Brújula Digital |12|9|20|
Rodrigo Ayala Bluske, Tres Tristes Críticos
La buena noticia es que casi toda la obra del argentino Damián Szifron se puede ver de forma libre en YouTube. La mala es que justamente su película más conocida, Relatos Salvajes (2014), no se encuentra en dicho buscador. Pero es una mala noticia de poca significación debido a la gran accesibilidad que posee dicho título, ubicable fácilmente en plataformas o puestos de venta de películas, mientras que el resto de su producción, alguna de la cual es desconocida para el gran público, se puede visualizar en la red sin problemas.
Queda claro que el mayor referente de Szifron es el director norteamericano Howard Hawks y gracias a ello, se ha convertido en uno de los mayores referentes contemporáneos en cuanto se refiere a adaptaciones genéricas a una realidad concreta. Igual que Hawks, Szifron ama el cine de aventura y la comedia y en toda la primera parte de su carrera jugó con esos géneros en la construcción de tramas brillantes y en un uso pulcro del lenguaje.
Szifron utiliza sin ningún problema ni pudor los recursos preferidos de Hawks; en primer lugar, el cine denominado como Buddy Movie, es decir las películas basadas en la amistad masculina, de las que el norteamericano fue el principal exponente. Pero también el planteamiento de “el grupo”, es decir los amigos de diversas procedencias y condiciones que enfrentan un enemigo común y que también tienen en la amistad la motivación última para sus acciones.
La opera prima del director, El Fondo del Mar (2003), es una obra curiosa. Para desarrollar una trama que correspondería al melodrama sentimental, Szifron utiliza elementos lingüísticos que nos retrotraen al cine de suspenso y en menor medida, a la comedia. El protagonista quiere descubrir la identidad del hombre con el que lo engaña su pareja, lo que lo obliga un viaje de indagación que finalmente termina en el autoconocimiento. En la intriga pareciera que nos estamos acercando a un asesino serial, en las caricias se nos habla de una relación tensa que esconde algo de misterio, pero en realidad nos encontramos frente a una decepción amorosa típica. Es una película basada en tres personajes que transcurre con gracia y facilidad.
El segundo trabajo de Szifron es la serie de televisión Los Simuladores (2002, 2003), de formato tradicional, con principio y fin independiente en cada capítulo, pero manteniendo los mismos protagonistas, que se convirtió en uno de los mayores sucesos en la televisión argentina. Aquí por primera vez combina la aventura con la comedia, bebiendo en su planteamiento de cintas como El Golpe (1973) de George Roy Hill e inclusive Nueve Reinas (2000) de Fabián Bielinsky. Se trata de un grupo de especialistas en falsificar la realidad, inusual oficio que ejercen para resolver causas justas y que además les sirve para mantener un extravagante estilo de vida.
El largometraje Tiempo de Valientes (2005) es el tercer trabajo del director. Desde el titulo se trata de un homenaje realizado en forma de reescritura al cine de Hawks; un psicólogo y un policía, unidos a la fuerza en principio, terminan convirtiéndose en socios y amigos para enfrentar una situación desesperada. Al terminar de ver la película se puede sentir plenamente la sensación que acompaña a la mayor parte de las cintas de Hawks; el placer por haber visto algo bien contado, el gusto por un cine de genuino entretenimiento llevado a cabo sin golpes bajos y con ingenio y sin ningún tipo pretensión rebuscada y trascendentalista.
El cuarto emprendimiento de Szifron es el de la serie Hermanos y Detectives (2006 es el año de estreno de la versión argentina), una vez más una variante del Buddy Movie. Un policía se tiene que hacer cargo de un hermano de 10 años al que no conocía, pero que tiene una inteligencia superior; como es natural en este tipo de historias, se convierten en compinches, y con un tercer personaje, otro policía, forman el “grupo” que se dedicará a resolver diversos casos policiales. De menor impacto que Los Simuladores, este trabajo también ha sido elogiado por la calidad de su realización y el ingenio de la trama.
En 2014 el director estrenó Relatos Salvajes. Se trata de la transición hacia otro tipo de cine, otra etapa podríamos decir. Szifron sigue utilizando los mecanismos de la narrativa clásica, pero para abordar una temática de mayor envergadura. En la cinta asistimos al retrato de la sociedad argentina contemporánea, con una fuerte carga de histeria llevada a situaciones límite. Todos somos animales evidentemente y la realidad cotidiana hace que nuestros instintos se desaten. No es casual que la película se haya constituido en el mayor éxito de taquilla de nuestros hermanos del sur.
El cine de Szifron nos hace recuerdo a la frase atribuida a Picasso: “A mis 18 años yo pintaba como Miguel Ángel”, es decir que, si quieres crear un nuevo lenguaje, primero tienes que dominar el clásico. No hay ninguna novedad en ello, los renacentistas renovaron de una manera nunca antes vista la estética y el conocimiento buscando imitar elementos de las culturas clásicas. El cine de Szifron en ese sentido resulta siendo un bálsamo de buen gusto en un continente donde abundan los realizadores que quieren ser Picasso a la primera película y donde hay un ambiente que de manera sistemática te impulsa a ello (exceso de intelectualismo trascendentalista frente a la ausencia de mercado).
Szifron no ha creado un nuevo lenguaje ni tampoco ha consolidado una propuesta novedosa en forma completa, a pesar de que Relatos Salvajes tiene elementos que podrían indicar alguna base para ello. Han pasado seis años desde su estreno y seguramente los próximos trabajos del director nos darán pautas para saber si seguirá ahondando en esa vía o volverá a refugiarse en la zona de confort de los formatos clásicos que maneja tan bien. En todo caso lo que queda claro es que hasta ahora la escasa obra del argentino constituye un oasis de buen cine de entretenimiento y adecuado manejo de lenguaje en medio de un universo generalmente signado por propuestas más bien irregulares.