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Sociedad | 05/10/2025   09:57

Adiós a don Fico, el periodista que tenía la maleta siempre lista

Federico Calderón vivió y relató con su fina pluma y su voz eventos cruciales como la Revolución de 1952, las disputas internas del MNR, la persecución a la Falange, el ascenso al poder de René Barrientos y su inesperada muerte, los golpes de Banzer y García Meza y la recuperación de la democracia.

Federico Calderón, al lado de Paz Estenssoro y al inicio de su carrera (der)/Archivo familiar.
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Brújula Digital|05|10|25|

Mirna Quezada Siles

Federico Calderón, un periodista que marcó época, falleció recientemente en La Paz. Deja tras de sí un legado de honestidad, compromiso y fe que marcó la vida de los que lo conocieron. Su partida nos hace recordar que no fue únicamente un periodista, sino un hombre de voz, mirada y corazón serenos.

Don Fico vivió y relató con su fina pluma y su voz eventos cruciales como la Revolución de 1952, las disputas internas del MNR, la persecución a la Falange, el ascenso al poder de René Barrientos y su inesperada muerte, los golpes de Banzer y García Meza y la recuperación de la democracia. En medio de eso fue también periodista deportivo, cubriendo los hitos más importantes de ese campo también.

Nació en La Paz el 28 de noviembre de 1928 como el hijo menor de ocho hermanos. Desde joven mostró inclinación por observar el mundo con ojo crítico, lo que lo condujo al periodismo. Su carrera comenzó en Cochabamba, en el periódico “Prensa Libre”, donde dio sus primeros pasos como reportero. En esa ciudad conoció a Delia Rojas Herbas, con quien contrajo matrimonio en 1953. Juntos formaron una familia y en esos años nacieron sus cuatro hijos, mientras él alternaba la turbulencia del trabajo con la vida hogareña.

Animado por su hermano Humberto, retornó a La Paz. Entonces se abrió para él una nueva etapa profesional en la que incursionó como periodista deportivo. Uno de sus hijos guarda la memoria de los fines de semana en que lo acompañaba al estadio: mientras el niño disfrutaba del fútbol, su padre trabajaba con la libreta en mano, registrando jugadas. Era un periodista que integraba su vida personal con la profesional en un mismo tejido de experiencias.

Pasó por radio San Cristóbal y luego se incorporó al periódico Última Hora, donde asumió una de las tareas más exigentes de la carrera de un reportero de esos años: cubrir el Palacio de Gobierno. Esa cercanía lo llevó a compartir viajes y momentos con presidentes como Paz Estenssoro y Barrientos y a ser testigo directo de acontecimientos decisivos de la historia del país.

Su labor profesional en la gestión de Barrientos fue intensa. Sus hijos recuerdan que durante el gobierno del entonces presidente, su madre mantenía siempre lista una maleta porque los viajes eran continuos y podían surgir en cualquier momento. A veces lo llamaban cuando la familia estaba reunida y don Fico debía salir de inmediato al aeropuerto.

Una de sus hijas cuenta que, en medio de otro almuerzo familiar, al enterarse de la muerte de Barrientos, que por milagro no acompañó esa vez, dejó el plato servido y salió corriendo para cubrir el acontecimiento. Su ética profesional lo mantenía siempre alerta, con la libreta de notas y el gafete al cuello, preparado para narrar la historia sin importar la hora o las circunstancias.

El trabajo de la prensa en las dictaduras de Hugo Banzer y Luis García Meza fue especialmente complicado y riesgoso para él y sus colegas. La periodista y vecina del Barrio del Periodista, Marlene Berríos, quien por entonces estaba en el grupo de periodistas más jóvenes, recuerda que durante el gobierno de Banzer la cobertura en Palacio se realizaba bajo la sombra de un pequeño árbol ubicado justo frente a la puerta principal, un lugar emblemático que hoy ya no existe, pues fue reemplazado por un poste de luz: no había sala de prensa como la que existió después.

Asimismo, rememora cuál era la generación de recordados periodistas que se conformaban el grupo de prensa encargados de la cobertura presidencial: don Fico (Última Hora); Ricardo Andrade y Jorge Mendoza (Panamericana); Roberto Munguía (El Diario); y Manuel Benítez (Presencia), además de la mítica Betzy Zabala de Pabón (Última Hora).

Recuperada la democracia, Calderón ingresó al Ministerio de Industria y Comercio en el área de Relaciones Públicas. Más tarde fue jefe de Relaciones Públicas en el Banco Central de Bolivia hasta su jubilación. 

Su generosidad trascendió el trabajo. Siempre abrió las puertas de su casa a quienes necesitaban apoyo. Un ejemplo memorable fue cuando me acogió en su casa durante casi un mes cuando yo era niña, mientras mi madre era operada y mis hermanos mayores no podían cuidarme. Mi padre, el también periodista Luis Quezada, era íntimo de don Fico. También cuidó con cariño y paciencia a su suegra, reflejando su reconocida bonhomía.

Como uno de los primeros vecinos de la avenida Roma, en el Barrio del Periodista, contribuyó a generar un ambiente de camaradería y cordialidad que hoy se evoca con nostalgia. Calderón mismo recordaba con cariño esas épocas en que los vecinos se reunían como una gran familia y se festejaban mutuamente en fechas como el Día de la Madre y del Padre. Aquellas reuniones, acompañadas de música, anécdotas y tertulias sobre la actualidad nacional, se convirtieron en símbolo de una época dorada.

Una riada que se llevó las memorias

Su hija menor recuerda que siendo una niña fue cargada en brazos por el propio Barrientos. Aquella fotografía y decenas más que reflejaban momentos clave de la carrera de don Fico, como recortes de periódicos y libretas con apuntes, se perdieron en la riada del río Choqueyapu en 2002, que arrasó con la casa familiar. 

A veces don Fico no sabía si le dolía más haber perdido su vivienda o los documentos que guardaba allí sobre su carrera. Manuscritos de sus colegas lo alentaban a publicar en forma de memorias, y que incluía sus apreciaciones de los viajes y cursos que tuvo en el exterior, también se perdieron entre el lodo y las aguas desbordadas de ese año. ¡Qué pesar!

Sus hijos lamentan, tras esa pérdida, no haberlo grabado para que relatara nuevamente sus experiencias. 

Su fe católica fue una constante en su vida. Era un ferviente creyente que encontraba en la oración la fortaleza para seguir adelante en los momentos difíciles. Sus valores cristianos eran también lo que lo impulsaba a la honestidad periodística. 

A pocos días de su partida, que se produjo el 27 de septiembre pasado, sus hijos conservan con orgullo las anécdotas que dejaron huella en la familia; sus vecinos evocan con gratitud la bondad de un hombre generoso y en la historia del periodismo boliviano perdura el nombre de un profesional íntegro.
Federico Calderón, primero de la izquierda. En la misma foto de la Redacción de Última Hora aparecen Betzy Zabala (primera de la izquierda, sentada), Lupe Cajías (sentada al centro) y Toto Arévalo (sentado, a la derecha). Parado al centro, de traje oscuro, Luis Quezada.

Equipo de fútbol del personal de Última Hora. Federico Calderón, de cuclillas, a la extrema derecha, al lado de su hija Marianela. La autora de esta crónica, Mirna Quezada, aparece a la izquierda. 

Mirna Quezada es periodista y comunicadora social.





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