¿Por qué la saga Matrix, a pesar del enorme éxito de su primera película, fue un fracaso como conjunto a diferencia de las otras dos trilogías?
La saga Matrix alcanzó cuatro películas. Foto: elcomercio.com
Rodrigo Ayala Bluske/Tres Tristes Críticos
La primera parte de la saga Matrix, compuesta por The Matrix (1999), The Matrix Reloaded (2003) y The Matrix Revolutions (2003), al igual que otras similares como la primera parte de la saga de Star Wars (1977 -1983) o la de El Señor de los Anillos (2001 – 2003), trata acerca del viaje de iniciación de un héroe. Neo, al igual que Luke Skywalker, o que el hobbit Frodo, tiene que adentrarse en un mundo nuevo, lleno de peligros, para ir conociéndolo poco a poco y a la vez descubrirse como un héroe.
¿Por qué la saga Matrix, a pesar del enorme éxito de su primera película, fue un fracaso como conjunto a diferencia de las otras dos trilogías? A mi juicio porque sus directores los (entonces) hermanos Wachowsky, liquidaron el viaje iniciático en la primera cinta, despojando de sentido a las dos continuaciones. Luke Skywalker, llegaba a su madurez recién en los últimos minutos de El Retorno de El Jedi (1983), por su parte los espectadores fuimos testigos de los interminables minutos de sufrimiento de Frodo en las tres cintas de la serie “El Señor…”. Sin embargo, Neo, al terminar la primera The Matrix, ya era una suerte de Superman hecho y derecho, que podía volar y detener balas entre otras peripecias. Dicho error conceptual nos condenó a los espectadores a ver dos secuelas, cuyo único mérito era el de mostrarnos interminables peleas en cámara rápida, persecuciones inacabables, y una especie de concurso de efectos especiales aplicados al cine de acción; todo ello sin ningún marco dramático coherente.
¿En qué consistía la magia de la primera The Matrix, la que como hemos dicho varias veces en esta columna, la convirtió en una de las películas de referencia del nuevo siglo? Es difícil descubrir la formula exacta, pero podemos acercarnos a algunos de sus componentes. Si bien no fue la primera en intentar hacerlo, la cinta tuvo la fuerza para poner sobre el tapete de la cultura popular, la transformación que la humanidad vivía en ese momento merced al influjo de la tecnología digital. A su vez ese discurso se enlazaba directamente con uno de los sentimientos (transformado en tendencia política) más importantes de la sociedad contemporánea: somos una sociedad donde “sabemos” que todo anda mal, a pesar de que nuestros dirigentes nos dicen que todo está bien estamos engañados, somos víctimas de una explotación, aunque no sabemos bien cuál es su origen. Por otra parte, el héroe elegido, Neo, encarnaba perfectamente a las nuevas generaciones; un “hacker” de doble vida, tan cercano a los submundos de la noche, como a las oficinas de yupies de la sociedad establecida.
A su manera The Matrix, se enlazaba con algunos de los resortes ideológicos más enraizados en el imaginario social. Cuando Morfeo le daba a Neo, a elegir entre la píldora azul (seguir adormecido en el confort), o la roja (descubrir la realidad y seguir el sendero del sufrimiento), en realidad nos recordaba el eterno dilema de toda rebeldía, que se da desde tiempos inmemoriales. Por otra parte, la descripción la realidad cono la de un ente generado por la mente, viene desde las famosas teorías del Arzobispo de Berkeley del siglo XVIII, aunque sus orígenes primigenios pueden ubicarse muchísimo antes. Podrá decirse que la declaración de amor de Trinity a Neo, cuando este luchaba por su vida, es copiada de miles de ejemplos (en realidad es una versión invertida, del beso del príncipe a Blanca Nieves), pero en el contexto de la película es creíble. De igual manera la imagen de ambos, cargados de armas y con los casquillos de balas cayendo a granel en cámara lenta, cuando van a rescatar a Morfeo.
Las/los hermana(o)s Wachowsky, no solo fracasaron con las secuelas de The Matrix, sino con toda su producción posterior; no pudieron ni repetir el enorme éxito comercial con propuestas como “Meteoro” (2008), ni crear nuevas cintas exitosas de profundidad ideológica con “Cloud Atlas” (2012), ni nuevos mundos para el imaginario colectivo con “El Ascenso de Júpiter” (2015). De ahí, que podemos imaginarnos la dura discusión de las creadoras con los ejecutivos de la Warner Brothers al momento de plantearse una nueva parte de la secuela de The Matrix, tratando de evitar que repitiera el descredito de las dos anteriores. Sin duda la dureza de discusión se refleja en que “Matrix Resurrections” es la primera cinta dirigida por una de las hermanas, Lana, por separado.
El esfuerzo para plantear algo “novedoso” que pudiere “repetir la magia” se nota en la película, aunque conduzca a un resultado fallido. ¿Cómo repetir el impacto de escenas icónicas como la primera persecución de Trinity, o la de las pastillas de Morfeo, etc.?, pues simple y llanamente, reproduciendo las originales, comentándolas por medio de otros actores y volviendo a reproducirlas con algunas variaciones. “Matrix Resurrections” apunta a varias cosas a la vez; reproduce la situación inicial (Neo alienado en la realidad ficticia), entra en el “cine dentro del cine” (o video dentro del cine en este caso), ya que Neo reproduce su historia en un video juego en la pelicula. Por otra parte, comenta, ¿se bula?, de las presiones de la productora para hacer la secuela (presiones para hacer otro “video juego, aunque no sea necesario). El gran aporte a la nueva época (la del Me Too) es el de proporcionarle a Trinity, un rol protagónico. Ya no nos encontramos frente a un Superman macho solitario, sino que a su lado también hay una Superwoman para acompañarlo.
“Matrix Resurrections” se esfuerza por usar la imaginación, y nos muestra como las ideas mal hilvanadas, aunque sean muchas también pueden ser sosas y aburridas. ¿Habrá más Matrix a futuro?, todo es posible, aunque queda claro que la magia se repite solo en muy pocos, contados casos.
Un detalle más, que, si bien no está relacionado directamente con la cinta, tiene que ver con el planteamiento general de ella. Muchos pensadores nos dicen que estamos en un momento histórico en el que la humanidad ha logrado desarrollar las herramientas, para transformar sustancialmente la realidad, pero que no lo hace por las ataduras sociales existentes (relaciones de poder, de propiedad, mercados, etc.). De alguna manera las Wachowski son testigos de ello; comenzaron la saga siendo hombres; su “conciencia” les dictó que en realidad deberían ser mujeres, y la ciencia les brindo los elementos para que lo consigan. Algo que era ciencia ficción tan solo hace unas décadas, y que hoy nos muestra las enormes posibilidades que tiene la humanidad hacia adelante, entrampadas lamentablemente en las diversas limitaciones que la sociedad contemporánea se impone a sí misma.
Rodrigo Ayala es ensayista y cineasta