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Economía| 07/09/2024

|ENSAYO|La economía de la complejidad|Jorge Patiño|

|ENSAYO|La economía de la complejidad|Jorge Patiño|

Ibrahim Rifath/Unsplash

Brújula Digital|07|09|24|

Jorge Patiño Sarcinelli

En los antiguos mitos griegos, caos es el vacío que precede la creación del Universo y la primera tarea de Eurinome, la diosa de todas las cosas, fue separar el mar del cielo y crear el orden. De igual manera, en el Génesis, la tierra estaba desordenada y vacía y Dios separó la luz de las tinieblas y las aguas de las aguas. Es decir, la primera tarea de los dioses en ambos mitos de la creación fue expulsar el caos para crear el orden.

El caos tiene, pues, desde su origen la connotación negativa de ser aquello que precede al orden. Sin embargo, por uno de esos caprichos del lenguaje, aquí y allá vemos aparecer la palabra caos con una connotación positiva asociada a la creatividad y la iconoclastia. La palabra retorna gloriosa al vocabulario moderno como el nombre de una “nueva ciencia”, subtítulo del libro Caos de James Gleick, best-seller científico publicado en1987, justo el año del lunes negro en que la bolsa de Nueva York cayó 22,6% en un solo día.

Fue una casualidad, evidentemente; el libro ya había sido escrito y no podría por sí solo haber causado semejante cataclismo. Sin embargo, solo el caos puede explicar esa caída. Esa al menos es la opinión de Doyne Farmer, autor de “Making Sense of Chaos: A Better Economics for a Better World”, publicado este agosto. En su comentario al libro, (New York Times |12|08|24|), Peter Coy, analista económico del periódico, pregunta “¿Es el caos la clave para una mejor ciencia económica?”.

Coy comenta: “En su libro Farmer afirma que, en los modelos dominantes, la economía siempre tiende al equilibrio. Según él (Farmer), muchos de los altibajos de la economía proceden de fuerzas internas, no externas. Como resultado, la economía nunca se asienta en un equilibrio tranquilo. Se comporta de forma caótica”.

Farmer se refiere a su rama de la economía como “Complexity economics”. El título se refiere a la ciencia económica. En castellano no distinguimos economy de economics y no se traduce muy bien como “economía de la complejidad”, pero con esta aclaración, lo usaré. Él dice en su libro “La economía de la complejidad es un movimiento interdisciplinario de economistas rebeldes y otros científicos que pretenden comprender mejor la economía utilizando principios completamente distintos a los de la economía estándar”. “Si eres un economista, debes reconocer que la economía de la complejidad es una herejía”, complementa el autor.

En este artículo no pretendo dilucidar la cuestión, inclinándome por Farmer o los economistas “tradicionales”, sino, en vista de que el libro es nuevo y propone cuestionar lo establecido, provocar a que se lo lea; sobre todo entre los jóvenes que están adquiriendo el arsenal conceptual con el que desarrollarán sus carreras. No sugiero que desechen los conceptos tradicionales ya aprendidos, sino que enriquezcan su bagaje con un abordaje nuevo y poderoso.

De inicio, me parece importante motivar la distinción que hace Farmer entre la economía tradicional, o “standard”, como la llama él, y su teoría. En lo que sigue ha sido inevitable usar algunos conceptos con los que quizá muchos lectores no estén familiarizados. Confío que, a pesar de ello, lograrán captar lo principal (todas las citas son del libro de Farmer).

La economía de la complejidad adopta tres elementos esenciales: 1. la no linealidad de los fenómenos, 2. la racionalidad limitada (bounded rationality) de los agentes y 3. basa sus estudios en simulaciones computacionales, más que en modelos teóricos. La combinación de estos elementos permite a la economía de la complejidad explicar fenómenos donde la economía tradicional patina.

La no linealidad permite la aparición del caos; es decir, de sistemas que son sensibles a las condiciones iniciales y nunca llegan al equilibrio incluso si no hay choques externos.

“Todavía no exista una teoría exhaustiva de la toma de decisiones económicas”, pero los estudios modernos ya han mostrado que el comportamiento de los agentes se rige por una racionalidad limitada, y la modelación computacional permite capturar una variedad mucho mayor de comportamientos y variables.

Como resultado de la incorporación de estos elementos, las simulaciones de la economía de la complejidad pueden capturar de manera más realista fenómenos de la sociedad y la naturaleza que los modelos tradicionales. Sus métodos se muestran particularmente relevantes para la ecología y los sistemas financieros, pero no se limita a ellos.

Según Farmer, “un problema de los modelos macroeconómicos imperantes es que, según ellos, si la economía no recibe estímulos externos, permanece en reposo. Esto implica que todos los cambios en la economía son impulsados por acontecimientos externos a ella”. Sus estudios demuestran que esto no es así:

“Los precios cambian por sí solos, incluso sin noticias que afecten las valoraciones fundamentales”. De hecho, sus análisis cuantitativos demuestran que “solo un tercio de los movimientos diarios del mercado bursátil se producen en respuesta a acontecimientos externos significativos. Si los inversores fueran racionales, los precios solo deberían cambiar cuando hay nueva información en el mercado (…). Hemos demostrado que, en sentido estricto, la hipótesis del mercado eficiente es errónea” (…). “Nuestros resultados sugieren que, dado que los agentes son limitadamente racionales, cabe esperar una dinámica caótica en los mercados”.

No creo que se pueda enseñar finanzas para un mundo real sin tomar en cuenta estos resultados.

Según Farmer, los expertos que no incluyen el caos en sus proyecciones se equivocan al trabajar de arriba hacia abajo, fijándose en agregados como el empleo y los niveles de precios. Farmer utiliza un planteamiento distinto: construye un modelo de abajo hacia arriba a partir de agentes que representen a consumidores y empresas individuales, deja que esos agentes interactúen y observa lo que surge.

Aunque la economía de la complejidad parece particularmente apta para analizar mercados financieros y fenómenos ecológicos, también arroja resultados más interesantes que los métodos tradicionales, por ejemplo, en un caso aparentemente trivial como el juego del piedra-papel-tijera. Aunque usted no lo crea, hay en Estados Unidos una asociación dedicada a ese juego.

Si los jugadores son racionales, en este juego, la estrategia óptima -la que lleva al equilibrio de Nash- es jugar piedra, papel o tijera de manera aleatoria. Sin embargo, los análisis del equipo de Farmer muestran que, si los jugadores no son todos racionales, la estrategia óptima es basar las jugadas en las jugadas anteriores del oponente. De hecho, así juegan los mejores de dicha Asociación, observa él.

Uno de los desafíos que tiene por delante la economía de la complejidad es explicar cómo ciertas configuraciones materiales, como la vida o el cerebro, surgen de manera espontánea a partir de sistemas desorganizados. Farmer, sin embargo, admite que estas explicaciones están todavía en el futuro distante. “La idea de que el pensamiento y la conciencia son procesos puramente mecánicos, que pueden explicarse de abajo hacia arriba, es tan radical y difícil de comprender que no fue ampliamente aceptada hasta el siglo XX” dice Farmer y admite que estamos todavía a cientos de años de tener un modelo para ellos.

Entre esos desafíos de la intuición y de la ciencia habría que añadir el hecho de que para muchas personas algunos de estos fenómenos, la creación de la vida y la inteligencia, en particular, simplemente no pueden ser comprendidos sin la intervención divina. Sin duda, acudir a la mano de Dios facilita mucho la búsqueda de explicaciones, pero la ciencia se empeña en explorar sola caminos más complejos.

Pero si vamos a dejar volar la fe y la imaginación e introducir un Dios en la ecuación, me gusta la posibilidad de que Dios tenga una pareja, como Zeus tenía a Hera, y que uno le diga al otro: “verás que en ese universo maravilloso que has creado, en el planeta más bello de todos, voy a meter a un ser inteligente que logrará destruirlo todo. ¿Apostamos?”.