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22/02/2019

Las ideas de Fernando Molina y cómo lograr el ascenso de los no-blancos

Estimado Fernando Molina, recién leo este post y agradezco tu reflexión. Comienzo pidiendo una disculpa por arremeter contra tu artículo sin invitarte al debate en Cabildeo. Comprenderás que el formato al que me invitan no da para eso y si creo que conviene debatirlo como sugiere muy pertinentemente Manuel Suárez a quien agradezco su valoración personal. No puedo alargarme aquí así que solo presento algunos puntos.
Uno, tienes toda la razón en este tu post y creo que nunca puse en cuestionamiento ello: ¡Claro que hay una ventaja enorme saliendo del Alemán o el Calvert! Nadie dijo que no y que lo reiteres en este post solo sirve para mantener esa tónica un tanto demagógica de tu análisis contraponiendo a los jailoncitos anti-cholo contra el pueblo sin posibilidades de surgir. Ese tipo de razonamientos cosecha aplausos y me (nos) deja en la posición de jailoncitos insensibles que quieren seguir ganando solo por su color de piel y mejores chances al nacer.

Niego totalmente esa peligrosa insinuación presentada en tu columna muy propia de un populismo académico al que no estás acostumbrado. La certeza es otra: debemos aplaudir que haya bolivianos con título y sean meritorios. Por eso aplaudo a García Linera que nos hace recuerdo en su discurso de enero que en 1980 o algo así había 50 mil estudiantes, en 2005 eran 400 mil, hoy son 650 mil y en 2030 serán 1,2 millones. Al margen de la calidad de nuestra educación, estas cifras señalan lo que quiero enfatizar: el futuro está en la educación y el mérito que pareces desdeñar cuando los poseedores de esa educación son blancos.

Dos, mi crítica, sobre todo, es otra: es metodológica. Tu artículo está mal hecho y como periodista serio que eres deberías preocuparte:

1. muestras al entorno de Mesa como un bastión de blanquitos educados y no te pones a ver que el entorno de Evo es de puro blancos; y el entorno de Samuel es de puro blancos. De ese modo, tenemos blancos populares, blancos educados y blancos perdedores. La pregunta, por tanto, sería más bien por qué los blancos siguen ocupando los principales espacios públicos y, en ese sentido, la segunda pregunta debería ser cómo se logra un ascenso substancial de los no-blancos. Y ahí vuelvo a mi reflexión en Lucha Libre: estudiando, ergo: por mérito. Por tanto, tu artículo es el típico artículo que saca la noticia del pegador de mujeres, pero no de los 10.000 que no pegan. Tu reflexión es cierta, pero es cierta a medias. Hay mucho más que no dices y eso afecta la calidad de lo que escribes.

2. No ofreces el menor dato para hablar de la superioridad moral de esos blancos. Ya te lo hizo notar el Toto Loayza. Lo tuyo es puro prejuicio (aún sabiendo, y ahí tienes razón, que hay una tropa que ciertamente peca de un airecito de superioridad solo por tener la piel más clara). Mal para un periodista de tu nivel que te bases en oídas de café,

3. Caricaturizas la realidad mostrando una imagen dual: la de los blanquitos privilegiados versus los indígenas marginados. Sigues, de modo sutil y elegante, la perversa lógica de García Linera y su sentencia de que en Bolivia hay una guerra de q´aras contra t´aras. Y tú sabes que eso no es así. Hay desde jerarquías interétnicas, blancos quebrados y/o burguesías indígenas. Hay pues mucho más (sin desconocer que claro, ¡claro que sí!, hay diferencias étnicas que por cierto el gobierno ha hecho poco por cerrar. Baste mencionar que hay 21 pueblos indígenas en peligro de extinción);

4. Absolutizas tu certeza central (“tienen un aíre de superioridad”) cayendo nuevamente en un error académico imperdonable. Tú sabes que se puede tener un sentimiento de superioridad en un campo y de inferioridad en 10 campos. Mostrar pues solo una cara de las medallas no solo le quita seriedad a tu reflexión sino la convierte en sentencia (en el fondo estás diciendo “estos jailoncitos hechos los capos”).

5. Apuntar a impulsar políticas post-identitarias NO pretende, como lo dices intentando mostrar que somos no solo unos q´aras insensibles sino medio cojudos, desconocer los problemas identitarios. Pretende simplemente matizar su totalización. Sabes que algunos de los peores crímenes contra la humanidad provienen de los fanatismos nacionales que precisamente te obligan a decir de forma excluyente con otras identidades “soy alemán”.

Al decir, que somos caporales y stronguistas (eso que burlescamente llamas “trompos identitarios”) y etcétera solo quiero enfatizar que la única manera de evitar esos absolutismos identitarios tan malignos es logrando visibilizar la realidad en su conjunto: para ponerle en simple, me siento aymara en un 20%, el otro 40% es mi identidad como biólogo, un 20% más es como gay y el resto es como cruceño. Por eso las políticas post-identitarias son clave: no desconocen las diferencias entre ciudadanos, pero se concentran en temas que interesan a todos: la salud, las universidades y/o el pago de impuestos. Logran pues justo lo que me reclamas: dar universidad a los que más necesitados (que seguro son la mayor parte de extracción indígena), dar salud a los marginales y/o que paguen los más ricos (que usualmente son q´aras).

Tengo dos puntos más, pero quedemos aquí.

Diego Ayo es cientista político y social.



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