“Buscamos el pasado en el presente, pero en función de lo que estamos haciendo hoy y de nuestras inquietudes hacia el futuro. No se trata de una visión lineal del tiempo donde hay un pasado, un presente y un futuro, sino que la noción de memoria significa comprimir eso en un escenario del presente”. Elizabeth Jelin
El epígrafe del inicio pertenece a la argentina Elizabeth Jelin cuya vasta obra es fundamental para comprender la importancia de la memoria. Una de las reseñas sobre su obra cita: “No es que exista un pasado, un futuro, una memoria o un recuerdo igual para todas; no hay una memoria única, puede haber en algún momento una memoria dominante en el sentido de imponer un relato del pasado, pero distintos grupos, generaciones o colectivos rescatan del pasado las visiones propias, y esto significa que van a existir conflictos alrededor de esas interpretaciones.”
Es el caso del libro que hoy presentamos, que recoge en cien páginas la tercera edición el libro escrito por Alfonso Gumucio Dagron en 1980, mientras esperaba asilado en la embajada de México un salvoconducto que nunca llegó y que lo llevó a un periplo que lo condujo a México donde el testimonio sobre el golpe de estado de García Meza en 1980, fue reconocido con un premio del Instituto Nacional de Bellas Artes de ese país. Moro, como se le conoce amistosamente, al autor recorre la historia de esos días a través de un relato escrito día a día donde aborda temas relevantes que, más allá del carácter testimonial, son un aporte a la verdad que merece ser conocido y difundido. Este es un ejemplo:
Renato y Renán
Renato Hurtado fue apresado el 24 de julio cerca de su casa, en Tembladerani, después de la hora del toque de queda. El joven de 17 años estaba ebrio y profería insultos en contra de la institución tutelar de la patria.
En el Estado Mayor un oficial no tuvo reparo en ponerlo inmediatamente frente a un pelotón de fusilamiento.
Menuda sorpresa se llevó uno de los soldados cuando reconoció en Renato a su propio hermano. Renán Hurtado se negó a disparar. Lloró, pidió perdón para su hermano. El oficial, ebrio de alcohol y de ira, apoyó el caño de su revólver contra la cabeza del soldado:
—¡Si no disparas tú, disparo yo! — lo increpó.
Al entierro de Renato asistió doña Pastora, la madre, y en medio del llanto contaba que su hijo Renán, el soldado, estaba loquito desde aquella noche (Gumucio 2025, 3a ed)
El hilo conductor de este libro, que conmueve y enseña, es la memoria. El ayer puesto sobre la mesa de hoy. Por sus páginas aparecen hechos, personas y luchas que relatan en primera persona un drama colectivo que tuvo por lo menos dos aristas sobresalientes: el juicio de Responsabilidades que llevó a la cárcel a García Meza y que constituye, para la historia, el acto de justicia más importante de nuestra historia contemporánea. ¡Gracias Juan Del Granado!
La otra arista es la deuda que queda pendiente con las víctimas, sus familiares y la sociedad, que permanece como una herida porque lo que debió continuar con una acción estatal a favor de la verdad la justicia y la reparación, ha sido sepultada ignorando las responsabilidades de muchos actores y el reclamo de muchas víctimas que aún esperan que los militares develen , por ejemplo, donde se encuentran los restos de ese gran líder que fue Marcelo Quiroga Santa Cruz; los cambios en la educación y el aprendizaje del respeto a los derechos humanos. Bolivia tuvo, hace poco, una comisión de la verdad, que ha sido lo menos parecido a una Comisión de la Verdad: no ha producido ni verdad, ni justicia, ni reparación. Por eso este texto abre la posibilidad de un debate sobre una agenda, que como lo ha mostrado la actual campaña electoral, está muy lejos de quitarle el sueño a los futuros gobernantes No importa quien gane, no es probable que ni la reforma judicial ni los derechos humanos le ganen a la agenda económica ni a ninguna otra. Le toca a la sociedad civil abrir espacios como este.
Gumucio nos cuenta sobre su paso por el semanario Aquí y el papel de ese gran jesuita que fue Luis Espinal, asesinado antes del golpe por denunciar las violaciones a los derechos humanos. Testigo de muchos hechos dolorosos que debemos leerlos en clave de futuro. También recuerda el papel de otros medios y especialmente las radios mineras como bastión de la información.
El libro contiene pasajes breves pero suficientes para dar cuenta de la ironía con la que relata los dolores y amenazas previas al golpe, como la foto que ilustra el momento en que el comandante del regimiento Tarapacá regala la máscara del gorila a la presidenta Lidia Gueiler, quien habría sido dejada seis meses después del aniversario de esa unidad militar, símbolo del golpismo. No es un anecdotario, es una crónica diaria, bien escrita y que quien lea podrá evocar y completar con su experiencia.
Alfonso habla de la clandestinidad, en tiempos donde las tecnologías que hoy utilizamos habitualmente no existían. Me lo imagino tecleando en un cuarto oscuro la máquina de escribir donde plasmó todas las historias de este entrañable texto. El encierro era casi total, el miedo casi absoluto y a la vez las ganas de vivir multiplicaban la solidaridad. Así nuestro autor logró escribir lo que vivía y escapar al exilio.
Nos recuerda instituciones que han cambiado: la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, el CONADE, gracias a testimonios de personas como Gonzalo Aguirre que vivieron el asalto a la COB y que nos remiten a sus orígenes. Otra parte muy importante se refiere a las radios mineras como la Radio 21 de Diciembre de Catavi y su resistencia a la dictadura; las amas de casa mineras cumpliendo siempre el papel tan anónimo como estratégico. Hoy las tecnologías nos permiten conservar las huellas de lo que ocurre y sin embargo, no es evidente que podamos recordar. Un testimonio como este nos permite revivir, recordar y reinterpretar.
El libro retoma los momentos en que un tal coronel Estrada, encargado de la seguridad de la presidenta Lidia Gueiler, intentó asaltar su habitación y nunca fue sancionado. Nos recuerda la incursión violenta de agentes de la dictadura argentina, el papel de medios e instituciones cruelmente representados por las siniestras ambulancias que recorrían el país y la participación de los “tiras” como el Mosca Monroy que jugó un papel siniestro como lo hicieron también Coco Balbian y muchos otros traicionando a sus compañeros del ELN y pasando a militar en ADN de Banzer. Siguen impunes.
En fin, cada página remueve el alma y aporta con fragmentos que retratan la historia de ese tiempo. Hay mucho más, pero cierro recomendando su lectura y preguntándome cuánto de lo que aquí relata Gumucio merece una reflexión hacia adelante. ¿Es este el mismo país donde García Meza pudo violar todos los derechos humanos? ¿Dónde están los militares que ejercieron el poder durante los últimos años? ¿Qué pactos hicieron Morales y Arce con los responsables de las dictaduras? ¿Es preferible olvidar? ¿Quiénes son hoy la “vanguardia”? ¿Cómo distinguir la venganza de la justicia en tiempos en que el odio es la savia que recorre nuestras venas?
Sonia Montaño es feminista.