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Política | 21/08/2025   14:04

|OPINIÓN|Nadie sabe para quién trabaja|Hernán Terrazas|

La dea era y es demostrar que todos, menos Jorge Quiroga, eran –y son– socialistas o masistas, y apelar al hartazgo de la gente con el modelo aplicado desde hace 20 años, para posicionar la idea de que hay solo hay un “verdadero” discurso de cambio y solo una persona capaz de acabar con la crisis.

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Brújula Digital|21|08|25|

Hernán Terrazas E.

No hay que ser muy perceptivo para darse cuenta de que la estrategia de la campaña de Jorge Tuto Quiroga en la primera vuelta –y parece que también en la segunda– fue asegurar que todos los candidatos, menos él, eran socialistas o tenían algo que ver con el MAS. 

De Samuel Doria Medina se dijo, por ejemplo, que, por formar parte de la dirección de la Internacional Socialista, una organización que reunía y reúne a grandes líderes democráticos europeos, era casi, casi, un masista o, peor, un émulo de Evo Morales. Aunque burda, la idea seguramente funcionó en algunos sectores poco informados o fanáticos.

Y ahora se aplica la misma receta con Rodrigo Paz. Se recuerda que es hijo de Jaime Paz, que fue de izquierda y que gobernó en 1982 junto a Hernán Siles Zuazo, que también era del MNR-Izquierda, que alguna vez se sentó al lado de Evo Morales; falta que se diga que escribe con la “zurda”.

Pero, además, ahora que el candidato a vicepresidente, Edman Lara, en medio de la euforia del triunfo, habló más de lo debido, se le compara con Evo Morales. Se dice que ha nacido un nuevo dictador populista, que en realidad es un infiltrado masista que llegará al poder para cambiar repentinamente de rumbo y otras cosas acaso más fantasiosas.

En suma, la idea era y es demostrar que todos, menos Jorge Quiroga, eran –y son– socialistas o masistas, y apelar al hartazgo de la gente con el modelo aplicado desde hace 20 años, para posicionar la idea de que hay solo hay un “verdadero” discurso de cambio y solo una persona capaz de acabar con la crisis.

Se trata, en realidad, de un esquema de polarización, muy parecido al que utilizó el MAS para llegar al poder y mantenerse durante dos décadas, nada más que esta vez los “buenos” son los “diestros” y los malos, los “zurdos”.

El problema es que, bajo ese esquema, la confrontación y la división interna persisten, es decir que en realidad no cambia nada, salvo los administradores de una misma idea política que convierte a un boliviano en enemigo del otro, solo porque tiene una opinión distinta o porque “reza” en una capilla ideológica diferente. 

Si bien es urgente atender la crisis y necesario contar con un equipo capaz de resolver los problemas que afectan a la economía y golpean a los bolivianos, no es menos urgente y también necesario terminar de una vez por todas con la idea de un país partido en dos. 

En un escenario de continuidad de la polarización será más difícil que funcionen las medidas de ajuste que piensan aplicarse para salir de la crisis, porque una vez más volverá el sonsonete de que la derecha insensible, los k’aras, los neoliberales y demás, son quienes vuelven a ensañarse con los más pobres y entonces ese será el momento en que los verdaderos masistas y/o evistas, renazcan de sus cenizas. 

Es verdad que al estratega se lo contrata para ganar elecciones como sea, guerra sucia incluida, pero cuando no se mira más allá de la elección, cuando se ignora el territorio sobre el que se compite y a la gente que vive en él, hay victorias que, más temprano que tarde, solo benefician a los verdaderos adversarios. Nadie sabe para quién trabaja.

Hernán Terrazas es periodista.





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