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Cultura y farándula | 16/03/2025   04:05

En recuerdo de Gene Hackman

Gene Hackman y su esposa murieron en su casa de Nuevo México, él sin notar la muerte de ella. Su legado recuerda a artistas solitarios y viriles de EEUU como Eastwood o Hemingway. Su cine perdurará.

Gene Hackman (der.) y Willem Dafoe
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Brújula Digital|16|03|25|

Fernando Molina | Tres Tristes Críticos |

La Policía ha llegado a reconstruir la muerte de Gene Hackman y su esposa Betsy Arakawa, cuyos cadáveres se descubrieron hace poco dentro de la casa de la pareja en Nuevo México, Estados Unidos. Las conclusiones de la pesquisa son terroríficas: murieron de causas naturales; la primera en morir fue Arakawa, que cuidaba al gran actor ya muy golpeado por el Alzheimer, y este falleció varios días después sin poder darse cuenta de la muerte de su mujer y pedir ayuda. Toda una alegoría de la banalidad de las glorias mundanas (además de famoso, Hackman era millonario, ha dejado una herencia de 80 millones de dólares) frente a la inevitabilidad de la decadencia y la muerte, bla, bla.

Para no ser tan ñoños, digamos que lo que esta muerte doble comprueba es cuán triste es la soledad, así esta sea buscada, y el carácter implacable de la enfermedad de porquería esa.

En todo caso, la noticia nos ha recordado, a la tremenda, la obra y la existencia de un gran artista estadounidense, que, como suele pasar en ese país, embutía su sensibilidad y su talento dentro del envase del hombre de acción, del miembro de la clase trabajadora, del tipo viril, dado a los grandes espacios, a la soledad, a la borrachera, a las trifulcas en bares, a ir a la guerra y a hacerse a la mar. Son artistas estos que a menudo se encierran en sí mismos, dando la espalda a la fama y el reconocimiento. 

Puedo nombrar a varios creadores estadounidenses de este estilo, comenzando por Clint Eastwood, que dirigió a Hackman en “Los imperdonables”, es decir, en uno de los dos roles que le valieron a este un Oscar. El más acabado de esta estirpe sería por supuesto Hemingway, y habría que incluir en la lista a Cormac McCarthy, J.D. Salinger, Charles Bukowski, Bob Dylan, etc. Me parece obvio que hay una relación entre esta actitud viril-ermitaña y la cultura nacional. Hackman murió en un suerte de rancho; un lugar parecido, aunque en dimensiones más grandes, a las casas de Hemingway que se han convertido en museos. Hay una relación entre estas preferencias y el paisaje y la historia de los Estados Unidos, y la mitificación del cowboy en su cultura.  

(También existen artistas estadounidenses a lo Andy Warhol, Joyce Carol Oates o Woody Allen, aparentemente ultravulnerables, pero esto solo demuestra que los estereotipos son tontos, aunque no por eso dejémoslos de encontrarlos interesantes). 

Hackman fue un gran actor. Creo que esto se puede notar, más que en las muy buenas películas en la que participó (“Los imperdonables”, por ejemplo), en otras no tan buenas pero que seguimos recordando justamente por los papeles de Hackman en ellas. 

Tal el caso de “Misisipi en llamas” (Alan Parker, 1988), que, sin su presencia, solo sería una película en dos dimensiones con buena onda política. Como quizá se recuerde, trata de un par de investigadores del FBI que en los años 60 se internan en el estado de Misisipi para investigar los crímenes racistas del Ku Kux Klan. Uno de ellos, interpretado por un joven Willem Defoe, es el típico idealista dogmático que no está dispuesto a transigir con la cultura local para imponer la ley, pese al daño que pueda causar con ello. Un kantiano que prefiere que la razón se cumpla aunque el mundo se incendie. El agente que es encarnado por Hackman, en cambio, sabe que a menudo la astucia es preferible a la fuerza; tiene una mente más flexible, menos utópica. Otro contraste entre Quijote y Sancho que, igual que en el libro, termina invertido, pues Sancho revela su lado de caballero andante y, mientras Quijote duda, él actúa sin hesitación.  

Gene Hackman era perfecto para ese papel: campechano pero letal, seductor a la vieja usanza, es decir, de forma protectora y un pelín machista, revela una furia interna apenas contenida por su decencia estructural. La película está en Prime y vale la pena de ser vista de nuevo en homenaje a un actor entrañable que, como todo ser humano, ha sido traicionado por su cuerpo y su mente, pero que, como todo gran artista, no lo ha sido por su obra. 





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