cerrarBrujula-Bicentenario La CascadaBrujula-Bicentenario La Cascada
BEC_ZAS_1000x155px
BEC_ZAS_1000x155px
1000 X 155 animación
1000 X 155 animación
Política | 18/08/2025   15:37

|OPINIÓN|Ni derecha, ni izquierda, Rodrigo Paz y Edman Lara|Hernán Terrazas|

Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina fueron racionales cuando lo que el país necesitaba, además de conexión emocional, era que los mensajeros de la “salvación” y el “cambio” fueran ellos mismos el mensaje de renovación, cosa que evidentemente no se cumplía.

BANNER-CR-BICENTENARIO-Brújula-1000x155px
BANNER-CR-BICENTENARIO-Brújula-1000x155px

Brújula Digital|18|08|25|

Hernán Terrazas E.

No hay que subestimar a la gente. En enero de 2025 varias encuestas mostraban que más del 80% de la población quería un cambio profundo, de modelo y de protagonistas. La crisis era un factor importante, obviamente, pero detrás de la intención de voto asomaba la aspiración compartida por la renovación.

El mensaje no fue entendido, a pesar de la claridad, y volvieron a escena muchos de los que estuvieron antes. Tenían el derecho de hacerlo, por supuesto, pero a medida que pasaron los meses y maduró el proceso electoral podía advertirse que ninguno de los candidatos lograba que su voto creciera más allá del 20 a 21%.

Estaba claro, entonces, que había, primero, una contradicción entre la demanda mayoritaria de cambio y la oferta de candidaturas, pero, también, segundo, que los ciudadanos no se resignaban a aceptar las cosas como venían. 

De ahí que creció sorpresivamente el respaldo por un candidato como Jaime Dunn, que, en su mejor momento, antes de la inhabilitación, había llegado al 21% y que pintaba para seguir cosechando respaldo.

Tampoco se vio, tal vez porque el ruido electoral no lo permitía, que un humilde, pero valiente capitán de policía, Edman Lara, figuraba entre los favoritos, sobre todo en sectores populares de occidente, porque en su carrera profesional había demostrado que estaba dispuesto a todo, incluso al riesgo personal, para luchar contra la corrupción en su institución. 

Dunn y Lara tenían algo en común: eran nuevos y, más allá de sus diferencias, representaban lo que la gente quería.  Rodrigo Paz estaba en la misma línea. Un político con trayectoria, pero que nunca había sido candidato a la presidencia o vicepresidencia del Estado y que, en esa medida, podía ajustarse también a la necesidad de contar con caras nuevas en el escenario.

Con exceso de confianza, los candidatos que encabezaban las encuestas subestimaron a unos adversarios “junior”, “desconocidos”, que no tenían la experiencia, ni supuestamente la capacidad para enfrentar la crisis, un terreno en el que ellos, los experimentados, se sentían especialmente cómodos, dados sus perfiles técnicos.

A Paz, increíble, lo excluyeron de los primeros debates. Lo “changuearon” los empresarios e incluso algunos medios importantes. Para ellos, no estaba entre los ganadores solo porque las encuestas del momento no lo ubicaban en los primeros lugares o porque en realidad ya habían hecho una elección anticipada.

Había candidatos con discurso técnico, con soluciones a la crisis, con relaciones internacionales, con buena oratoria, con mucha plata para sus campañas, pero resulta que lo que la gente esperaba no era solo salvadores económicos, sino sobre todo renovadores políticos. La economía era un asunto urgente, pero no el único.

Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina fueron racionales cuando lo que el país necesitaba, además de conexión emocional, era que los mensajeros de la “salvación” y el “cambio” fueran ellos mismos el mensaje de renovación, cosa que evidentemente no se cumplía.

Pero había algo más, la reconciliación. Después de 20 años de polarización y confrontación, la gente dudaba si votar por aquellos que formaron parte de la tensión política, por los que representaron en su momento al otro en una pelea desgastante que hizo un profundo daño al país.

No fue correcta la lectura de aquellos que pensaron que el país iba para la derecha después de años de, supuestamente, haber caminado por la izquierda. La gente ya no quería disyuntivas ideológicas, sino alternativas de unidad. Y entonces, pasó lo que pasó.

Rodrigo Paz y el capitán Edman Lara ganaron las elecciones generales e irán a segunda vuelta con Jorge Tuto Quiroga, que tuvo casi 5 puntos menos de votación. Paz no solo tuvo más votos, sino que venció en 5 departamentos, todo el occidente y parte del centro – los que históricamente ganaba el MAS -, pero también estuvo entre los tres más votados en otras regiones. 

La Democracia Cristiana, partido vehículo de los ganadores, tendrá más senadores y diputados que en toda su historia política. Rodrigo Paz ganó con más votos de los que nunca tuvo su padre, el expresidente Jaime Paz Zamora, y estará entre los 5 más votados de la historia democrática.

Con la democracia volvió lo inesperado y es bueno que así sea. En las elecciones de los últimos 20 años se sabía de antemano quien era el ganador, por las buenas y también - 2019 es el ejemplo - por las malas y tramposas. Pero hasta último mínuto ayer nadie sabía quién era el ganador, lo cual es más que saludable y sintomático de que vamos por buen camino.

Rodrigo Paz no solo borró al MAS, sino que, junto a Edman Lara, está a punto de enterrar a una generación política. En su voto no pesó la izquierda, tampoco la derecha. Bolivia apostó por el outsider que vino del sur, tal vez porque lo que necesita es volver a creer y depositar la esperanza en alguien que no esté de un lado o el otro, sino con todos. Por ello no sería prematuro pronosticar que la tendencia que mostraron los resultados del 17 de agosto se mantenga e incluso acentúe el 19 de octubre y ya no será sorpresa.

Hernán Terrazas es periodista.





BRÚJULA-colnatur diciembre-2024 copia
BRÚJULA-colnatur diciembre-2024 copia
200
200