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Política | 25/08/2025   04:00

|OPINIÓN|El populismo, el enemigo que sigue ahí|Juan Pablo Guzmán|

Habrá que seguir machacando con el voto y con las infinitas posibilidades que otorga una real democracia para, en sucesivas batallas, lograr desfallecer a ese espectro que aún se cierne sobre Bolivia. Si no, todos los esfuerzos que hemos hecho hasta hoy habrán sido en vano…

Un jurado electoral muestra una boleta electoral durante el conteo de votos en las Elecciones Generales 2025. Foto APG.
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Brújula Digital|25|08|25|

Jean Paul Guzmán

Tras los resultados de las elecciones del 17 de agosto, bien podríamos parafrasear el inicio del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, pero llevado al 2025, para decir: “Un espectro se cierne aún sobre Bolivia: el espectro del populismo”. Porque, aunque librado del MAS, el partido que trabajó por reemplazar a la democracia por la autocracia, y a la libertad por el silencio de las prisiones, el país tiene todavía ante sí el reto de extirpar el gen populista que Evo Morales y su pandilla enraizaron medularmente en la psiquis y la conducta de millones.

En la época preelectoral, un intelectual boliviano manifestó que el principal reto de los votantes, antes que elegir entre uno u otro nombre de la papeleta electoral, era erradicar el paradigma que el MAS había instalado en el país: ese que lleva a pensar en que los líderes son infalibles, que el Estado debe ser el rector de la economía, que las institucionalidad es un principio burgués, que la separación de poderes es una locura liberal de Montesquieu, que la Pachamama otorga un lugar sagrado a los indígenas, que el rico es un ladrón al que hay que desvalijar, y que la viveza criolla para engañar, estafar, corromper y robar debe no solo ser perdonada, sino cultivada con fe.

Ese paradigma masista es la versión del populismo que soporta Bolivia desde hace dos décadas y que aún está lejos de ser reemplazado por otro paradigma de igual fortaleza. El tiempo que nació tras los resultados del 17 de agosto sembró el germen de un nuevo norte, que quiere ser republicano y democrático, pero que aún deberá remar a contracorriente para fundar un renovado orden en el que despreciemos a los tiranos, ahuyentemos a los charlatanes que hacen política y creamos en que la suma de la libertad democrática, la iniciativa personal y la propiedad privada harán de este un país ejemplar.

El populismo masista aún está agazapado en candidatos que no disimulan –no sabría decir si por convicción, por ignorancia, o por ambas– su afán por presentarse como iluminados que transmiten la voz de Dios, repartidores de bonos sin la mínima lógica económica, hacedores de promesas que serán imposibles de cumplir, altaneros que pueden acusar de todo y nada a cualquiera con su imaginación como único respaldo; desorientados que, desprovistos de autocrítica, solo saben aplaudirse frente a un espejo.

Esos populistas aseguran “amar” al pueblo, pero en realidad solo lo perpetúan en la regresión. De allí nace la lucida frase del pensador argentino Mariano Grondona, quien decía: "El populismo ama tanto a los pobres que los multiplica". En el fondo, según el mismo razonamiento, esos populistas acaban siendo socialistas porque su lógica es simple, como absurda: para ellos, la mejor manera de combatir la pobreza es darles a los que menos tienen lo que les sobra a los que más tienen, hasta que la riqueza se acabe y todos queden pobres.  Cuando, en realidad, la generación de riqueza se encamina mediante la libertad económica, la educación, la justicia, la igualdad de oportunidades, la propiedad privada y la democracia. 

En una disección del populismo, el historiador mexicano Enrique Krauze enumeraba los “mandamientos” de los candidatos populistas. Lo cito: 1) El populista –y su séquito de fanáticos– tiene por costumbre “fustigar en forma sistemática a sus oponentes y enemigos ideológicos del color que sean”, existan o no, razones para hacerlo. 2) El populista alienta el odio entre las clases sociales, donde los “otros” son siempre los causantes de las injusticias. 3) El populismo exalta la figura de un líder carismático, quien, a fuerza de alabanzas y la adjudicación gratuita de “dotes” inexistentes, se convierte en el salvador. 4) El populista fabrica las verdades a gusto, e insiste de manera enfática en la “grandeza” de sus reformas. 5) El populista se preocupa de movilizar a los grupos sociales que lo siguen: apela a su lealtad y patriotismo, los organiza de acuerdo con sus propios intereses; y 6) El populista inicia muy pronto un proceso para domesticar, dominar y, finalmente, debilitar las instituciones democráticas existentes, a fin de liberarse de toda traba o límite a su poder.

¿Les parecen hoy conocidas esas características? 

Las elecciones del 17 de agosto han sido un primer combate en el que se ha asestado un severo golpe al populismo, es decir, al paradigma del MAS, pero aún sin derrotarlo. Por el bien del país, el de sus habitantes y el de la libertad económica e individual, habrá que seguir machacando con el voto y con las infinitas posibilidades que otorga una real democracia para, en sucesivas batallas, lograr desfallecer a ese espectro que aún se cierne sobre Bolivia. Si no, todos los esfuerzos que hemos hecho hasta hoy habrán sido en vano…

Jean Paul Guzmán es comunicador social.



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