La artista Mónica Dávalos presentó una serie de esculturas en terracota inspiradas en la cosmovisión guaraní y su ideal de una “tierra sin mal”, como homenaje a la relación espiritual entre el ser humano y la naturaleza.
Brújula Digital|03|11|25|
La Nube, Margarita Palacios
El Museo Tambo Quirquincho presentó la exposición Yvy marã’ỹ (Tierra sin mal) de la escultora ceramista Mónica Dávalos Lara, en la sala Víctor Zapana. La muestra reunió esculturas en terracota que retratan al pueblo guaraní a través de figuras humanas modeladas en barro, evocando la relación profunda entre comunidad, tierra y espíritu.
Inspirada en la cosmovisión del Yvy marã’ỹ, Dávalos presentó al público la oportunidad de reflexionar sobre la armonía entre lo humano y lo natural, y sobre la búsqueda de una vida en equilibrio con el entorno.
“El ideal del Yvy marã’ỹ, la ‘tierra sin mal’, no es solo un lugar físico, sino un horizonte espiritual que guía el destino del pueblo guaraní. Representó la búsqueda incansable de una vida en armonía, libre de corrupción y destrucción, donde lo humano y lo natural coexisten en reciprocidad. Esta exposición se presentó como un diálogo con esa utopía ancestral: un sueño plasmado en arcilla cocida, que nos invitó a reconocer que la tierra sin mal no es únicamente un territorio, sino un estado de conciencia que habita en nuestro espíritu, esperando ser despertado”, aseveró Dávalos en la presentación de la obra.
En la inauguración, estuvieron presentes el ceramista Mario Sarabia, el acuarelista Javier Fernández y Vania Coronado, jefa de Museos Municipales del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz.
En su intervención, Fernández destacó que “la tierra sin mal es un sueño que todos deberíamos vivir” y felicitó a Dávalos por abordar un tema que, según dijo, revela su sensibilidad y compromiso artístico. “Los artistas llegan a la categoría de seres humanos porque nos muestran lo que sienten y lo que piensan. Un artista tiene el propósito de conmover, y Mónica lo logra; lo hace desde que era muy joven”, expresó.
Por su parte, el ceramista Mario Sarabia resaltó la profundidad simbólica del concepto de Yvy marã’ỹ y su conexión con la materia misma de la obra. Señaló que hablar de una “tierra sin mal” es también hablar de la terracota, de la tierra cocida que puede tocarse y sentirse con el corazón. Reflexionó sobre la contradicción humana frente a la belleza del mundo, al que comparó con el cielo: “Somos el cielo, pero hacemos cosas para arruinarlo. No entiendo por qué”.
Añadió que la obra de Dávalos nos transmite que “la tierra es donde habitamos, y lo que hacemos con nuestra tierra es lo que vamos a ver ahí adentro. La tierra en manos de Mónica nos va a expresar una felicidad y una conexión con nuestra alma”.
La ejecución de las obras se desarrolló durante aproximadamente seis meses y está conformada por diez piezas. La arcilla, como material de estas esculturas, permite reflejar la sensibilidad en el modelado, mostrando las huellas dejadas por la artista en cada figura. Las obras se presentan desnudas, sin esmaltar, como parte de su proceso de trabajo, mostrando las características propias de la arcilla que enriquecen el resultado final.
El color fue aplicado con óxidos colorantes naturales, utilizando negro, rojo y azul. Los rostros de las esculturas incluyen simbología representativa de la cultura guaraní, y las cabezas miden entre 55 y 60 centímetros de altura. El interés de Mónica por trabajar sobre la cultura Yvy marã’ỹ surgió como una continuación y contraste de su obra anterior Uma, en la que exploraba esculturas en terracota con temática andina. Luego decidió investigar las tierras bajas de Bolivia, lo que la llevó a acercarse a la cultura guaraní.
Antes de ejecutar las piezas, viajó por estas regiones y estudió los rasgos faciales y las particularidades de su gente. Un momento clave fue la entrevista con el excacique de Santa Ana de Mosetén, Antolín Caimani Lero, quien le dijo que “el río era su madre”, frase que marcó profundamente a la artista, recordándole la importancia del agua para la vida de la comunidad.
Mónica se inspiró también en el respeto que los guaraníes muestran hacia la selva, de la que toman únicamente lo necesario para vivir, sin depredarla, y en cómo esta relación armoniosa con la naturaleza fue lo que finalmente la motivó a crear la serie sobre las tierras bajas.
La artista recuerda, además, la preocupación que le transmitieron varios comunarios con los que habló acerca de la contaminación del agua causada por la minería, un desafío que amenaza la misma fuente de vida que los Mosetén consideran sagrada.
La cochabambina Mónica Dávalos, con más de 30 años de trayectoria, obtuvo la licenciatura en Artes Plásticas con especialidad en Escultura. En 2018 fue ganadora de la X Bienal Internacional de Arte SIART con la obra La naturaleza teje, en el marco del Laboratorio de Creación Textil.
Su trayectoria artística ha estado marcada por la experimentación con diversos materiales: comenzó trabajando con chatarra, luego exploró fibras naturales en el ámbito textil, y más tarde técnicas no tradicionales como cajas de madera y figuras de cerámica. Posteriormente, se adentró en el camino de la terracota, creando figuras humanas de tamaño natural centradas en temas cotidianos; en su primera etapa trabajó principalmente con ancianos y niños, además de perros y figuras femeninas y masculinas.
En el campo textil realizó investigaciones con fibras naturales obtenidas de materiales como el vástago del plátano, la fibra de coco. la corteza de palmeras y caña de azúcar.
La exposición Yvy marã’ỹ se exhibió en el Museo Tambo Quirquincho. “Esta exposición, así como todas las que he realizado, forman parte de la tierra. Mis esculturas nacen de la tierra, pertenecen a la tierra, y son de la tierra. Los invito a recorrer las esculturas en terracota no solo con la vista, sino también con la sensibilidad, dejando que las formas, los rostros y las huellas del barro transmitan la memoria y los valores de la cultura guaraní”, aseveró la artista.
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