La historia es una excusa para explorar la dinámica de la ambición y cómo la vida íntima de los líderes impacta la del pueblo.
Tenemos a tres actrices en su esplendor: la ganadora del Oscar por esta película, Olivia Colman como la reina Ana (la primera soberana de Gran Bretaña y la última de la casa de los Estuardo); Rachel Weisz, como la duquesa de Marlborough; y Emma Stone como Abigail Masham, una pariente lejana de la duquesa que llega a revolucionarlo todo.
La historia es una excusa para explorar la dinámica de la ambición y cómo la vida íntima de los líderes impacta la del pueblo.
Algo que se nota inmediatamente se empieza a ver la película, es que fue filmada en tomas amplias. Se usaron lentes de ojo de pez de seis milímetros, que son los que logran las tomas más amplias en la industria del cine. ¿Cuál era el punto? Las tomas vastas significan que podemos observar a los personajes en sus espacios (lo que hace que el espectador se sienta parte de los mismos).
El director dijo que desde el principio tenía la idea de personajes solitarios ubicados en grandes espacios, por lo que las escenas expresan la soledad y el miedo de las personas que están en lo más alto de la sociedad, son la “creme de la creme” (que en realidad terminan siendo ese líquido blanquecino que uno bota antes de empezar a tomarse el yogurt).
También se ve que los personajes transitan interminables pasillos, como una alegoría a que su paso por el castillo siempre será un camino jerárquico, largo y solitario. Sandy Powell, la diseñadora de vestuario, que fue nominada a un premio Oscar y que ha ganado tres de esos premios en el pasado, dijo que vistió a la reina y a su entorno como accesorios de un palacio lleno de opulencias del cual nadie puede escapar.
Por otra parte, la dinámica de los géneros es interesante, ya que en esta película el protagonismo se lo llevan las mujeres y llevan un look natural, mientras que los personajes secundarios, que llevan maquillaje, peluca y tacos, son los hombres.
Se podría decir que, en el fondo, esta película habla en realidad de nuestros tiempos. La toxicidad de un ambiente politizado y los comentarios sobre la falta de igualdad, polarización y pobreza extrema, valen para nuestros días.
En la película, ambos polos tienen miedo: la clase baja lucha por sobrevivir y la alta, por preservar su estatus, lo que crea una competencia salvaje. Se hacen también guiños a lo absurda que puede llegar a ser la clase dominante en determinados contextos (dos momentos claves en ese sentido son las escenas de una carrera de patos y en la que unos varones de la corte no encuentran nada mejor para divertirse que lanzarle naranjas).
“La Favorita” es impecable en todos sus detalles, de principio a fin. Es un deleite visual.