La relación con Bolivia puede transitar hacia una agenda más moderna si se abandona la diplomacia ideológica, se reconoce la historia sin caer en el resentimiento y se avanza en temas concretos.
|Brújula Digital|04|12|2025|
Diálogos al Café Marcos Escudero se enfocó en las elecciones chilenas y el escenario político que se abre ante un nuevo gobierno. Participaron como panelistas Gabriel Gaspar, cientista político, y Raimundo Jara, abogado y analista políticoAmbos ofrecieron una visión integral del clima que rodea la segunda vuelta presidencial, marcada por la polarización, el desgaste sistemático del centro político y una ciudadanía impaciente ante la inseguridad, el estancamiento económico y la fragilidad institucional.
Sus intervenciones permitieron situar la coyuntura chilena dentro de una década que, según coinciden, redefine los equilibrios de representación, liderazgo y gobernabilidad en el país
Polarización y cambio:el nuevo terreno político chileno
Los panelistas identificaron la primera vuelta como un reflejo claro de dos tensiones acumuladas: la sensación ciudadana de inseguridad —alimentada por crimen organizado, migración irregular y aumento del desorden social— y un estancamiento económico prolongado. Para Gaspar, los resultados revelan un giro estructural: la vieja arquitectura de dos grandes coaliciones terminó agotándose. La derecha tradicional fue desbordada por fuerzas más duras, mientras que la centroizquierda histórica perdió el rol articulador que sostuvo durante la transición democrática.
Jara amplió el diagnóstico: Chile vive un ciclo iniciado con el estallido social de 2019, profundizado por la pandemia y acentuado por dos procesos constitucionales fallidos. El país ya no oscila entre derecha e izquierda, sino entre derechas e izquierdas múltiples, fracturadas y crecientemente personalistas. Las redes sociales, recordó, intensifican la dispersión: segmentan audiencias, simplifican temas complejos y permiten a líderes operar sobre nichos más que sobre un electorado nacional.
Ambos coincidieron en que la institucionalidad chilena conserva capacidad de procesamiento, pero enfrenta límites inéditos: menos legitimidad, mayor fragmentación y una ciudadanía muy impaciente. La clave será si el próximo gobierno —cualquiera sea su signo— logra resultados rápidos en seguridad sin transgredir los límites constitucionales que regulan el uso de la fuerza.
El vacío del centro y el ascenso de los extremos
Gaspar recordó que el progresismo de la transición logró dos objetivos históricos: evitar la deriva violenta postdictadura y reinsertar a Chile en el mundo. Sin embargo, esa generación no consiguió transmitir su experiencia a los nuevos liderazgos. Jara profundizó esta idea: parte de la izquierda no defendió sus propios 30 años de logros, aceptó narrativas simplificadoras y permitió que el recambio generacional se produjera sin formación política sólida. El resultado es una dirigencia joven con menos formación histórica e intelectual, y una política más reactiva que programática.
En paralelo, la derecha tradicional experimentó un declive acelerado. Gaspar subrayó que Kast no crece tanto como se cree; lo que colapsa es el centroderecha clásico, excedido por fuerzas como el Partido Republicano y por discursos más radicales. Para Jara, la figura de Kast expresa un desplazamiento profundo del electorado: no se trata de un giro ideológico coherente, sino de un voto pragmático en busca del “menos malo” en un contexto de frustración acumulada.
Preguntas del público permitieron introducir otro punto crítico: la gobernabilidad. Jara fue directo: un gobierno de extrema derecha enfrentará desafíos severos para mantener estabilidad política y social, especialmente si la oposición replica las tácticas de presión callejera observadas en ciclos previos. Por su parte, Gaspar señaló que cualquier administración deberá enfrentar una ciudadanía que exige resultados inmediatos en seguridad y economía, sin margen para errores prolongados.
Migración, seguridad Y la agenda con Bolivia
Ambos panelistas abordaron el tema más sensible del vínculo bilateral: la migración irregular. Gaspar explicó que Chile recibió en pocos años un flujo equivalente al 10% de su población, lo que saturó servicios públicos y abrió espacio al crimen organizado transnacional. Bolivia aparece en el debate no como causa, sino como parte de la ruta migratoria. Esto exige -afirmó- una cooperación binacional práctica, no retórica: control fronterizo coordinado, rutas identificadas y trabajo compartido frente a redes criminales que operan desde Venezuela hasta el Caribe.
Jara añadió que el gobierno saliente descuidó la agenda estructural con Bolivia, centrando el vínculo solo en temas coyunturales. Recordó que la diplomacia ideologizada distorsiona prioridades y que es necesario reconstruir una relación moderna, con acuerdos económicos actualizados y mecanismos estables. También destacó que figuras relevantes del entorno de Kast han dado señales de pragmatismo, lo que abre un espacio para tratar con seriedad temas como energía, migración y posible restablecimiento de relaciones a nivel de embajadas.
Las preguntas permitieron profundizar aún más: ¿puede un gobierno de Kast moderar su agenda de seguridad bajo el control institucional chileno? Gaspar sostuvo que sí, pues el Congreso y las Fuerzas Armadas son garantes del marco constitucional. ¿Puede Chile superar la narrativa revanchista en su relación con Bolivia? Para Jara, ese es un requisito indispensable: sin abandonar el lenguaje confrontacional, no habrá avance real en integración, comercio ni cooperación estratégica.
Consideraciones finales
Gaspar y Jara coincidieron en que Chile atraviesa un periodo decisivo: un país polarizado, con partidos fragmentados y una ciudadanía exigente, enfrenta la necesidad de reconstruir representación y recuperar gobernabilidad. La década 2020–2030 será un laboratorio político donde Chile deberá combinar institucionalidad, pragmatismo y adaptación a un entorno internacional volátil. En paralelo, la relación con Bolivia puede transitar hacia una agenda más moderna si se abandona la diplomacia ideológica, se reconoce la historia sin caer en el resentimiento y se avanza en temas concretos como migración, seguridad y cooperación económica. La oportunidad existe; el desafío es convertirla en política de Estado y no en reacción coyuntural.