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Brújula Digital|13|08|24|
Mirna Quezada Siles
Los sectores de salud y educación no son los únicos que presentan problemas en Bolivia. En el primero, se destacan el déficit y el incremento de precios en los medicamentos, así como la mala atención en los seguros estatales. En el segundo, sobresalen los inadecuados planes de formación de los estudiantes, especialmente en unidades educativas públicas, donde los programas escolares son ideologizados.
El ámbito deportivo también enfrenta graves dificultades que lo mantienen en una crisis persistente. Los avances en este campo han sido mínimos y se han alcanzado principalmente gracias al esfuerzo y sacrificio individual de ciertos deportistas, en lugar de un apoyo gubernamental adecuado y permanente.
La situación deportiva en el país ha sido compleja desde hace años, con desafíos constantes en diversas disciplinas, no solo en el fútbol. Aunque en el balompié los jugadores de la primera división pueden gozar de salarios relativamente altos, el desarrollo general del deporte en el país enfrenta obstáculos significativos debido a malas gestiones, que también provienen de los dirigentes deportivos.
En general, el deporte en Bolivia carece de una estructura sólida que fomente el crecimiento de los deportistas desde las etapas iniciales. La infraestructura es limitada, y la construcción de canchitas de fútbol en varios lugares del país ha sido poco o nada efectiva, sirviendo únicamente para cumplir intereses particulares de un gobernante y elevar su propio ego.
La calidad del entrenamiento y la preparación de los deportistas se ve agravada por la falta de programas de desarrollo que podrían nutrir a jóvenes talentos y permitirles competir en niveles elevados. El ejercicio y adiestramiento deben comenzar en las etapas iniciales, con una estimulación sostenida.
Tomando como ejemplo a la selección nacional de fútbol y su papel en las eliminatorias del Mundial 2026, se evidencia una gran deficiencia en el equipo, que no se revitaliza con las categorías infantiles y juveniles. Hay una ausencia de jóvenes promesas y, tras cada derrota, los discursos con disculpas se repiten.
Las pérdidas han sido humillantes, incluso en su propia cancha. El bajo rendimiento continuo y la incapacidad para competir han dejado a los aficionados desilusionados. Tanto expertos en materia futbolística como inexpertos coinciden en señalar la gestión deficiente de la selección y plantean la necesidad de cambios radicales.
En septiembre, Bolivia recibirá a Venezuela, que tuvo una gran actuación en la reciente Copa América, y cinco días después visitará a Chile en Santiago, en dos partidos de la eliminatoria al Mundial 2026. En la fase premundialista, el país marcha en penúltima posición, lejos de la zona de clasificación. De los seis partidos disputados, ganó solo uno y perdió cinco.
En cuanto a la Copa América 2024, la situación fue también calamitosa. La selección nacional ocupó el último lugar del Grupo C, sin puntos, con 10 goles en contra y solo 1 a favor. Según el diario argentino de deportes “Olé”, en su artículo “El oscuro récord que arrastra Bolivia en la Copa América”, la última victoria de la selección fue en la edición de 2015, con un 3-2 contra Ecuador. Desde entonces, no solo no ha podido sumar tres puntos, sino que ha acumulado varias derrotas consecutivas.
Varios analistas y críticos deportivos argumentan que, dada esta realidad, Bolivia debería reconsiderar su participación en competencias internacionales de fútbol al menos hasta que se establezca una base sólida para el desarrollo de este deporte en el país. Participar en estos eventos sin la preparación adecuada no solo puede resultar en actuaciones decepcionantes, sino que también puede desmoralizar a los futbolistas y a la población. La percepción de que el país no está a la altura de sus competidores es realmente frustrante.
Además, parece que los dirigentes deportivos son los principales beneficiarios, ya que los recursos destinados al deporte muchas veces se malgastan en viajes y viáticos de los directivos, quienes disfrutan de estos beneficios sin que se vea un impacto real en la mejora del fútbol.
El fútbol es el deporte más popular en Bolivia; sin embargo, ha decepcionado tanto que ha llegado el momento de dar espacio y apoyo a otras disciplinas deportivas que no solo tienen sus propios atractivos, sino que han puesto en alto el nombre del país con los galardones obtenidos internacionalmente.
A modo de ejemplo, deportistas bolivianos dedicados a otras disciplinas han logrado éxitos notables de forma independiente. Por ejemplo, el jiujitseiro Mauricio Molina ganó el oro en el Abu Dhabi Grand Slam Prime de Jiu-Jitsu en Río de Janeiro. Bolivia casi se llevó el primer lugar en el Sudamericano de Tiro con Arco celebrado en Guayaquil, obteniendo la medalla de plata con la participación de Camila Paredes y Alexander Mendoza, capitaneados por Ariel Rodríguez.
Otro atleta destacado es Héctor Garibay, quien ganó la Maratón de Buenos Aires en 2021, la Maratón Internacional de la Ciudad de México en agosto de 2023, obtuvo el segundo lugar en la carrera París-Versalles en septiembre del mismo año, y se impuso en la Corrida de Río de Janeiro, una prueba de 21 kilómetros, en mayo de 2024.
Estos logros son plausibles; sin embargo, en lugar de enfocarse en la gloria inmediata, sería más beneficioso que Bolivia invirtiera en el fortalecimiento de sus estructuras deportivas internas. Esto incluye mejorar las instalaciones, crear programas de formación y garantizar que los recursos lleguen a quienes realmente los necesitan: los deportistas.
Ahora, revisando los resultados de las Olimpiadas 2024, realizadas en París, Francia, de los cuatro deportistas bolivianos que compitieron, solo uno –Héctor Garibay– clasificó con la marca mínima, mientras que el resto fue con tarjetas de invitación.
Según el suplemento deportivo “ED Sports”, el cruceño Núñez del Prado, nadador de 19 años, no pudo clasificarse entre los 16 mejores de las series preliminares, que eran cuatro. La velocista Guadalupe Tórrez, quien participó en la prueba de 100 metros planos, ocupó el segundo lugar en la fase preliminar con un tiempo de 11”60, pero luego quedó en el octavo lugar. María José Ribera participó en la prueba de 50 metros estilo libre, y entre las 79 nadadoras, se ubicó en el puesto 28. Las 16 mejores se clasificaron a semifinales.
El último boliviano en participar en los Juegos Olímpicos París 2024 fue Héctor Garibay, quien compitió en la maratón. El fondista orureño, de 36 años, terminó la competencia en el puesto número 60 de 80 participantes.
Todo esto demuestra que no existe una cultura deportiva en el país, y los esfuerzos particulares de muchos clubes deportivos se diluyen, ocasionando que Bolivia ocupe los últimos lugares en muchas competencias internacionales. El apoyo del gobierno al deporte es insuficiente, y las políticas públicas destinadas a promoverlo y mejorarlo son escasas.
La situación del deporte en Bolivia está en crisis y presenta un panorama desalentador. Falta apoyo gubernamental, buenas gestiones, programas de desarrollo adecuados, entidades deportivas que trabajen en conjunto, y dirigencias que velen más por todas las disciplinas y atletas que por sus propios intereses.
Solo cuando existan las condiciones apropiadas, Bolivia podrá salir de la crisis y competir con dignidad y orgullo en el escenario global. Se necesita con urgencia una transformación radical en el deporte nacional.
Mirna Quezada Siles es comunicadora social.