Tapa de la novela de Rosario Barahona
Por
Joan Villanueva/Tres Tristes Críticos
De esta noche no te marchas (La Paz: Editorial 3600, 2021) de Rosario Barahona es una novela que invita al lector a explorar dos historias: una que se construye a partir de los recuerdos de Montecristo, un exrrevolucionario de la década de 1970 que sufrió la violencia de la dictadura de Hugo Banzer Suárez; y otra que transcurre en el año 2019 sobre el drama intergeneracional que viven Montecristo, respetado izquierdista, y Micaela, una joven periodista. En casi todos los capítulos, la novela cede el protagonismo al pesado monólogo del primero, quizás un gesto reverencial hacia aquellos personajes: los patriarcas de izquierda que nos dejó la historia reciente boliviana. Tal reverencia se extiende también a las formas en que Montecristo encarna esa figura y a cómo se construye la historia en la novela. Esto nos abre o nos permite dos interpretaciones posibles: la reverencia es el modo en que Barahona propone homenajear a los sobrevivientes del horror que significaron las dictaduras en Bolivia o, en una interpretación más interesante, la suya es una manera paródica de abordar el tema de la muerte histórica de la figura del patriarca de izquierda, sea quien este sea.
Los temas que la novela toca en sus dos historias entrelazadas son muchos: además de la figura del patriarca, la persistencia de la memoria de la dictadura, la construcción de un nuevo archivo en tanto dispositivo de la memoria, la posibilidad de un diálogo intergeneracional entre personajes (algo antagónicos: un hombre asentado en sus certezas y una mujer investigadora), los asaltos –por los daños de la dictadura– del estrés postraumático y los hechos mismos del período (1971-1978) de Banzer en Bolivia. De estos temas, el tratamiento de la figura del patriarca es el que cabe destacar por la ambigüedad con que se lo hace. La novela recurre al gesto reverencial que, ya lo decíamos, puede tener dos lecturas: el relato expresa admiración por el patriarca o sugiere burlarse de él. (La novela está narrada, de hecho, no por uno sino por tres narradores: uno en tercera persona, que se ocupa de los hechos del pasado, de la dictadura, en 1971; otro también en tercera persona, que se acerca al presente de la novela, en 2019; y uno más, en segunda persona, que es hostil a Montecristo y narra los hechos del presente).
Por un lado, todos los narradores comparten cierto gesto que es interrumpido apenas por algún pequeño cambio de registro que queda, cuando menos, extraviado. Es claro que la figura del patriarca es tratada reverencialmente porque, a través de las páginas de la novela y cuando se menciona a Montecristo, el tono es más bien solemne y a veces hasta patriótico. El patriarca que nos muestra la novela es un intelectual, cuando no un snob de izquierda, docente de Ciencias Políticas de una universidad privada (con aires de Universidad Católica Boliviana) al que se adorna con referencias a grandes obras intelectuales o artísticas (Paul Ricoeur, René Zavaleta Mercado, Jaime Saenz, Óscar Cerruto, Jorge Ruiz, etc.), que son mencionadas de pasada, como quien cuelga un cuadro en la pared de la sala y lo señala con el dedo, interrumpiendo alguna conversación.
Por otro lado, el mismo gesto reverencial puede ser objeto de una interpretación más interesante, y hasta se puede decir que gracias a él se refuerza un efecto bien logrado por la novela: el del aburrimiento que causa la malhablada cháchara interior de un viejo docente universitario, antes revolucionario y ahora conservador. Poco contribuyen al aire grave del personaje las descripciones que hace de Micaela, a quien admira “por su intensa palidez” (sic), a quien considera una “niña” y cuyo trabajo incluso cree que podría llegar a valorar. Es mediante estos pequeños gestos de viejo verde o de hombre caduco que el tono en el que se describe o presenta a este personaje, víctima de la dictadura, se torna de grave a jocoso y es gracias a ese mismo tono que la novela problematiza la figura del patriarca de izquierda.
En cuanto a su estructura, la novela no posee índice o dirección alguna aparte de las fechas y lugares que titulan cada fragmento. Tiene 48 capítulos, de los cuales sabemos que: a) 30 están ambientados en el año 2019, b) 16 están ambientados en 1971 y c) 1 está ambientado en 1985. El último capítulo se llama “Desafuera” y relata el abandono que sufre Montecristo de su esposa, Malena. Sin ella, admite el personaje, su vida se convierte de inmediato en un desastre, pues, según el narrador en segunda persona, medio edípico, “ella te había mimado demasiado, como a un niño pequeño, quizá como al hijo que nunca tuvieron”. Este capítulo oficia de núcleo narrativo y le abre paso a una interpretación ligada directamente a lo que en la terapia Gestalt llaman el “niño interior” (del personaje), a quien supuestamente hay que sanar mediante un trato de amor y de respeto para convertirse en un buen padre (de este hijo-yo). ¿Son estos lapsus de desesperación del personaje una pista de hacia dónde se dirige la obra de Barahona?
Volvamos al narrador. ¿Por qué se nos presenta a un narrador hostil y no a otro? ¿Es la culpa la que obliga a este narrador-padre a ser hostil con su “niño interior”? ¿O es una excusa para exhibir moralismos en la novela? Moralismos en tanto castigos narrativos, como cuando el narrador le reprocha al patriarca el hecho de que se quedara sin empleada, esposa y madre, y, por tanto, sin posibilidad de tener hijos, de dejar un legado (“un hijo nonato, como una bala de plomo sobre tu pobre alma”). Y, mientras el moralismo aparece en la narración, a propósito o no, también lo hacen los recuerdos de experiencias vividas en un campo de confinamiento político en el Madidi, al mero modo en que se experimenta el estrés postraumático. En estos recuerdos, que surgen en fragmentos, se propone un paisaje en el que lo único esperanzador –entre los uniformes de militares– son las alabanzas y las oraciones católicas. Recordándonos, quizás, los grandes valores (Dios y la Patria) que persigue la novela o que acosan a Montecristo.
Y todavía quedan preguntas por resolver. ¿Por qué Micaela, la “pálida y hermosa” periodista, tiene tan poca presencia en la novela? ¿Quizás la ilustración de la tapa del libro, deJoaquín Cuevas, ya nos indique que ella, como las referencias a los grandes intelectuales de la historia, también es un adorno en la obra? ¿O es que esta novela trata, más bien, de invitarnos a disfrutar de la agonía del patriarca de izquierda? O tal vez todo esto imite un acto de abandono, como cuando algún pueblo nómada deja atrás a uno de sus ancianos pues este ya no puede andar al ritmo de los demás miembros del grupo. Acaso por ello la novela termine preguntándose: “Montecristo, Montecristo, ¿cuándo diablos has de callar?”.
Rosario Barahona nació en Sucre, Bolivia, en 1974. Estudió Literatura en la Universidad Andina Simón Bolívar e Historia en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca. Es autora de artículos de historia boliviana. Su novela Huésped fue finalista del Premio Nacional de Novela 2003. Su cuento “Cuando las palabras resuenan armadas” ganó la mención de honor en el Concurso Nacional de Cuento Adela Zamudio de Cochabamba, el 2011. En 2012 obtuvo el Premio Nacional de Novela con Y en el fondo tu ausencia.
Joan VIllanueva es escritor y crítico