El colombiano Germán Vélez advirtió que en su país el monocultivo de la palma aceitera generó fuertes impactos socioambientales en comunidades indígenas y campesinas, además de desequilibrios en el ecosistema en más de 600 mil hectáreas. Entre tanto, en Bolivia se dio orden de proceder para la fabricación de equipos para la planta de biodiesel.
La palma aceitera provoca infertilidad en los suelos. Foto: UAB
Brújula Digital |12|09|22|
Ante los entusiastas planes del Gobierno de Luis Arce, sobre la sustitución de importaciones a partir de la fabricación del denominado “biocombustible”, el colombiano Germán Vélez, experto agroecólogo y defensor del medioambiente, dijo que ojalá Bolivia no repita la triste historia de Colombia, de plantar miles de hectáreas de monocultivos agroindustriales con palmas aceiteras, que significó la destrucción de ecosistemas y el desplazamiento de pueblos indígenas de sus territorios.
“Ojalá ustedes no repitan la triste historia de Colombia, donde ya llevamos muchos años destruyendo estos ecosistemas de bosques tropicales, porque la industria plantea sustituir un bosque por otro -y eso no es cierto- porque es un bosque de monocultivo industrial que no está diseñado ni adecuado para las condiciones ambientales, pero sobre todo porque en estos bosques vive gente y lo que normalmente se hace es desplazar a la gente, sacarla de sus territorios”, afirmó a Brújula Digital.
Señaló que hasta la fecha, más de 600 mil hectáreas de palma aceitera han desplazado la producción agrícola hacia la zona pacífica donde han registrado fuertes impactos ambientales, además de desplazamiento de la población indígena campesina como consecuencia de un modelo de producción insostenible. La Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) advirtió a través de estudios, que la palma aceitera provoca infertilidad de los suelos.
El experto, quien llegó a La Paz para participar de un foro internacional, explicó que la plantación de cultivos de palma aceitera implica la destrucción de la biodiversidad que es el ecosistema de alta riqueza para volverlo en un monocultivo de palma aceitera, que es lo mismo que sembrar un monocultivo de soya o palma, con la única diferencia de que será un monocultivo permanente y con impactos socioambientales enormes, porque entre otros aspectos es muy demandante en uso de agua.
“En Colombia gran parte del área cultivada desapareció después de 15 años porque llegó una enfermedad, una bacteria que mató en el Pacífico a casi el 80% del área agrícola de palma. Y al día de hoy no han encontrado una solución técnica al problema del desequilibrio del ecosistema porque es enorme”, afirmó.
Situación similar dijo que sucedió en Malasia e Indonesia, donde destruyeron el 90% de sus bosques para sembrar palma aceitera, “y hoy en día esos países están totalmente colapsados ambientalmente y socialmente”.
Vélez lamentó que primero se siembre este tipo de monocultivos y después recién se piense en las posibles soluciones a los problemas ambientales y fitosanitarios, cuando en la realidad se trata de ecosistemas no adaptados a esas condiciones tecnológicas que requiere la palma aceitera.
“Ojalá el Gobierno de Bolivia tenga en cuenta las experiencias en otros países. Ustedes vieron la situación en Brasil y Argentina que es tan dramática con la soya transgénica y el maíz transgénico, y Colombia con el maíz transgénico que llevamos 15 años de sembrarlo, y no ha sido la solución ni a los problemas de seguridad alimentaria”, señaló.
El experto ambientalista, quien se puso de lado de las comunidades afectadas por el agronegocio en su país, dijo que los gobiernos usan el mismo discurso para justificar la destrucción de bosques, de que es necesario plantar estos monocultivos de palmas aceiteras para producir los biocombustibles y así, sustituir las importaciones con producción nacional.
“¿A qué costo social y ambiental lo vamos hacer?, no es justificable, sobre todo porque esto se asocia a abrirnos frentes con las poblaciones afectadas porque la palma aceitera no es una alternativa productiva para las comunidades indígenas”, manifestó.
Enfatizó que los agriocombustibles son una amenaza grave a la biodiversidad y a los ecosistemas naturales y agroalimentarios, generan la expulsión de población del campo a la ciudad, liquidan las agriculturas y economías locales y regionales, acaban con la soberanía alimentaria de los pueblos.
En Colombia indicó que la palma aceitera está destinada a la producción del biodiesel y la caña de azúcar para el etanol, los cuales generan fuertes impactos ambientales, socioeconómicos en los territorios y sobre los medios de sustento.
Señaló que en su país, los gobiernos de turno han apoyado a este modelo insostenible a través de incentivos económicos y financieros, además de infraestructuras en medio de la selva tropical.
“Fracasan en una zona y van a otra, por ejemplo, fracasaron en el Pacífico y ahora también en el Magdalena Medio (…). Es un proceso de tecnología parche, de ponerle parche a un problema que se generó, al final a largo plazo es insostenible. Hoy, la mayor parte de la palma es para consumo nacional, y son las grandes empresas, grandes terratenientes, grandes inversionistas, tanto nacionales como extranjeros que han tenido un acaparamiento de tierras”, explicó.
En cuanto al nuevo gobierno de Gustavo Petro dijo que es contradictoria su propuesta, porque habla de “modernizar el campo con tecnología de punta” que podría entenderse como los transgénicos y a la vez de apoyar a la agricultura campesina local con la agroecología.
El agrónomo Germán Vélez es máster en Agroecología y Desarrollo Rural de América Latina y España, acompaña a organizaciones indígenas, afrocolombianas y campesinas en acciones de defensa de los territorios, forma parte de la Red Semillas Libres de Colombia. Participó en el seminario internacional: “La amenaza de los transgénicos para la seguridad alimentaria” que se realizó en la UMSA con el apoyo de Probioma.
BD JMC
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