Bolivia tiene la oportunidad de seguir ese camino de abandonar el populismo económico, la marginalización internacional y recuperar la disciplina, la productividad y credibilidad.

El desarrollo económico y social no vendrá del Estado que despilfarra y obstruye, sino del país que produce, exporta e invierte. La estabilidad verdadera no es la del dólar inmóvil, sino la de la producción, del trabajo, la innovación, inversión y la confianza. Bolivia solo crecerá y se desarrollará sosteniblemente cuando el esfuerzo productivo sustituya al discurso ideológico que solo crea engaños, burbujas y pobreza.

Carlos Jahnsen Gutiérrez es economista PhD, consultor internacional.



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