Dos migrantes venezolanas prosperaron económicamente en La Paz debido a que dejaron de lado la intención de ejercer su profesión, se adaptaron a una sociedad distinta e iniciaron sus propios emprendimientos; diferentes instituciones les brindaron ayuda económica y asesoramiento legal
Marya Leña (derecha) acompañada de amigas en una feria de emprendimientos.
Brújula Digital |02|04|23|
Mario Orlando Quispe y Alexia María del Rocío Zeballos / Tomado de la revista Calle 2 de la UCB
En 2020, Gladys Malave, de 39 años, decidió arriesgarlo todo y salir de Venezuela junto a su esposo y sus dos hijos debido a la crisis social. Con la esperanza de mejorar su situación económica, su calidad de vida y encontrar nuevas oportunidades, esta familia escogió Bolivia como destino. “Para un inmigrante tener algo (negocio propio) es muy bueno, significa sobrevivir, es una bendición”, cuenta Gladys con mucha emoción, pues, a pesar de las adversidades, logró lo que muchos migrantes anhelan: prosperar y tener éxito en un país ajeno al suyo.
La migrante venezolana abre las puertas de su local muy temprano por la mañana, cuelga un letrero donde se ofrecen empanadas, arepas típicas de su país y el tradicional api con pastel boliviano. Al ingresar al lugar, ubicado en la zona residencial de Irpavi, se escucha música caribeña alegre mientras se observa cómo una pareja toma asiento y realiza un pedido.
En su tierra natal, Ciudad Guayana (Estado Bolívar), Malave se dedicaba a la repostería como pasatiempo, mientras su esposo trabajaba en una empresa del Gobierno. Junto a sus dos hijos iban todos los fines de semana a comer fuera de casa. Ella recuerda que en una ocasión compraron pizza y al momento de pagar, el dinero de sus tarjetas no alcanzaba para cubrir el gasto. Entonces, comprendió que la situación económica era insostenible y decidió abandonar su país.
Según Elizabeth Paucara, coordinadora del área social en la Fundación Scalabrini Bolivia, actualmente en la sede de gobierno existen alrededor de 56 emprendimientos de migrantes venezolanos; sin embargo, para la mayoría de ellos es su primer negocio. “No todos estaban metidos en emprendimientos en su país, la mayoría eran empleados públicos o empleados de empresas privadas, pero tenían este tipo de conocimiento y esto ha sido como una segunda opción para ellos”, afirma. Es el caso de Gladys, administradora de empresas en su país, que ahora tiene su local de comidas en La Paz.
Hasta el 2021 se estima que 18.940 personas migrantes y refugiados venezolanos se encontraban en el Estado Plurinacional de Bolivia, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Emprendimientos
“Vendimos todas nuestras cosas personales”, comenta Gladys al recordar cómo inició toda la trayectoria para poder salir de su país. Al llegar a Bolivia, con los ahorros que tenía, abrió su primer negocio de venta de carne de res. Posteriormente, gracias a la Fundación Scalabrini, pudo abrir su actual local de comida llamado La Familia.
Al principio fue costoso iniciar el emprendimiento, pero Gladys comprendió que a los bolivianos les gusta la mezcla de sabores. Por eso, empezó a preparar el tradicional api con pastel para, finalmente, añadirlo a su menú.
El caso de Marya Peña, venezolana de 29 años proveniente de Caracas, es parecido. “Yo no tenía trabajo, pero empezamos a laburar limpiando buses, vidrios y así guardamos un dinero”, comenta, refiriéndose a su situación al llegar a Bolivia. A raíz de un viaje a Oruro, al ver carros pizzeros ambulantes, le surgió la idea de montar el mismo emprendimiento en La Paz. Pronto tomó clases de elaboración de pizzas durante la pandemia en 2020. Más adelante lograría iniciar su negocio.
“Durante el año 2021, más de 90 personas refugiadas y migrantes emprendedoras han fortalecido sus negocios en las ciudades bolivianas de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba”, la mayor parte son venezolanos, según una nota de prensa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Colaboración
Tanto el negocio de Marya como el de Gladys lograron establecerse gracias a su propio esfuerzo y a la colaboración de diferentes organizaciones dedicadas a implementar proyectos de ayuda social para migrantes.
“Algunos (venezolanos) tienen capacidades y habilidades emprendedoras, identificamos en qué rubro. En este sentido hemos identificado en gastronomía, repostería”, comenta Paucara, refiriéndose a la ayuda proporcionada por la Fundación Scalabrini. El proceso de apoyo comienza con la detección de migrantes con perfil emprendedor. Luego, se procede con una fase de capacitación en la que se les brindan talleres para su futuro negocio. Posteriormente, se les entrega un apoyo económico.
El emprendimiento de Peña ya lleva un año funcionando y hasta la actualidad no tuvo ningún inconveniente con la institución que le colabora.
En Bolivia el proceso de regularización de documentos para migrantes es burocrático y costoso. Muchos no pueden financiarlo y acuden a la Pastoral Social Cáritas para solicitar ayuda.
Hay tres formas en que los migrantes pueden legalizar su estadía. Por un lado, existe el caso de personas perseguidas por el gobierno de su país, ellas pueden acudir a la Comisión Nacional para los Refugiados (Conare). La segunda forma es para aquellos migrantes que ingresaron al país antes del 25 de agosto de 2021, quienes pueden presentarse a las fundaciones para obtener ayuda. La última opción es a través de la resolución administrativa No. 148/2020 de la Dirección General de Migración, que beneficia a venezolanos con hijos, otorgándoles una visa provisional por dos meses.
Si bien el trámite es un proceso largo, favorece la situación de aquellos venezolanos que iniciaron sus negocios. “Les ayuda en un 100% porque con el documento de visa por dos años ya nadie les puede molestar, tienen todos los derechos y también obligaciones, al igual que un ciudadano boliviano”, declara Janeth Torrez, asesora legal en la Pastoral Social Cáritas Bolivia.
Ganancias
Estos emprendimientos venezolanos han logrado sostenerse durante mucho tiempo debido al arduo trabajo de las propietarias. Marya Peña expresa que desde las nueve de la mañana empieza a hacer las masas para sus pizzas. De cuatro de la tarde hasta las diez de la noche se encuentra en su puesto de trabajo. Ella comenta que vale la pena, pues a diario vende alrededor de 20 pizzas y genera un ingreso de aproximadamente Bs 400.
Por su parte, Gladys comenta: “No tenemos día libre, solo cuando salimos al mercado a comprar las cosas”. Las ganancias que su negocio produce en una buena semana llegan a Bs 1.200, si se da el caso contrario es de Bs 500.
Existen días en que el trabajo es más pesado de lo normal, esto impulsa a las venezolanas a contratar empleados momentáneos que en su mayor parte son sus propios paisanos. Ramón Hernández, venezolano, vendedor de dulces, afirma que todavía existe solidaridad entre compatriotas en medio del contexto.
Ambos emprendimientos han logrado establecerse en las zonas donde se ubican y ganar una clientela fija que disfruta consumir sus productos.
Esperanzas
Trabajar en las calles no es fácil, Marya recuerda las veces en las que limpiaba los parabrisas de los autos, mucha gente le gritaba groserías o intentaba dañar su integridad. “La batalla fue muy fuerte y en realidad no estaba acostumbrada a eso, pero con mi mejor amiga sí lo logramos”, agrega.
Hernández, como todos sus paisanos, salió de su país en busca de mejorar la calidad de vida de su familia. Sin embargo, no logró establecerse con éxito ni conseguir algún empleo. La máxima ganancia que obtiene al día es de Bs 80, lo que no es suficiente para mantener a sus cuatro hijos y esposa.
Según el Monitoreo de Flujo de la población venezolana en Bolivia, realizado en 2021 por la OIM el 59,8% de venezolanos que radican en Bolivia desempeña un tipo de actividad económica. No obstante, se identificó que el 62,1% se encontraba desempleado.
Por otra parte, la convivencia entre bolivianos y venezolanos ha sido motivo de grandes muestras de solidaridad de parte de la población paceña. Sin embargo, en un sondeo online realizado en abril de 2022, entre 42 ciudadanos paceños, se evidenció que el 100% cree que la migración venezolana no tiene ninguna influencia positiva en el país. Y constató que el 30% de los participantes considera que la presencia de esta población incrementa la inseguridad ciudadana.
Estos resultados ponen en evidencia que la población paceña todavía tiene prejuicios hacia los migrantes. Sin embargo, el éxito de los emprendedores venezolanos permitirá que dejen de ser vistos como una amenaza, marcando así, el comienzo de una mejor vida para ellos.
Frente a todas las adversidades, Gladys y Marya sienten que mejoraron su vida con el inicio de sus emprendimientos y su adaptación a la sociedad paceña. A futuro ellas planean ser parte de la plaza de comidas que montará la Fundación Scalabrini en el centro de la sede de gobierno.
Mario Orlando Quispe y Alexia María del Rocío Zeballos son estudiantes de Comunicación Social de la UCB