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Cultura | 14/01/2024   05:01

“La sociedad de la nieve”, la antropofagia y el morbo

Brújula Digital |14|01|24|

Rodrigo Ayala Bluske | Tres Tristes Críticos

La sociedad de la nieve, película dirigida por el realizador español Juan Antonio Bayonna, probablemente sea el mejor de los estrenos de Netflix del periodo de fin de año. Quedan para el olvido Dejar el mundo atrás, cinta protagonizada por Julia Roberts y producida por Barack y Michelle Obama, y sobre todo Rebel Moon, de Zack Snyder, una pésima versión de Los siete samuráis (1954), que a pesar de la inversión realizada (probablemente dos o tres centenas de millones de dólares), sin duda no trascenderá.

La sociedad de la nieve reconstruye con fuertes dosis de realismo el episodio de los sobrevivientes de los Andes, en el que un grupo de jugadores de rugby, uruguayos, accidentados en la cordillera de los Andes en 1972, sobrevivió a duras penas durante 72 noches en medio de un ambiente extremadamente hostil.

La tragedia señalada siempre ha tenido un fuerte atractivo para la industria cinematográfica; por una parte está la evidente proeza de haber sobrevivido durante tanto tiempo en uno de los territorios más difíciles del planeta y por otra, el que para lograrlo el grupo hubiera tenido que recurrir a la antropofagia, utilizando a sus compañeros fallecidos como alimento, dado que en el entorno simple y llanamente no existía otra posibilidad.

René Cardona Jr., productor y realizador mexicano, hizo la primera versión en 1976 con el título Supervivientes de los Andes y Frank Marshall, director y productor del equipo de Steven Spielberg, hizo una segunda versión en 1993, con el título de Viven. La segunda es mejor que la primera (en gran medida por la dimensión de la producción), pero ambas, a mi juicio muestran graves dificultades en el equilibrio del planteamiento sobre la cuestión ética con el sentido del espectáculo necesario en este tipo de cintas.

Bayonna, el director de esta nueva versión, con solo cinco películas a cuestas, es uno de los realizadores de mayor prestigio en la cinematografía mundial. Debutó en 2007 con El orfanato, cinta de terror muy bien construida merced al uso de algunos de los mejores mecanismos establecidos en el género, y en 2018, de la mano de Spielberg, hizo Jurassic World: El reino caído, que según señalan los expertos, es uno de los principales trabajos de la zaga. Entre ambas películas, en 2012 y 2016, lanzó dos producciones españolas realizadas con financiamiento internacional que tuvieron un fuerte impacto en el mercado: Lo imposible y Un monstruo viene a verme. En lo personal son las dos películas que menos me han gustado del realizador, ya que, si bien tienen un manejo técnico impecable, tienen tramas ligeramente exageradas y edulcoradas, de melodrama.

Con esos antecedentes, se podía albergar algunas dudas respecto al tratamiento de La sociedad de la nieve, pero afortunadamente esa incertidumbre se disipa desde los primeros minutos del metraje. Lo primero que impacta en esta cinta es el manejo preciso y austero de la técnica. Una película que, al contar con un fuerte apoyo en producción, podía decantarse por la espectacularidad de la catástrofe, pero que en definitiva apuesta por un estilo seco en el tratamiento de las imágenes, el que seguramente se acerca a lo que vivieron los protagonistas en ese instante de desconcierto y confusión.

A lo largo de la cinta, el realizador utiliza diversos elementos tales como la voz en off, los títulos sobre pantalla y por supuesto los efectos especiales, siempre en función del objetivo dramático.

En La sociedad de la nieve, el entorno, la omnipresente cordillera de los Andes, se combina con los miedos, los atrevimientos, las pequeñas alegrías, etc., de los personajes centrales. Con elementos tan fácilmente utilizables para la exageración (cuerpos mutilados, muertes adoloridas, dilemas éticos, etc.) evidentemente resulta siendo un triunfo el tono mesurado de la puesta en escena.

El punto clave por supuesto es el de la antropofagia, el canibalismo, para ser más precisos. Y se trata como seguramente se dio en los hechos: generando discusiones y dudas existenciales, pero finalmente imponiéndose porque simplemente era la única alternativa que dejaba la realidad.

El veto al canibalismo por parte de los seres humanos es una construcción cultural que al parecer tiene raíces biológicas (diversos informes dan cuenta de determinadas enfermedades que se producen si es que se consume carne humana con regularidad, amén de un valor nutricional escaso en comparación al de otros tipos de carne). Ese “veto” se ha ido consolidando merced al avance de la ciencia y el conocimiento; sin embargo, evidentemente, en caso de necesidades extremas los seres humanos no han dudado en recurrir a dicha práctica (en algunas ciudades soviéticas en la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, o en Rusia durante la invasión de Napoleón).  

Un dato significativo, aunque ajeno a la película: si uno revisa la trayectoria de los 19 sobrevivientes en los 50 años posteriores al accidente, se encuentra con vidas que podrían calificarse de exitosas, en algunos casos ligadas al accidente mismo (merced a conferencias, libros etc.) o en otros al desempeño profesional (médicos, agrónomos, etc.), lo cual constituye una buena muestra de la capacidad de resiliencia de los seres humanos. 





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