ABI
Brújula Digital|15|10|24|
Jose Gabriel Espinoza Yañez
Respecto a como los recursos minerales de Bolivia son un pilar fundamental de la economía del sector privado y sus obstáculos:
Bolivia ha sido, desde siempre, un país cuya acumulación de riqueza ha estado íntimamente ligada a sus recursos minerales.
Los ciclos económicos, para bien o para mal, han estado profundamente vinculados al desempeño del sector minero, particularmente en minerales como el estaño, la plata y, más recientemente, el zinc. Si analizamos los flujos de los capitales en el país, más allá de las particularidades y potencialidades de cada región, hoy en día es imposible entender una parte del desarrollo de Santa Cruz sin considerar la riqueza generada por la minería. Del mismo modo, en el pasado, el auge de La Paz y Sucre fue inseparable de la influencia minera.
El capital derivado de la minería ha sido la base para muchas instituciones en el sistema financiero boliviano. Este capital facilitó el crecimiento del sector inmobiliario en diversas regiones y ha estado profundamente ligado al comercio y la industria, tanto por su demanda como por su financiamiento.
En tiempos recientes, con una economía cada vez más estatista y rentista, dependiente en gran medida de las exportaciones de gas, la minería había quedado rezagada. Sin embargo, para bien o para mal, nunca dejó de ser un pilar fundamental de la economía del sector privado.
Hoy, la minería se ha consolidado como el principal generador de divisas, con exportaciones mensuales que promedian los 300 millones de dólares, mientras que los otros dos sectores más importantes oscilan entre los 100 y 150 millones de dólares mensuales.
Además, en medio de la crisis actual, caracterizada por un fuerte deterioro cambiario y un déficit fiscal en aumento, la minería se ha convertido en la fuente de divisas más estable. Aunque los ingresos generados por este sector no son suficientes para cubrir todas las necesidades de financiamiento externo del país, las exportaciones mineras han demostrado ser mucho más estables que las de otros sectores, que han sufrido contracciones y dependen de factores volátiles, como el clima.
No obstante, a pesar de su relevancia, la minería boliviana enfrenta grandes desafíos que limitan su capacidad de ofrecer una solución integral a los problemas del país. En pleno siglo XXI, con crecientes demandas medioambientales y nuevos retos globales, como la transición hacia energías más limpias y sostenibles, la infraestructura minera boliviana sigue anclada en condiciones del siglo XX.
La falta de inversión en nuevas tecnologías nos hace depender aún más de las fluctuaciones de los precios internacionales, mientras que la expansión sostenible y sustentable de las operaciones mineras se ve frenada por un entorno normativo, social y político desfavorable, que en algunos casos promueve la devastación del capital natural (lo que sucede con el Banco Central, compra oro proveniente de explotaciones que aun usan mercurio es uno de los mejores ejemplos de este entorno).
En definitiva, Bolivia sigue siendo un país minero. Aunque está claro que el futuro del país no puede depender exclusivamente de un solo sector, tampoco se puede negar que, en los próximos años, la minería jugará un papel crucial en la recuperación de la estabilidad macroeconómica.
Si no comprendemos esta realidad, no solo perderemos los ingresos estables que este sector proporciona, sino que podríamos empujarlo hacia formas aún más informales y depredadoras de producción.
Jose Gabriel Espinoza Yañez es economista y ex Director del Banco Central de Bolivia.