|OPININIÓN|Una raya más al tigre|Jenny Ybarnegaray|

Brújula Digital|30|06|24|

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Es tan absurdo lo que pasó el miércoles, que después de lo jocoso del momento queda la indignación que da lugar a todo tipo de conjeturas. No hay columnista que no se refiera al tema.

De los memes a las hipótesis. ¿Quién sabe lo que realmente pasó?  Yo, francamente, no lo sé, por eso prefiero abstenerme de especulaciones.

Mediáticamente, el Gobierno se empeña en sostener su  teoría del golpe fallido (desactivado gracias a la inusual valentía del presidente Luis Arce), y ahí están saliendo ministros, viceministros y hasta el propio mandatario a hablar, hablar y hablar hasta el cansancio.

Pero ¿quién que tenga dos dedos de frente les cree? ¿Acaso no tenemos pruebas suficientes de su mitomanía sistemática? Nada yo les creo, sólo sé que cuando las autoridades pierden credibilidad, nada les queda, se les cae la autoridad misma y todo lo que hacen y dicen cae en el campo de la duda y la especulación.

Lo que es evidente es que los militares quedaron nuevamente por los suelos, como trapo de piso. ¿Quién les restituye su honor, su orgullo? Dirán “fueron sólo algunos”, claro que sí, pero ese es el costo de una institución más (ni qué decir de las otrora respetables organizaciones sociales) que agacha la cabeza a cambio de espurias prebendas (como su jubilación privilegiada, por ejemplo). La institución misma está en entredicho.

De la actuación del general Juan José Zúñiga, camaradas y tropas que osaron incursionar en la plaza Murillo, pertrechados con vehículos militares, queda la pregunta ¿es que podrían  ser más estúpidos? Sea para prestarse a semejante desatino (autogolpe), o por mutuo propio (golpe) ¿en qué estaban pensando?

Lo que nos queda es una enorme vergüenza internacional, la caída del turismo (Carlos Hugo Molina viene diciendo que de eso podríamos vivir) cuando menos dólares hay, lo ridículo, lo grotesco a la vista de todo el mundo.

¿Y nosotras? Nada bien, por supuesto. Seguimos contando y juntando la platita para ir al mercado, donde todo sube de precio semana tras semana, seguimos “raspando la olla”, seguimos atemorizadas viendo cómo matan y maltratan mujeres como si sus vidas no valiesen una luca, seguimos sin seguir viendo cómo emigran hijos/as y nietos/as en busca de un futuro que el país no les ofrece.

En fin, nada permite abrigar esperanza en un futuro colectivo promisorio, sálvese quien  pueda. Lo del miércoles fue “una raya más al tigre” de la desesperanza.