“Al darse cuenta Herodes de que aquellos sabios lo habían engañado, se llenó de ira y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo que vivían en Belén y sus alrededores, de acuerdo con el tiempo que le habían dicho los sabios. Así se cumplió lo escrito por el profeta Jeremías: ‘Se oyó una voz en Ramá, llantos y grandes lamentos. Era Raquel, que lloraba por sus hijos y no quería ser consolada porque ya estaban muertos’”. Este es el relato del evangelio de san Mateo (2, 16-18) que hace referencia a la matanza de los santos inocentes.
El evento ha sido puesto en duda por eternos escépticos que, entre otras cosas, señalan que se trataría de una construcción teológica y no de un hecho realmente ocurrido, que no hay fuentes extrabíblicas que mencionen este acontecimiento y que Flavio Josefo no lo mencionó, que sería una adaptación de otros relatos y que mostraría la crueldad de Dios por no proteger la vida de los infantes y el egoísmo de San José que no avisó a los otros padres.
Al respecto, es necesario señalar, con Leonardo Boff (“Jesucristo el liberador”, Sal Terrae, 1985), que los evangelios no son textos biográficos o de historia, sino testimonios de fe, pero ¡de hechos que realmente ocurrieron!
Por otra parte, conviene una breve referencia a la personalidad de Herodes el Grande, para juzgar la historicidad o no del hecho que comentamos. Se destacó como político por mantener la paz con Roma, a cuyo imperio, sin embargo, estuvo sometido durante todo su reinado. Demagogo y maniobrero, como lo muestra Jacques Duquesne (“Jesús”, Seix Barral, 2004), hizo esculpir el águila de Roma sobre el pórtico del Templo, lo que se consideró blasfemia y dio lugar a que los judíos derriben esa afrenta. La respuesta fue típica de Herodes: ordenó quemar vivos a todos los responsables y condenó a muerte a algunos notables de la ciudad, aunque finalmente decidió retirar el águila. Desde aproximadamente el 37 a.C. hasta su muerte, en el 4 a.C., ejerció el poder con mano dura, como lo demuestra el hecho de que ordenó la ejecución de tres de sus hijos por sospechas de traición, de Mariana (su esposa favorita), el ahogamiento del sumo sacerdote y la eliminación de varios de sus tíos y unos cuantos primos.
Es muy probable que la noticia que le dieron los reyes magos, de que había nacido el rey de los judíos, le haya causado enorme preocupación (hasta el día de hoy hay “monarcas” que no admiten la mínima posibilidad de perder el poder o no volver a ejercerlo) y, engañado como se sintió porque regresaron a su lugar de origen por otro camino, montó en cólera y ordenó la muerte de todos los niños menores de dos años, como señala el evangelio de Mateo.
Señalemos, finalmente, que el hecho ha sido objeto de mayor desarrollo en algunos de los evangelios apócrifos, en el “Evangelio árabe de la infancia”, la “Historia de José el carpintero” y la “Historia árabe de José el carpintero”, lo que da plausibilidad al relato.
El hecho ha llegado a nosotros como la “matanza de los santos inocentes” y se celebra cada 28 de diciembre, en recuerdo de este abominable crimen ocurrido hace 2.000 años atrás.
Lo tremendo es que el abuso en contra de débiles como son niños y niñas, no ha cesado. Hace apenas 48 horas hemos conocido la noticia del brutal infanticidio cometido por una madre de 19 años a su bebé de un mes, al que metió en una olla en la que estaba hirviendo una sopa. Hace pocos años, en La Pampa, Argentina, una madre y su pareja mujer, molieron a palos al niñito Lucio Dupuy, de cinco años de edad. Durante la última dictadura militar argentina era frecuente que presos políticos hayan sido obligados a confesar hechos que no cometieron, bajo amenaza o ejecución de tortura a sus hijos e hijas; algunos de ellos fueron además asesinados siendo golpeados contra las paredes de los centros clandestinos de detención; en el mismo país, la tortura infligida a un preso político en presencia de su hijita de siete años, ocasionó el suicidio de ésta, como está documentado en “Nunca más”, el informe final sobre la referida dictadura, elaborado por conocidos personajes de la hermana república, encabezados por Ernesto Sábato.
Lo que sucede hoy, a gran escala, es la matanza de niños y niñas inocentes en Gaza, por órdenes de un desalmado Benjamín Netanyahu, apadrinado por el saliente presidente norteamericano Joe Biden, que día a día incrementa su número. El justificativo para semejante barbaridad es que los terroristas de Hamás, despreciables por donde se los mire, mataron en octubre de 2023, a casi 1.500 judíos, desencadenando la venganza de los afectados hasta límites irracionales e inadmisibles. Nada justifica semejante acto demencial, nada, así sea que los terroristas de Hamás intenten mimetizarse entre los niños.
¡Cuánta diferencia entre esta práctica horrorosa y la voz de Jesús cuando se refiere a los niños!: “Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de los cielos es de los que son como ellos”.
“El reino de los cielos”, no la vida en el cielo. “De los que son como ellos”: inocentes, francos, directos, hermosos. ¿O alguien conoce a algún niño que sea como el diabólico presidente de Israel o como los infelices pedófilos o pederastas que abundan en el mundo y abusan de niños y niñas por doquier?
¡Dios tenga en su reino a tanto inocente asesinado!
Carlos Derpic es abogado.