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Cultura | 09/01/2022   10:18

“The Guilty”

Poster de la Película de El Culpable Foto/YouTube

Tres Tristes Críticos / Fernando Molina 

La película “The Guilty (El culpable)” recientemente presentada por Netflix resulta interesante para los cineastas nacionales porque podría ser, en principio, un filme de bajo presupuesto. Es lo que en inglés llaman “one-location film”, un filme rodado íntegramente en un solo ambiente. En este caso, la oficina de la central de emergencias de Los Ángeles (911). También tiene un solo actor protagónico “presencial”. Los demás personajes son interpretados por voces que escuchamos a través del teléfono. Claro que este actor, el cual soporta la película sobre sus hombros, es nada menos que Jake Gyllenhaal, un artista tan bueno como caro. Su actuación constituye lo más destacable de “The Guilty”. Sin una performance de este nivel, la película no funcionaría. El director también es muy famoso: Antoine Fuqua filmó “Día de entrenamiento” y muchos otros thrillers policiales. Así que, sumando sueldos, podemos explicarnos los 30 millones de dólares que pagó Netflix por los derechos de distribución.

Gyllenhaal es Joe, un policía con serios problemas: debe comparecer horas más tarde dentro de un proceso sobre un hecho policial en el que estuvo envuelto (el cual no se revela). Solo sabemos que ha sido sancionado con esa su posición de telefonista del 911, que él odia, y que está en medio de un divorcio y no se resigna a perder a su esposa y su hija. Joe se comporta de una forma excesivamente temperamental, que no encuentra asidero en lo que se nos deja saber de él y de lo que le pasa. Esto puede resultar inicialmente exasperante y artificioso.

El guion mejora cuando el policía recibe la llamada que lo va a tener ocupado el resto de la película. Una mujer le cuenta que está siendo secuestrada por su ex marido. Joe trata de salvarla de una manera desesperada, que le lleva a chocar contra sus colegas y los procedimientos policiacos. Luego, la trama da un giro que impacta, aunque algunos  críticos lo han considerado un “golpe bajo”. El final también está algo traído de los cabellos, como el principio de la película. El rumbo de los acontecimientos tampoco se justifica por lo que sabemos y, por tanto, resulta poco verosímil. En todo caso, estamos 90 minutos prendidos a la pantalla y exclamando de tanto en tanto, en relación a Gyllenhaal: “¡qué actorazo!”.

Fuqua busca compensar la falta de eventos en la pantalla con dos métodos: un montaje dinámico y una decoración de televisiones con imágenes de los incendios forestales que se están produciendo en ese momento, los cuales tienen la policía muy ocupada y complican la resolución de todos los casos de esa noche, incluido el secuestro de la mujer. 

Igual que el sexo, las historias deben suceder primero que todo en nuestras mentes. No importa cómo se nos muestre tales y cuales sucesos, cómo se los describa y presente, si con palabras, imágenes o, en este caso, sonidos. Lo importante es que los significantes estén articulados de una manera que logren hacernos imaginar. “The Guilty” nos recuerda dónde reside realmente el secreto de narrar historias. En un tiempo en el que el cine aparece ser altamente dependiente de los efectos especiales, un filme que usa como máximo los antiguos trucos de la radio (sonido ambiente, ruidos, etc.) y que, pese a ello, tiene éxito para contar lo que quiere contar a una audiencia global, resulta digno de aplauso.

Hay que mencionar que la idea original no pertenece a la industria norteamericana. “The Guilty” es un remake de un filme danés del mismo nombre. Desgraciadamente no pude verlo, pero la crítica señala que este era bastante mejor que la versión estadounidense, que solo se justifica, entonces, por razones de comercialización.

Los cineastas y otros artistas bolivianos podrían ver esta película como inspiración para hacer obras con un mínimo de recursos. 





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