La pornografía sigue siendo un fenómeno cultural global, influyendo en los medios y la sociedad. "X" explora su vínculo con el cine de terror, mezclando estética y violencia en un choque entre juventud y América conservadora.
Brújula Digital|16|02|25|
Rodrigo Ayala Bluske | Tres Tristes Críticos |
Si hay un fenómeno cultural mundial subvalorado, poco estudiado y menos confrontado en la actualidad es el de la pornografía. Un estudio de 2010 señalaba que el 37% del tráfico en internet estaba constituido por material pornográfico. Un reportaje recientemente publicado por la BBC dice que las cifras en realidad son menores. De todas maneras, no importa si el porcentaje disminuye, lo cierto es que su consumo es superior a los que buscan contenidos relacionados con la ciencia, política, deportes e inclusive con Dios.
Por otra parte, en realidad el problema no se centra en la “cantidad” del consumo, sino más bien en la universalidad del acceso a los materiales en los que se difunde. En la “vieja época”, la analógica, el acercamiento de niños y adolescentes a la exposición de la sexualidad era gradual y en ese camino el material pornográfico constituía un último escaño (antes había que pasar por las películas “prohibidas” para menores de 21 años, que tenían el atrevimiento de mostrar algunos desnudos frontales que hoy son pan de cada día en cualquier plataforma).
Por el contrario, hoy en día, la virtualidad garantiza un libre acceso al material más violento y distorsionado a cualquiera que tenga un celular. No sé si hay estudios al respecto, hechos a profundidad en nuestro medio, pero estoy convencido que gran parte del aumento de violencia, agresiones sexuales, etc., de nuestro país se deben a este fenómeno. Vale la pena señalar que esta observación no se hace desde un punto de vista moralista, sino más bien ante la preocupación por un problema que, complementado con la falta de educación sexual, linda con la salud pública. En otro ámbito, queda la interrogante sobre cómo es posible que plataformas de difusión gratuita puedan generar índices de ganancia monumentales, aunque al respecto varias versiones hablan de probables conexiones con el lavado de dinero global.
Sin duda, una de las dudas existenciales que desde hace décadas han tenido que sufrir los canales y plataformas de televisión establecidos ha sido la de como aproximarse y “aprovechar” la enorme masa de público cautivo que tiene el porno a nivel mundial. En determinado momento, HBO fue la que introdujo una línea de “porno estilizado” en su programación y en otro momento Miramax desarrolló productos de porno “blando”. En la actualidad las plataformas se aproximan a este segmento en forma indirecta; en general a través de documentales o biopics; es el caso por ejemplo de “Pornocracia” (2017), en el que justamente se ausculta la conformación de las corporaciones que controlan este negocio o “Lovelace” (2013), sobre la vida de una de la protagonista de Garganta Profunda (2017), uno de los clásicos de este segmento.
“X”, que se exhibe actualmente en Amazon, liga el ámbito de la pornografía con el cine de terror. Es interesante mencionar también que en el panorama de la cinematografía mundial configurado en las últimas dos décadas, el terror es el único de los géneros cinematográficos clásicos realmente “rentable”, es decir que, con inversiones relativamente modestas, tiende a garantizar retornos monetarios significativos.
Sin embargo, la decisión del productor y director Ti West de unir ambos, terror y pornografía, no es puramente oportunista. Se trata de una propuesta justificada desde varios puntos de vista creativos y realizada con un notable pulso cinematográfico.
Un grupo de cineastas jóvenes decide hacer una película porno y para ello se traslada a un paraje rural aislado. Se trata del choque de dos mundos completamente distintos; por un lado, el de las urbes desprejuiciadas y sexualizadas, por el otro la “América profunda” conservadora y anquilosada, esa que constituye el “voto duro” de Donald Trump. Una es joven, la otra vieja, la una “linda”, la otra “fea”. Si nos remitiéramos al psicoanálisis podríamos decir que son las pulsiones de vida y de muerte enfrentadas.
El choque carnal que se desarrolla en la película juega justamente con esas dos percepciones estéticas; lo “feo” y desagradable que comienza contrastando con lo “nuevo” y que luego lo agrede, desembocando en una orgia sangrienta.
En otro ámbito “X” constituye un retorno al viejo cine de terror de bajo presupuesto de los años 70, que en su momento supuso la aparición de algunos productos verdaderamente notables desde el punto de vista narrativo, como el caso de “Hallowen” (1978) de John Carpenter por ejemplo. En este caso, la referencia es a “La masacre de Texas” de 1974.
Hay que decir que el director West no solo es hábil en cuanto al planteamiento general del tema, sino en el desarrollo de las relaciones de sus personajes; la “América joven” es extrovertida, problematizada y contradictoria, por lo que los conflictos internos terminan destrozándola. La “América vieja” es callada como las tumbas, pero los odios y conflictos por los que está poseída pueden percibirse en cada uno de sus gestos y expresiones.
Finalmente hay que decir que West tomó el desarrollo de este concepto en otras dos películas también notables; “Pearl”, también de 2022, y “MaXXXine”, de 2024, todas ellas de factura notable.