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Cultura | 24/09/2023   04:55

El cuerpo en llamas

El principal mérito de la propuesta se encuentra en la descripción psicológica pormenorizada que hace a lo largo de sus ocho capítulos de la policía Rosa, quien junto a su amante Albert, asesina a su pareja oficial, Pedro (situación basada en un crimen real ocurrido en Barcelona en 2017).

Brújula Digital |24|09|23|

Rodrigo Ayala | Tres tristes críticos |

El cuerpo en llamas es una serie española estrenada hace dos semanas en Netflix, con una fuerte repercusión. Es una serie bien construida en el ámbito narrativo y en el comercial tiene el atractivo de contar como figura principal con la actriz Ursula Corberó, quien ganó notoriedad mundial a partir de la interpretación del personaje de Tokio, en la serie La Casa de Papel (2017 -2021).

El principal mérito de la propuesta se encuentra en la descripción psicológica pormenorizada que hace a lo largo de sus ocho capítulos de la policía Rosa, quien junto a su amante Albert, asesina a su pareja oficial, Pedro (situación basada en un crimen real ocurrido en Barcelona en 2017). No hay ningún spoiler en el anterior párrafo, porque la identidad de los asesinos se conoce a partir de los primeros diez o quince minutos del primer episodio (y de la propaganda promocional de la misma cadena televisiva).

El atractivo entonces es el de seguir las vicisitudes de la vida de Rosa; la forma cotidiana en que maneja la infidelidad. El doble discurso, completamente naturalizado, que lleva adelante en sus relaciones (llora desconsoladamente cuando su marido la abandona, aunque a lo largo de la década en la que han sido pareja ella le ha sido infiel, con distintos amantes, prácticamente todo el tiempo). En ese acápite la descripción de la protagonista no difiere de lo que seguramente es el comportamiento y la percepción sobre el tema de la inmensa mayoría de los seres humanos.

Rosa es una mujer a la que le gusta “gustar”. Coquetear, ser el centro de atención y estar en un permanente juego de seducción es parte de su naturaleza y no lo encuentra moralmente negativo. Es ególatra y egoísta, aunque sin salir de los marcos de lo que podríamos llamar la “normalidad”.

El problema se da cuando las herramientas que maneja ya no le bastan para subsanar los conflictos de su vida cotidiana: la disputa con su exmarido por el régimen de visitas de su hija, la asfixia que sufre por parte de Pedro, su nueva pareja, etc.

En determinado momento uno de los personajes de la serie reflexiona sobre la relación de Rosa y Pedro. Una de las grandes virtudes de la serie es precisamente esa, la de explicarnos mediante el detalle de la evolución psicológica del personaje y por qué determinadas personas que podríamos denominar como “normales” evitan las soluciones prácticas y fáciles (separarse de la pareja a la que ya no se soporta) y más bien optar por otras opciones.

El cuerpo en llamas es relevante también porque desarrolla un conjunto de herramientas simples, con las que consigue construir una trama evidentemente complicada desde el punto narrativo, en la que el atractivo no es el misterio ni un “MacGuffin” (el pretexto argumental para motorizar una trama de suspenso, bautizado así por Hitchcok).

Otro aspecto a relievar es la forma efectiva en que los realizadores, Jorge Torregrossa y Laura Mañá, utilizan el flashback; en la serie se mezclan permanentemente los tiempos, sin ningún tipo de aviso previo ni alerta visual, logrando pese a ello que la historia fluya sin ningún problema.

Otro recurso interesante en estos tiempos de comunicación virtual es el de la forma en que se retratan los mensajes de WhatsApp, vitales para el desarrollo de la trama, ya que constituyen el vehículo central de comunicación entre Rosa y sus diversas parejas. Los realizadores optan por mostrar en un primer instante la captura de pantalla, para luego cortar el rostro del personaje hablando y mirando directamente a cámara, lo que logra un efecto dramático importante.

Vale la pena mencionar que Netflix, paralelamente a este trabajo de ficción, ha estrenado un largometraje documental que se llama Las cintas de Rosa Peral (2023), en el que la “verdadera” Rosa, quien se encuentra purgando una condena de 25 años de cárcel, expone su visión de los hechos, señalando centralmente que si no fuera por las llamativas características de su vida sexual y amorosa, expuestas en demasía por la prensa española durante el juicio, probablemente el veredicto final hubiera sido otro. 





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