El viernes 14 de noviembre falleció Azkargorta. Si quedaba pendiente un homenaje era el de su mejor amigo en Bolivia, el expresidente de la FBF, quien este sábado se pronunció a través de una columna publicada en redes sociales del Club Bolívar.
Brújula Digital|22|11|25|
Ha pasado algo más de una semana desde el fallecimiento de Xabier Azkargorta. El viernes 14 de noviembre, el país había amanecido con la dura noticia: se había ido a las siete de la mañana el director técnico más querido de la selección nacional de fútbol, el que condujo a Bolivia al Mundial de Estados Unidos 94 a través de unas magníficas eliminatorias disputadas en 1993.
Si quedaba pendiente un homenaje para Azkargorta era el de su principal amigo en Bolivia Guido Loayza Mariaca. Loayza fue presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) en esa época y el principal responsable por haber firmado el visto bueno y el contrato para que el español se hiciera cargo de la Verde. Desde entonces vivieron juntos esos grandes momentos y también los más difíciles que tocó en el proceso. Y tejieron una amistad para siempre.
Bolívar publicó este sábado una columna escrita por Guido Loayza.
“No cabe duda que Xabier dejó una profunda huella en el corazón de los bolivianos y, recíprocamente, se llevó un tatuaje boliviano de su paso por Bolivia”, reza en uno de los párrafos.
“Aquel Azkargorta ilustre que cruzó el Atlántico con maletas repletas de libros, ideas y sueños, encontró aquí una patria del corazón”, escribió en otro.
En su columna, Loayza cuenta detalles de, por ejemplo, cómo fue que se decidió la contratación del vasco. Y muchas otras cosas que, vía recuerdos, llegaron a su cabeza y las fue ordenando para homenajear a quien partió hace una semana y un día, dejando un profundo recuerdo en el país.
La columna completa escrita por Guido Loayza en homenaje a Xabier Azkargorta es la siguiente:
Azkargorta, ¿el desconocido ilustre?
Por: Guido Loayza Mariaca
Una mañana, temprano, buscaba en la televisión el partido de Bolivia contra Corea del Sur. Estaba en ese afán cuando de súbito llegó la noticia de la partida de Xabier.
Cambió mi día. El partido pasó a ser una anécdota y mi mente entró en ebullición. Me saltaban los recuerdos, traté de ordenarlos, al menos en orden cronológico. ¿Cuándo supe de él? ¿Cuándo fue la primera vez que hablé con él? ¿Cuándo lo vi por primera vez?
Su llegada a Bolivia. La cena en mi casa con mi esposa, mi hijo Álvaro y Percy Luza. Nuestras charlas en mi oficina del edificio Cobija, en la avenida Arce. Las largas caminatas en Barcelona, siempre hablando de fútbol, la Selección, el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat del Vallès, los partidos con equipos de primera de Cataluña y con otros de países de Europa.
No cabe duda que Xabier dejó una profunda huella en el corazón de los bolivianos y, recíprocamente, se llevó un tatuaje boliviano de su paso por Bolivia.
Con seguridad, en 1993, cuando venía a Bolivia, jamás pensó que vendría para pasar el resto de su vida en este país. Es cierto que Xabier nació en Azpeitia, en el País Vasco español, pero no es menos cierto que el Bigotón nació en Bolivia.
Me puse a pensar en el génesis de la llegada de Xabier a Bolivia y en el momento en que apareció a través de mi larga travesía futbolística en el Bolívar de Mario Mercado.
Fue allí. En circunstancias en que estábamos negociando la salida de Marco Etcheverry al fútbol español, vino el empresario español Manolo Esteban y en una cena con él le pregunté qué entrenador español sería idóneo para venir a trabajar a Bolivia.
Luego de pensar mucho me dijo que veía solo un nombre que podría ser un profesional de primera que estaría dispuesto a venir a trabajar a Bolivia, porque se metía en todos los charcos y tenía un gran cariño y admiración por Latinoamérica y su cultura. Leía todo lo que escribían García Márquez, Vargas Llosa y todos los autores del realismo mágico latinoamericano.
Me hizo una gran apología de Xabier como técnico de equipos de primera del fútbol español, catedrático de la Real Academia de Entrenadores, periodista de radio y televisión española y emérito doctor en medicina deportiva. Incluso tenía una clínica en Barcelona donde había atendido a Diego Maradona.
Esto se quedó en mi memoria futbolera, a la que apelé cuando ya como presidente de la Federación Boliviana de Fútbol debía hacer una lista corta de candidatos para dirigir a la Selección boliviana.
Fue entonces cuando pensé en Jorge Carlos Habegger, con quien había trabajado en Bolívar y la Selección boliviana en 1989, en las eliminatorias para Italia 90, no clasificamos por diferencia de goles contra Uruguay. Y en Carlos Pachamé, técnico argentino que como jugador ganó tres Copas Libertadores de América, como ayudante de campo ganó el Mundial de México 1986 y el subcampeonato del mundo en 1990.
Gracias a sus conocimientos, su esfuerzo, su trabajo y don de gente, Azkargorta se granjeó una cohorte de gente agradecida que, dondequiera que estuviera en el país, lo recibía con muestras de cariño y agradecimiento que lo hacían muy feliz.
También en su vida en Bolivia conoció a una dama cruceña que le dio un hogar con un hijo adoptivo y un entorno feliz y solidario hasta el último día de su vida.
Sin embargo, la vida de Xabier en Bolivia no fue siempre un lecho de rosas. Desde su llegada aparecieron sus detractores.
Apenas había anunciado su nombramiento como director técnico de la Selección cuando conocidos periodistas rechazaron su designación. Unos aducían que era un despropósito traer a un español después de 500 años, como si Cristóbal Colón hubiese desembarcado con un DT. Otros aseguraban que traje a un ilustre desconocido. Xabier contestó de inmediato: “No soy un ilustre desconocido; si carecen de información, soy a lo mucho un desconocido ilustre”.
Todo arreció en el partido que Bolivia perdió ante Chile antes de partir a Guayaquil a jugar la Copa América, cuando una bandada de periodistas me rodeó en el vestuario del Hernando Siles para exigirme la destitución de Xabier.
Yo les contesté que guardaran su tinta y su saliva porque Xabier se iba a quedar hasta terminar su contrato, gesto que él recordaba y agradecía siempre.
Había una prensa sañuda contra Xabier que escribía grandes titulares hirientes y diatribas contra el entrenador: “Vasco charlatán, te la comiste”, “Azkargorta, de fútbol sabes menos que Condorito”. Todos esos comentarios le dolían mucho. Cuando Xabier viajó a Ecuador realmente estaba muy golpeado y dolido.
Así le tocó pasar también malos ratos en Bolivia. Incluso en una oportunidad recibió una amenaza de muerte. De modo que en Bolivia le tocó vivir las verdes y las maduras.
Aquel Azkargorta ilustre que cruzó el Atlántico con maletas repletas de libros, ideas y sueños, encontró aquí una patria del corazón. El Vasco se quedó. Y Bolivia también se quedó en él, para siempre.
BD/