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Reportajes | 17/01/2025   13:44

Huertos rebeldes: Alicia cultiva vida en medio del asfalto alteño

Alicia es oriunda de Escoma y vive en El Alto. En su vivienda produce hortalizas que se comercializan en La Paz. Además, tiene un banco de semillas.

Alicia, oriunda de Escoma, junto a su huerto en El Alto. Foto: Oly Huanca Marca.
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Brújula Digital|17|01|25|

Oly Huanca Marca.

Alicia, originaria del altiplano boliviano, llevó su amor por la tierra a El Alto, donde transformó sus patios en un huerto urbano productivo. En un espacio reducido, combina la crianza de animales y el cultivo de hortalizas ecológicas, mientras supera adversidades como desastres naturales y las dificultades económicas propios de la migración. 

Con esfuerzo, creatividad y, sobre todo, con amor ha convertido su huerto en una fuente de sustento, terapia y enseñanza. Sueña con inspirar a otras mujeres a cultivar sus propios alimentos.

El amor la tierra

Alicia creció entre sembradíos y ganados en la comunidad de Escoma, a orillas de una de las primeras maravillas naturales del mundo: el lago Titicaca, ubicado a 3800 metros sobre el nivel del mar. Desde niña ayudaba a sus abuelos a sembrar y cosechar tubérculos y

cereales andinos, además de cuidar los animales como vacas y ovejas. El trabajo del campo se mezclaba con los juegos propios de la infancia, forjando su identidad. 

En el altiplano, donde el eco parecía responder a sus cantos y risas, Alicia aprendió el arte de la siembra y cosecha, años después, ese amor a la tierra se transformó en una forma de vida dentro de una ciudad caótica sobre asfalto y quedó petrificada como un legado para sus retoños.

Cuando conoció a Ricardo, su esposo, recibió como herencia - siguiendo las costumbres rurales - un par de vacas, ovejas y algunos surcos para cultivar. La pareja trabajó incansablemente, pero con el paso de los años y la llegada de sus hijos, la escasez en el campo se hizo evidente.  En el surcofundio la productividad de la siembra era solo para consumo interno.

Migró a El Alto

A los 38 años, movida por la esperanza de un futuro mejor, migró con su familia a El Alto. Se instalaron en el distrito 7, zona Billandrani B-C Álamos, sector San Roque. 

Alicia, es madre de cuatro hijos: un varón y tres mujeres, con la migración dejó atrás los campos abiertos, pero nunca abandonó su conexión y amor a la tierra.

Apenas un año después de llegar a El Alto, se unió al proyecto de huertos urbanos del Centro de Formación y Capacitación para la Participación Ciudadana (FOCAPACI).  En un espacio de ocho por tres metros cuadrados en su patio, puso en práctica lo aprendido y comenzó a cultivar hortalizas, verduras y hasta frutas. 

“Deja ser” a sus hortalizas

Aunque la asistencia técnica concluyó al cabo de un año, ella continuó y expandió su huerto hasta convertirlo en dos invernaderos de considerable tamaño en el que aplicó sus ideas de agrónoma y arquitecta empírica.  

Las deja “ser” a sus plantas de hortalizas.  “Vivo en cocrianza, me gusta verlos crecer donde ellas se sientan mejor”, menciona.      

Actualmente, vende productos ecológicos en el mercado comunitario “Ecotambo” en Sopocachi, en la ciudad de La Paz.  No cualquiera compra sus productos; el proceso que implica su producción eleva su costo, comenta mientras sirve tortillas de verdura a sus visitantes.

Alicia es una mujer alegre, sociable y siempre dispuesta a compartir. Las puertas de su huerto están abiertas para visitantes nacionales e internacionales, así como para

investigadores.  Aunque algunos vecinos la observan con incredulidad, ella está segura de haber logrado algo extraordinario: criar alimentos ecológicos dentro de una ciudad caótica cercada del asfalto por más de diez años.  Creo su propio empleo que le da frutos económicos para sacar adelante a su familia. 

De animales, abono: la crianza mutua

En su huerto urbano, Alicia combina agricultura y crianza de animales. Las vacas y

ovejas del altiplano han sido reemplazadas por conejos, gallinas, patos y chanchos, que no solo proveen alimento, sino también abono para las hortalizas del huerto: la vida se cría en mutuo reciprocidad. Nada se desperdicia aquí, todo tiene su utilidad, afirma con alegría, al tiempo en que alimenta a sus animales.

Para Alicia, su huerto es más que una fuente de alimentos: es su despensa, su banco y su terapia diaria: “Cada mañana al despertar, voy directo al huerto, saludo a mis plantas, yo soy feliz aquí”, comenta sonriente. 

Aunque el trabajo es arduo y a sus 52 años su edad comienza a pesar, no concibe su vida sin sus wawas, como cariñosamente llama a sus huertos. Para Alicia, el huerto es más que un espacio productivo: es un símbolo de resistencia, creatividad y esperanza. 

“Aquí aprendí que este trabajo me lo dio Dios, y yo amo a mis semillas. Sólo me falta espacio para producir maravillas”, explica con entusiasmo mientras acomoda una planta de tomate.

Resiliencia

Ella es una mujer resiliente, vivió adversidades climáticas. Hace años, un remolino arrasó con el techo de su invernadero y se llevó también calaminas de las casas vecinas. 

En ese evento trágico sintió como si una parte de su vida hubiera sido arrancada. Sin embargo, se sobrepuso al desastre y reconstruyó el techo de su huerto con materiales reciclados y con ayuda de su familia.

Durante la pandemia, su esfuerzo rindió frutos. Mientras muchos enfrentaban dificultades para conseguir alimentos, sus vecinos acudían a su puerta para buscar verduras frescas.  

“Antes dudaban de mi proyecto, pero en tiempos de necesidad, valoraron lo que tenía, aun sin estar maduros mis hortalizas eran codiciadas”, recuerda.

Soñar en grande

Hoy, Alicia sueña con formar una organización para enseñar a otras mujeres a cultivar sus propios huertos. También anhela exportar ortiga, una planta que considera milagrosa para tratar problemas de salud como la gastritis y la próstata. Además, tiene un banco de semillas, hace el proceso de deshidratado de las hortalizas.

Con cada brote que emerge del suelo, Alicia demuestra que la vida puede florecer incluso en los terrenos más improbables, y que el amor por la tierra trasciende fronteras. 

BD/

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