Paz representa un país moderno, descentralizado y pragmático. Tuto, en cambio, ofrece estabilidad, experiencia y retorno a un orden perdido. La clave estará en quién logre capturar el voto de centro y movilizar a los sectores menos politizados.
Brújula Digital|22|08|25|
Michele Delgado
Las elecciones generales de Bolivia de 2025 marcan un punto de inflexión en la historia política del país. Tras casi dos décadas de hegemonía del MAS y un prolongado desgaste de las instituciones democráticas, el electorado boliviano ha optado por reconfigurar el sistema político.
En este contexto de crisis de representación, fragmentación partidaria y colapso de los liderazgos tradicionales, emergen dos figuras que dominan el nuevo mapa electoral: Rodrigo Paz, como símbolo de una renovación tecnocrática y ciudadana, y Jorge Tuto Quiroga, como representante de una derecha restauradora con trayectoria.
Ambos avanzan a una segunda vuelta, lo que evidencia no solo la dispersión del voto, sino una lucha entre dos visiones de país en pugna. El MAS, liderado inicialmente por Evo Morales y posteriormente por Luis Arce, construyó una hegemonía basada en la redistribución económica, la identidad indígena y un discurso antiimperialista. Sin embargo, para 2025, este modelo ha entrado en crisis: la economía enfrenta una inflación superior al 25%, lo cual erosiona el sustento popular del oficialismo.
El MAS sufre divisiones internas y pérdida de credibilidad, agravadas por escándalos de corrupción y un aparato estatal ineficiente. Las instituciones (justicia, policía, sistema electoral) están fuertemente deslegitimadas.
En este contexto de crisis sistémica, el electorado exige un nuevo pacto social. Ni el MAS ni la oposición tradicional ofrecen respuestas convincentes, y emerge una ciudadanía activa que exige pragmatismo, eficiencia y transparencia.
Rodrigo Paz, el liderazgo de la postpolítica
Una figura de síntesis: técnica, social y ciudadana. Rodrigo Paz se ha consolidado como el líder inesperado de esta transición. Su ascenso no se explica por carisma populista ni por el uso de grandes estructuras partidarias, sino por una narrativa coherente que combina elementos del reformismo liberal, la sensibilidad social y el enfoque técnico.
Su proyecto se basa en un modelo de “capitalismo para todos”, que plantea incentivos tributarios, créditos para emprendedores y estímulo a la inversión sin sacrificar equidad. La defensa de derechos sociales, como la igualdad de género, el respeto a la diversidad sexual y la protección contra la violencia.
Un enfoque descentralista que apuesta por devolver poder a las regiones mediante autonomía real y distribución territorial de inversiones. Estas propuestas captan el espíritu de una clase media urbana harta de los extremos y que busca soluciones prácticas más allá de la ideología.
Antisistema con propuesta. El fenómeno postideológico Rodrigo Paz se presenta como antisistema sin caer en el discurso antipolítico. No promete destruir el Estado ni romper con la institucionalidad, sino modernizarla desde adentro. Este posicionamiento le otorga legitimidad entre votantes jóvenes, profesionales, emprendedores y sectores históricamente huérfanos de representación.
Asimismo, su negativa a financiar encuestas y su insistencia en la deliberación pública le confieren autenticidad en un contexto en el que la manipulación de percepciones es moneda corriente.
Tuto Quiroga, el retorno del orden liberal
Mientras Paz representa la novedad; Quiroga simboliza el retorno de un conservadurismo clásico con vocación restauradora. Su campaña se apoya en tres factores fundamentales: trayectoria política e institucionalidad.
Ex presidente y actor con experiencia, Tuto Quiroga transmite gobernabilidad, previsibilidad y manejo del Estado. Esto es valorado por sectores empresariales, instituciones internacionales y ciudadanos que temen una deriva populista o caótica. Base regional sólida: Quiroga encuentra su mayor respaldo en Santa Cruz, bastión histórico de la derecha liberal. Con la caída de Camacho y la desarticulación de la ultraderecha cruceña, Tuto se convierte en el candidato natural del empresariado agroindustrial. Narrativa de orden frente al caos. En una campaña marcada por denuncias de fraude, violencia y deterioro institucional, Quiroga se presenta como el único capaz de “restaurar la república”, apelando al electorado más tradicionalista.
Sin embargo, su perfil tiene límites: su discurso carece de magnetismo para sectores jóvenes, indígenas o populares, y su imagen sigue vinculada a los años del neoliberalismo del 2000.
Segunda vuelta
Dado que ninguno de los dos candidatos ha superado el 40% de los votos con 10 puntos de ventaja sobre el segundo, Bolivia se encamina a una segunda vuelta electoral. Esta definición final será más que una competencia entre candidatos, será un plebiscito sobre el futuro del país. Este enfrentamiento cristaliza una tensión entre la Bolivia del futuro y la Bolivia del pasado reciente.
Paz representa un país moderno, descentralizado y pragmático. Tuto, en cambio, ofrece estabilidad, experiencia y retorno a un orden perdido. La clave estará en quién logre capturar el voto de centro y movilizar a los sectores menos politizados.
Las elecciones de 2025 marcan una encrucijada histórica para Bolivia. El agotamiento del modelo populista del MAS y la descomposición de la oposición tradicional han abierto el camino a una nueva arquitectura política. En ese escenario, Rodrigo Paz se impone como líder inesperado gracias a su discurso renovador, tecnocrático y ciudadano. Jorge Quiroga, por su parte, canaliza el deseo de restauración y orden en un país fracturado. Ambos avanzan a una segunda vuelta que definirá no solo quién gobernará, sino qué tipo de país emergerá de la crisis. Bolivia no solo elige un presidente, está redefiniendo su contrato social.
Michele Delgado es comunicadora política.