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Cultura | 05/02/2023   06:00

Merlina y los límites de la autoría de Tim Burton

La discusión sobre la “autoría” en el cine, se dio en los años sesenta. La referencia era la posible contradicción entre las figuras del director y el productor, en cuanto a la autoridad, el “poder”, en el desarrollo de un filme.

El fotógrafo del pánico (1960) Michael Powell. Foto: diariocritico.com

Rodrigo Ayala/Brújula Digital |05|02|23|

Tres Tristes Críticos

La discusión sobre la “autoría” en el cine, se dio en los años sesenta. La referencia era la posible contradicción entre las figuras del director y el productor, en cuanto a la autoridad, el “poder”, en el desarrollo de un filme. El director era el encargado directo de la parte creativa, pero el productor era quien manejaba el dinero y por tanto tenía la decisión final. En el sistema de estudios hollywodense, la autoridad del productor era tal que incluso, en muchas ocasiones, el director ni siquiera era parte de la postproducción, el armado final de la película. Si conceptuamos al cine como “arte”, en ese caso ¿quién era el artista?, ¿el que construía los distintos elementos de la narrativa, o el que decidía en ultima instancia la disposición que tendrían estos en el montaje final?

Siempre hubo directores (que generalmente combinaban esa función con la de productor), poderosos; es el caso de Hitchcok o John Ford, por ejemplo, pero a partir de los sesenta el concepto gano popularidad. Hoy, en los hechos, la discusión todavía no se ha zanjado, pero la idea de que detrás de cada obra debe haber un “creador” único, sigue vigente.

¿Productor o director?, lo concreto es que el que manda en una película es el que tiene la autoridad sobre el “corte final”, es decir, el que define como quedará la cinta finalmente.

Pero si en el cine el tema aun puede ser confuso, en la televisión es mucho peor. Quien es el creador en las series televisivas ¿el “showrunner” ?, figura que tiene las funciones del “productor clásico” del viejo Hollywood, ¿los inversores?, ¿los directores de los episodios? (¿ya que generalmente en las series son varios?

Lo concreto es que el audiovisual por su complejidad técnica, narrativa y financiera, implica un trabajo colectivo, y allí los niveles de “autoría” pueden variar de acuerdo a la forma que adquiera el entramado de funciones y criterios de los componentes del equipo (en el caso del cine boliviano por ejemplo, uno  puede preguntarse sobre los niveles de la contribución “como autor” y por tanto en la personalidad de las cintas, de un personaje como Oscar Soria, que fue guionista de directores diversos, en sus mejores trabajos).

En el caso de la televisión podemos encontrar ejemplos diversos: nadie puede discutir la autoridad de Vince Gilligan en trabajos como Breaking Bad (2008 - 2013) y Better Call Saul (2015-2022), pero entramos a la nebulosa si analizamos un caso como el de Raised Whith Wolves (2020-2022). Una serie en la que los principales elementos temáticos (androides y monstruos del espacio), vienen de las películas más conocidas de Rydley Scott: Alien (1979) y Blade Runner (1982), en la que este cineasta figura como productor ejecutivo y director de los primeros dos capítulos. Y sin embargo, si uno analiza la “consistencia” de la mismas; su ritmo pausado, seco y analítico, alejado de los fuertes giros que caracterizan su cine, da la impresión que la autoría corresponde más bien Aaron Guzikowski , también productor ejecutivo y principal guionista. Si este fuera el caso, se podría suponer que la presencia de Scott en el proyecto, tiene que ver con un objetivo comercial; aprovechar el “gancho” que implican el nombre y la obra del director.

En Merlina, a pesar de que Tim Burton, según dicen las reseñas, estuvo involucrado en el proyecto desde hace una o dos décadas, da la impresión que operó un fenómeno similar.

En la serie hay elementos, sobre todo estéticos que la identifican con el cine de Burton (una propuesta que podríamos denominar como “gótica – pop”, con elementos oscuros, pero perfectamente adaptables a las modas imperantes en los circuitos comerciales); por otra parte el personaje se acomoda a las preferencias que el realizador a mostrado por personajes basados en comics, con rasgos “oscuros”.

Sin embargo, las similitudes quedan allí. Merlina es fundamentalmente una serie para adolescentes, y sus resortes argumentales tienen más que ver con el viejo suspenso heredado de

Hitchcock, que con los regodeos esteticistas y argumentales que caracterizan las películas del director.

Una adolescente aparentemente incompatible con la vida social, e inconmovible en su visión cínica y desencantada de la vida; es enviada a una escuela en la que tendrá que enfrentar un misterio (asesino múltiple de identidad desconocida), a tiempo que va desarrollando empatía con varios de los personajes adjuntos.

Las virtudes de Merlina son varias: el personaje está muy bien construido y la decisión de que la protagonista recurra al método facial de Buster Keaton (no mover un solo musculo de la cara durante todo el metraje) es acertada. En el desarrollo se insiste en su lado inconmovible, lo que da pie que los tramos finales, cuando se produce su “conciliación” con el entorno, tengan mas fuerza. Los personajes secundarios están bien construidos; la decisión de colocar a “dedos” (la mano con vida propia), entre ellos y darle una personalidad (vanidosa, valiente, etc.) es otro acierto clave.

Por otra parte, la trama se mueve con facilidad en base a los mecanismos diseñados tiempo atrás por Conan Doyle y Agatha Christie (sospechosos que van desvirtuándose uno a uno, hasta que se llega al menos pensado).

Quizás el mayor defecto de la serie es el de su excesivo alargamiento (notorio en varias otras propuestas, lo que da a entender que se trataría de un condicionamiento de las plataformas de streaming). Con dos o tres capítulos menos, (con lo cual  se podrían haber evitado los dramas familiares madre – hija, que entendemos poco aportan a la historia), evidentemente se  hubiera ganado en contundencia.

¿Es Merlina una obra con la que usted se puede encontrar con el Tim Burton de las propuestas innovadoras y narrativamente atrevidas como Beetlejuice  (1988) o Eduardo Manos de Tijera (1990)?, seguro que no. ¿Es una obra notable en la televisión contemporánea?, tampoco. Pero si usted gusta de una serie de temática juvenil y suspenso bien hecha, sin mayores expectativas, sin duda disfrutara el visionado. 

Rodrigo Ayala es crítico del cine y columnista





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