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Economía | 01/06/2024   05:00

|OPINIÓN|Tres apuntes sobre la crisis|Gregorio Lanza|

APG

Brújula Digital|01|06|24|

Gregorio Lanza

El Presidente Arce señala que no hay crisis estructural de la economía. Lo hace para ocultar la debacle del modelo social mixto comunitario del cual se imagina su creador. Toda la estructura del modelo se asentaba en los ingresos del gas que en un 50 % entraban de manera directa al Banco Central gracias a la ley 3058 de hidrocarburos.

Así el país obtuvo ingresos históricos de 38.343 millones por concepto de renta gasífera en el periodo 2006-2019. La consecuencia es simple, cuando se acaba el gas y/o además baja su precio, hay crisis estructural. Lo que mantiene la economía es el trabajo informal y de los pequeños agricultores; y en especial la agroindustria del oriente. El gas lo buscas y cuando lo encuentras (así lo hicieron los gobiernos liberales) sale por un chorro y se va por los ductos al exterior. En cambio, la agroindustria se trata de un proceso complejo donde miles de trabajadores, agricultores y empresarios articulan esfuerzos para generar riqueza. La crisis estructural no significa que el país se acabó. Mas bien fue resiliente gracias a la agroindustria. El masismo no pudo destruir la economía como lo hizo Nicolás Maduro en Venezuela.

Resolver la crisis estructural es un problema de tiempo. El Gobierno se ha empantanado al querer repetir sus recetas cuando las condiciones han cambiado radicalmente. Hoy día no hay gas y Arce no tiene la hegemonía y control como lo tuvo el autoritario Morales. En lo inmediato el modelo extractivo gasífero podría alargar su vida con el descubrimiento extraordinario de bolsones de gas que renueva el ingreso de divisas, pero eso es poco probable. Por otro lado, ni siquiera con los importantes volúmenes de oro que se extraen en el norte de La Paz, que alcanzan a 3.000 millones de dólares, se puede resolver el problema de las divisas porque no hay una normativa que obligue la entrega de esas ni posibilidad de controlar el curso de ese dinero; además, porque el peso político y de movilización que tiene el movimiento cooperativista minero es más fuerte que la débil musculatura del Gobierno.

Acudir al FMI, a los derechos especiales de giro, por más de 300 millones de dólares, sería un parche, pero le da aire al gobierno; sin embargo, obsesionado por la pelea con Evo, quien mostraría el hecho como una prueba de su supuesta orientación proimperialista, no se anima a dar el paso. Otra opción que parece ineludible es cumplir los acuerdos con los empresarios para levantar cualquier rastro de barreras a la exportación y sincerar la devaluación del dólar, que está por lo menos a 8,30 bolivianos, levantando los cepos o el llamado corralito boliviano a las cuentas en esa moneda.

Finalmente un tercer aspecto es el político, Arce necesita flexibilidad, hacer política para llegar a acuerdos con la oposición buscando aislar al evismo, que es el vector central de la conflictividad. Y acercarse a la clase media, porque de lo contrario el desborde de la crisis va acabar con su fiebre eleccionista.

El presidente Arce está en su propia trampa: la de pensar que es el creador del modelo y que este funciona en cualquier circunstancia; no entender el contexto lo lleva al precipicio.





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