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Política | 02/07/2024

|OPINIÓN|Recordando a René Antonio Mayorga|Erika J. Rivera|

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Brújula Digital|02|07|24|

Erika J. Rivera

Los que piensan no deberían morir, pero lamentablemente los titanes del pensamiento también son finitos. Lamento no haberle hecho llegar mis apreciaciones sobre su persona antes de su partida. Atónita me despedí en la funeraria este 29 de junio. Solo puedo expresar estas líneas ante el camino silencioso que realizamos como humanidad. Amablemente me abrió las puertas de su casa y de su pensamiento. Lo recordaré acucioso, lúcido, disciplinado, e impecable en su forma de vida. Pese a sus dolencias no hubo un instante en el que no dejara de cultivarse. Abierto al mundo y suscrito a periódicos y revistas académicas del exterior, muy bien informado de todo lo que acontecía en otras latitudes y en Bolivia hasta el último aliento de su existencia. Actualmente los bolivianos prefieren celebrar la estridencia argentina sin valorar a este eminente filósofo liberal.

René Antonio Mayorga Zegarra nació en La Paz (19 de octubre de 1940). Llevaba en su corazón a sus abuelos Rafael Zegarra y Leonor Zapata. Por influencia de su abuelo, Mayorga no tuvo sentimientos religiosos. Asistió al Colegio Alemán de La Paz, donde salió bachiller (1946-1958). Muy joven se fue a Alemania para estudiar Ingeniería Mecánica. En Stuttgart estuvo en contacto con la clase trabajadora en la empresa Daimler-Benz. Empezó a leer El Estado y la Revolución, de Lenin. Él dijo: “El choque cultural me llevó a la filosofía. Fue una necesidad existencial. Mi experiencia vital con el mundo obrero despertó mi vocación por la filosofía en Alemania”. Esta transición de la Escuela Técnica Superior en Stuttgart a la Universidad de Marburgo se inició con las lecturas de Nietzsche, especialmente con la obra Más allá del bien y del mal. Cuando llegó a Marburgo se encontró con lo que quedaba de la escuela neokantiana. Allí leyó La España invertebrada de José Ortega y Gasset. Amplió sus lecturas a Kant, Hegel, Dilthey y Heidegger. Se convirtió en un gran lector de la revista Das Argument, referente cultural que aún existe en Europa y en la que tempranamente publicó su crítica a Ernesto Laclau.

Después de esta transición, René Antonio Mayorga se trasladó en 1962 a la Universidad Libre de Berlín y se sentía muy orgulloso de haber sido formado por la élite judía de profesores como Ernst Fraenkel y Richard Löwenthal. Asimismo, con docentes muy brillantes como Gilbert Ziebura, Ossip Kurt Flechtheim y Jürgen Fijalkowski. Él mencionó con nostalgia que en esos años sus mejores amigos fueron Elmar Altvater y Klaus Esser. En octubre de 1971 fue promovido a Doctor en Filosofía con calificaciones de excelencia y honores bajo la tuición de Wilhelm Weischedel. Su tesis filosófica plasmada en 411 páginas titula: “Ser e historia. Crítica de la ontología negativa y de la filosofía de la historia de Martin Heidegger”. También se formó con los filósofos Alexander Schwan, Wolfgang Abendroth y Hans-Joachim Lieber. René Antonio Mayorga recordó que en el Museo de Arte Moderno de Berlín escuchó una conferencia de Adorno, de la cual no entendió nada, pero quedó impresionado porque el público se levantó y aplaudió frenéticamente, aunque la alocución era incomprensible. Mayorga dijo que Horkheimer era distinto a otros intelectuales y que con él aprendió a diferenciar la moda e impostura en el mundo académico.

Empezó su vida profesional con un traspié. Retornó a Bolivia porque quería pensar de cerca la transición a la democracia. Presentó sus papeles a la Facultad de Humanidades de la UMSA, en la que fue rechazado por haber estudiado en el exterior.

“Me trataron como a un perro”. Le ocurrió algo similar en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), cuando existía la sede en La Paz. En ese entonces Mayorga publicaba en Europa, Estados Unidos y América Latina. Considero que la burocracia ineficiente, el provincianismo ensimismado y el asalto a la yugular por un puesto laboral reducen nuestra mirada del valor meritocrático y subestiman a eminencias académicas. René Antonio Mayorga se fue a Chile, luego a México, Norteamérica y finalmente a FLACSO-Quito Ecuador.

En FLACSO-Ciudad de México, trabajó con René Zavaleta Mercado, quien lo contrató pese a su posición liberal. Mayorga dijo que se convirtió en su mano derecha porque Zavaleta fue una persona con mentalidad amplia y sabía apreciar el talento individual. Conoció personalmente a intelectuales de gran trayectoria como Emilio de Ípola, Juan Carlos Portantiero, José Aricó y Marcos Kaplán. En este contexto latinoamericano empezó a desarrollar su teoría propia. También conoció a la diplomática de la República Dominicana Laura Faxas, a quien amó por su inteligencia y simpatía, pero tenía un defecto: ella quería casarse. “Yo creía en la libertad humana. Aprendí que en el amor se esconde una relación de poder. Hubiera sido dependiente de ella. Me veía en función del matrimonio y de lo que ella quería hacer. Había una incompatibilidad de metas. Yo quería pensar y los hijos implicarían tiempo, bulla y preocupación”. Fue un ensayo fallido de la rutina doméstica por decisión propia. Consciente de la libertad, el tiempo y el silencio como condición material básica para dedicarse a la filosofía y sobre lo cual reflexionó hasta la última etapa de su vida.

Su producción intelectual es prolífica y extensa. En 1990 René Antonio Mayorga dijo que los bolivianos “somos modernos, premodernos y antimodernos a la vez”. Trató de comprender “la profunda crisis del proyecto histórico de la modernidad”. Reconoció su deuda intelectual con Teororo Adorno y Walter Benjamin para esbozar un concepto crítico, que está determinado por las “fracturas, ambigüedades y contradicciones internas” de los sistemas analizados. Su obra central denominada Teoría como reflexión crítica ha sido alimentada por los enfoques de Popper, la Escuela de Frankfurt, el existencialismo de Heidegger y los aportes de la nueva sociología latinoamericana, representada por Daniel Cossío Villegas, Hernando de Soto y Guillermo O´Donnell.

Mencionó que en ese contexto era un placer escuchar a grandes oradores y académicos de trayectoria internacional como Fernando Henrique Cardoso, José Aricó, Simón Pachano, Marcos Kaplán, Manuel Alcántara y Álvaro Mutis.

Sobre nuestro presente expresó que no se debe perder la autonomía intelectual. Nos encontramos en una ausencia de liderazgo político, que también es un síntoma de la dificultad cultural en Europa. La democracia representativa se encuentra en crisis junto a los partidos políticos que no se resolverá ni en Perú, ni en Bolivia, ni en Ecuador, porque la contradicción se basa en la forma de hacer política. Es necesario consolidar dos presupuestos: un cambio de liderazgo y un cambio de la representación política. Los componentes del liderazgo político deben ser capaces de integrar varios temas en la sociedad, como el ecológico, y no solo estar vinculados a los movimientos tradicionales obreristas e indigenistas.

Señaló que el MAS es un partido conservador y antipolítico, caudillista y burocrático, que ha usado las viejas prácticas coloniales. Nos encontramos en un proceso avanzado de tradición dictatorial que se sirve de una representación democrática que permite un régimen electoral desinstitucionalizado, que no admite el ingreso de la oposición, ni de las instituciones estatales al Chapare. Todo esto es parte de la tradición en nuestro país. El filósofo liberal René Antonio Mayorga, que ya no se encuentra entre nosotros, nos enseñó que la crítica es un pensamiento analítico que se ejerce sobre sí mismo y que se aprende todo el tiempo. Aunque también me dijo que en la vejez ya no se puede hacer ningún plan.

Erika J. Rivera es abogada.



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