Brújula Digital|13|01|25|
Jorge Dulon Fernández
La ciudad de La Paz, con su rica historia y vibrante cultura, enfrenta un desafío cada vez más agudo: la corresponsabilidad ciudadana en el cuidado del ornato público y el respeto por los espacios comunes. A medida que la población crece y la actividad económica se intensifica, también aumenta la presión sobre el uso de los espacios públicos, que, en muchos casos, se convierten en escenarios de desorden y falta de respeto a las normativas vigentes.
Los comerciantes informales, los transportistas y diversos grupos de activistas han tomado las calles, a menudo bajo el pretexto de reivindicaciones legítimas. Sin embargo, muchas de estas acciones se traducen en la apropiación de espacios que deberían ser de uso común. Ejemplos claros de esta problemática son las manifestaciones que terminan en actos de vandalismo: como el pintado del monumento a Cristóbal Colón, en 2021; el daño al monumento de Isabel La Católica, en 2024; y los grafitis que dañan edificios públicos, alterando la imagen de una ciudad que merece ser preservada, entre otros atentados
La falta de control por la magnitud de estos actos no solo degrada el entorno urbano, sino que también infringe los derechos de otros ciudadanos que desean disfrutar de un espacio público limpio y ordenado. La proliferación de comerciantes informales que ocupan aceras y calles sin ningún tipo de regulación o autorización, en perjuicio de quienes respetan la formalidad, es otra manifestación alarmante de este desorden. Si bien la necesidad de empleo y la búsqueda de medios de subsistencia son comprensibles, no se puede pasar por alto que esta situación afecta la movilidad, la seguridad y la estética de la ciudad.
El costo de reparar los daños causados por el vandalismo y el desorden recae en el Estado local, que se ve obligado a destinar recursos públicos, es decir, los impuestos de todos los ciudadanos paceños, para restaurar lo que ha sido deteriorado. Esta situación genera un círculo vicioso donde quienes cumplen con sus obligaciones tributarias deben pagar por los actos de quienes no respetan las normas, creando un sentimiento de injusticia y descontento social.
Frente a esta realidad, es crucial promover una cultura de corresponsabilidad entre todos los miembros de la comunidad a través de normativa que sancione a quienes dañen el ornato público. La educación ciudadana también juega un papel fundamental en este cambio de mentalidad. Asimismo, es necesario fomentar un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia el espacio público, donde cada ciudadano entienda que su comportamiento influye en el bienestar colectivo. La corresponsabilidad implica que todos, desde los comerciantes hasta los activistas y ciudadanos comunes, deben contribuir al cuidado del entorno en el que viven.
Iniciativas de sensibilización, campañas educativas y programas de involucramiento comunitario pueden ser herramientas efectivas para lograr este objetivo. Al final, la clave para transformar La Paz en una ciudad más ordenada y respetuosa radica en la colaboración de todos sus habitantes. Solo así podremos construir una sociedad que valore y cuide su patrimonio, donde cada persona se sienta parte de una comunidad que respeta sus derechos y los de los demás.
La corresponsabilidad nos ayudará a vivir en comunidad de verdad, fomentando un ambiente donde el respeto y el cuidado del ornato público sean pilares fundamentales. La Paz merece ser una ciudad donde todos sus ciudadanos se sientan orgullosos de su entorno, y eso solo se logrará si trabajamos juntos.
Jorge Dulon es cientista político, administrador público y concejal de La Paz.