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Política | 13/08/2025   02:45

|OPINIÓN|Bolivia necesita romper las cadenas de la manipulación política|Enrique Bruno|

Debemos apostar por una sinergia real entre el pequeño productor y el gran empresario, entre el campo y la ciudad, entre el occidente y el oriente.

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Brújula Digital|13|08|25

Enrique Bruno

En tiempos en que la política parece haberse convertido en un escenario de ataques personales y manipulación es necesario marcar una posición clara. No podemos seguir tolerando que la lucha por el poder se imponga sobre la construcción de un proyecto nacional ni que la ausencia de escrúpulos y valores se normalice como parte del juego político.

No se trata solo de la manipulación política ni de las divisiones fomentadas desde el poder. El mayor mal que enfrenta Bolivia hoy es la corrupción. Este cáncer ha penetrado en prácticamente todas las instituciones: judiciales, policiales, ministeriales y administrativas. No hay organismo del Estado libre de esta enfermedad. Un gobierno que quiera cambiar la historia del país debe tener como prioridad número uno la lucha frontal contra la corrupción.

Hoy contamos con la tecnología y la sistematización de la información necesarias para fiscalizar y transparentar la gestión pública. Con voluntad política es posible aplicar controles digitales, trazabilidad de recursos y auditorías permanentes que permitan que el dinero público alcance y se use donde realmente se necesita. Si no erradicamos la corrupción, ningún plan económico o social tendrá resultados duraderos.

Yo soy Enrique Bruno Camacho. Soy cristiano, creo profundamente en Jesucristo como único y suficiente Salvador de toda la humanidad. Creo en la familia como núcleo fundamental de la sociedad. Defiendo la libertad como principio absoluto, el libre mercado como motor de prosperidad y la vida desde su concepción como un valor innegociable. 

Rechazo que las ideologías de género se utilicen como estrategia para destruir los principios familiares y confundir a las nuevas generaciones. Estoy convencido de que el rol del Estado no es asfixiar a los ciudadanos con burocracia ni manipularlos con ideologías, sino servirles, facilitarles la vida, abrir oportunidades y permitirles competir en igualdad de condiciones en el mundo.

Una crisis que traspasa fronteras

Lo que vemos hoy en Bolivia, y en buena parte de América Latina, es el resultado de una política que ha dejado de lado la visión de país. Se ha perdido el respeto, los códigos y los límites que toda democracia necesita para convivir. Los adversarios políticos atacan sin medir las consecuencias que esto tiene en la familia y en la educación de las próximas generaciones.

En este contexto, el socialismo en sus distintas versiones se ha convertido en el arma más efectiva de manipulación política en Latinoamérica. Bajo el discurso de igualdad y justicia social ha fomentado divisiones, control excesivo y dependencia del Estado, frenando el desarrollo económico y debilitando las libertades. Hoy, más que nunca, debemos aprender de los errores de nuestros vecinos y también de los nuestros, para levantar juntos la economía y abrir oportunidades reales para todos.

El potencial que estamos dejando escapar

Bolivia está en el corazón de Sudamérica, con una ubicación estratégica que podría convertirnos en un gran centro logístico, un hub aéreo regional y un parque industrial competitivo. Contamos con abundantes recursos naturales, una diversidad cultural única y ecosistemas distintos que ofrecen oportunidades agrícolas, industriales y turísticas incomparables.

Pero para lograrlo necesitamos una visión de país. Un plan que nos saque de la pobreza no con asistencialismo, sino con inversión, producción y empleo. Debemos apostar por una sinergia real entre el pequeño productor y el gran empresario, entre el campo y la ciudad, entre el occidente y el oriente. Las divisiones artificiales –collas, cambas, chapacos; derechas o izquierdas– han sido utilizadas por gobiernos anteriores para manipular a la población, mantenerla en la pobreza y perpetuarse en el poder. Esto debe terminar.



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