Brújula Digital|06|04|25|
Susana Bejarano | Tres Tristes Críticos |
A dos semanas de su estreno el 13 de marzo en la plataforma Netflix, “Adolescencia” se ha vuelto una de las series más comentadas. Para algunos críticos, esta miniserie de cuatro capítulos, de aproximadamente una hora cada uno, se convertirá en un material de culto.
No hay giros inesperados. De hecho, la voluntad deliberada de los escritores de la serie, Jack Thorne y el actor Stephen Graham, y del director inglés Philip Barantini, es que el espectador sepa en los primeros minutos del primer capítulo el meollo de la historia.
Esta trata de Jamie Miller (Owen Cooper), un adolescente arrestado por el asesinato de Katie, una de sus compañeras de escuela, a la que apuñaló siete veces con un cuchillo de cocina. Miller niega sistemáticamente ser el autor del hecho, pero existe evidencia contundente de su culpabilidad. La miniserie se concentra en tratar de entender los motivos por los cuáles un chico de 13 años ha podido matar a alguien de su edad de una forma tan brutal.
Graham –que además de ser uno de los escritores interpreta el papel central (el papá de Jamie)– ha dicho que tuvo la idea de la miniserie luego de leer noticias de prensa sobre dos crímenes muy seguidos que sucedieron en los dos extremos de EEUU: en ellos, jóvenes de 13 años apuñalaron a sus compañeras de escuela. La serie no se basa en un hecho real, pero sí se inspira en estos sucesos.
Graham cree que la responsabilidad de que personas tan jóvenes maten a sus propias compañeras es más colectiva que individual. Para defender esta tesis nos muestra las circunstancias en las que viven hoy los adolescentes. El resultado es una reflexión sobre el profesorado, el estilo de educación, la paternidad, la masculinidad tóxica, la exposición a las redes sociales, el “bullying”, la sociedad en su conjunto.
¿Necesitan los jóvenes más autoridad? ¿Mayor disciplina? ¿Castigos? ¿Menos exposición a las redes sociales? ¿Prohibición de pantallas?
Desde una postura conservadora, se puede contestar que sí a todo, pero otros creen que tal cosa no es posible y tampoco recomendable. ¿Dónde se ubica el punto intermedio?
Jamie tuvo una educación amorosa, nació en un hogar donde había padres que se amaban y respetaban mucho. Y, entonces, ¿qué paso? ¿No es suficiente el amor?
En realidad, Graham opina que no, que el amor es una parte; que no reproducir la relación que los padres tuvieron con sus padres es otra, pero que además se necesita estar presente, construir confianza, desmitificar el orgullo o la decepción que pueden generar los hijos. Ellos no tienen que tratar de hacernos sentir orgullosos todo el tiempo y, a la vez, nosotros como padres debemos estar siempre orgullosos de los hijos que tenemos. Qué reto.
“Adolescencia” nos hace pensar en cómo dar una mejor educación a los jóvenes; una educación más consciente de sus problemas, de los riesgos que viven a diario y de aquello a lo que están expuestos; una educación más próxima a ellos, más empática con ellos.
Esto se dice rápido, pero es de una complejidad enorme porque depende de las ideologías y las experiencias vitales de todos los miembros de una comunidad.
¿Cómo lograr que la soledad, los roles sociales, los encierros con las computadoras y los amigos que empiezan en la adolescencia no le coman la cabeza a nuestros hijos?; ¿cómo ser sus sostenes frente a los miedos que sienten, a los que la sociedad les mete?
En la miniserie está muy presente, de forma implícita, la pregunta “¿cómo se es hombre?”, “¿qué es ser hombre?”. Lo normal es mirar mujeres en toples, tener sexo, que las chicas ronden. ¿Pero qué pasa cuando esto no sucede? ¿Cómo se vive entonces la condición masculina?
La miniserie se ocupa de diseccionar a una subcomunidad virtual llamada “Incel” (término acuñado en la década de los 90 que quiere decir “celibato involuntario”). Estos jóvenes piensan que no logran tener encuentros sexuales porque las mujeres tienen algo en su contra. Esta conclusión decanta en misoginia extrema. Creen en la tesis del 80/20, que quiere decir que el 80% de las mujeres está disponible para el 20% de los hombres, por lo que el grupo del 20% puede vivir una vida promiscua, mientras que el resto queda fuera. El dolor que produce esta marginación se traduce en un cuestionamiento a la libertad que tienen las mujeres de rechazar a quienes deseen rechazar.
Esta es una problemática muy actual. Estamos viviendo en un mundo revuelto por las reacciones machistas contra la creciente independencia sexual de las mujeres contemporáneas. Independencia que se afirma, entre otras cosas, en los rechazos a los avances del sexo contrario. Al mismo tiempo, nadie le dice a los varones cómo gestionar sin drama estos rechazos. Cómo manejar el deseo cuando no es posible satisfacerlo. Cómo dejar de considerarse “feos” solo porque no logran el reconocimiento de quienes quisieran fueran sus parejas.
Como se ve, se trata de un audiovisual “de tesis” o “de ideas”. Sin embargo, los personajes y el drama no son meros vehículos de una concepción teórica. Al mismo tiempo que despierta las inquietudes que hemos anotado, el relato hace un abordaje concreto de un caso específico; una tragedia que, como todas, conmueve en su singularidad. Muy bien actuada, además. “Adolescencia” logra una fusión plena de forma y contenido.
La serie cierra de forma magistral, con una escena entre la madre Manda y el padre Eddie intentado encontrar respuestas, intentando sentirse menos culpables, intentado volver a ser ellos… La vida de todos ellos ha cambiado para siempre y la pregunta que sigue pendiente para todos es: ¿qué no fue suficiente?