Yo apoyaré a Jorge Tuto Quiroga porque no creo en encuestas compradas ni en campañas financiadas desde el exterior. Porque en las calles escucho “Tuto Presidente”, porque quiero un país con justicia verdadera, instituciones sólidas e ideas que nos devuelvan el futuro.
Brújula Digital|11|08|25
Eduardo Salamanca
Es urgente que la ciudadanía se sacuda el espejismo del marketing político y observe con claridad lo que verdaderamente está en juego: el destino de nuestros recursos naturales, la dignidad democrática, el liderazgo moral. En suma: el futuro de nuestros hijos.
En todos los debates a los que asiste, Samuel Doria Medina repite sistemáticamente que es empresario y que tiene la solución, dando a entender que porque hizo fortuna con el cemento tiene el temple para gobernar. Que su éxito empresarial lo convierte en la llave maestra de la crisis nacional.
Pero la historia –la nuestra y la del continente– desmiente esa premisa, porque dirigir una nación no es administrar una empresa; es liderar un pueblo.
Empresarios al poder, espejismo
Los casos recientes son elocuentes. Sebastián Piñera en Chile y Mauricio Macri, en Argentina, llegaron al poder con el mismo discurso: eficiencia, inversiones, gerencia moderna. Pero ambos fracasaron políticamente porque confundieron el timón del Estado con un tablero de Excel. Ignoraron el tejido social, el pulso popular, la memoria colectiva. Piñera terminó reprimiendo al pueblo en el estallido social de 2019. Macri dejó una economía endeudada y una sociedad fragmentada. Lo peor: su gestión, como la de Piñera, permitió el retorno de corrientes populistas del Socialismo del Siglo XXI, que ya mostraron sus atrocidades en Venezuela y Nicaragua.
En Bolivia es suficiente mencionar a Gonzalo Sánchez de Lozada, empresario minero y dueño de Comsur, cuyo segundo mandato fue truncado por la Guerra del Gas, en 2003: un levantamiento social masivo por la exportación de gas natural sin consulta popular.
Huyó del país – como lo hizo Evo Morales en 2019– y tiene procesos pendientes por violaciones a los derechos humanos. Su gestión modernizadora fue políticamente impopular y terminó en desastre.
Samuel Doria Medina –que fracasó electoralmente en cinco ocasiones– representa esa misma visión tecnocrática, desconectada del alma popular. Y ahora quiere volver como si fuera un político nuevo y sin antecedentes (un outsider), cuando en realidad es un político profesional que lleva más de 30 años rondando el poder, sin haber demostrado jamás talla de estadista.
No se puede olvidar que Doria Medina militó desde joven en las filas del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), partido con el cual ejercería posteriormente altas responsabilidades de gobierno. El MIR cogobernó Bolivia con el expresidente Hugo Banzer Suárez, durante el segundo gobierno de ADN, en el que Samuel fue Ministro de Planeamiento y jefe de gabinete económico. Más adelante formó parte de alianzas políticas con Goni (Sánchez de Lozada) y Manfred Reyes Villa.
También tuvo participación indirecta en el gobierno transitorio de Jeanine Añez (senadora de su partido). Aunque no ocupó un cargo formal en el gabinete, su (UN) respaldó políticamente a Añez y varios de sus allegados y excolaboradores ocuparon cargos clave durante ese periodo. Además, Doria Medina fue uno de los principales impulsores del intento de alianza con Añez para las elecciones de 2020, que luego se disolvió tras la polémica candidatura de la entonces presidenta interina.
Marcelo Claure, apoyo condicionado
El respaldo expreso por Marcelo Claure, empresario boliviano radicado en Miami, a la candidatura de Doria Medina ha sido presentado como un “respaldo estratégico”. Pero la verdad –documentada, preocupante y recientemente revelada por la prensa internacional– es otra. Claure no busca apoyar un proyecto nacional, sino instrumentalizar la política boliviana para favorecer “adecuadamente” sus intereses económicos.
Además, el empresario ofreció inicialmente recursos y logística para un control electoral trasparente, hecho que ha quedado absolutamente inviabilizado por su abrupta adhesión a Doria Medina.
Una reciente investigación de un medio español reveló que Claure no solo contempla influir en las elecciones de Bolivia, sino que está interesado en comprar medios de comunicación para imponer al “político adecuado para una buena causa” y que este objetivo sería “un experimento divertido”. En su propia voz, Claure admite que quiere controlar la narrativa mediática y promover un liderazgo alineado con su estrategia empresarial, como si Bolivia fuera una franquicia más en su portafolio de inversiones.
Esto va mucho más allá del respaldo político o la legítima participación ciudadana desde el exterior. Se trata de una intención clara de manipular la democracia boliviana, mediante dinero, marketing, medios y pactos de conveniencia. Claure ha mantenido vínculos con socios ligados al capital extranjero interesado en la explotación del litio, y todo indica que su apoyo a Doria Medina no es gratuito.
Peor aún, hasta hace muy poco, Claure no había emitido una sola crítica pública a Evo Morales ni al régimen del MAS. En septiembre de 2024 incluso se ofreció como mediador entre Evo y Arce “por el bien del país”. ¿Dónde estaba su voz durante el fraude de 2019? ¿Dónde estaban sus denuncias cuando el Tribunal Constitucional fue capturado, o cuando la democracia fue pisoteada?
Fue recién cuando el barco del MAS comenzó a hundirse que Claure cambió de traje, y ahora aparece como salvador. Pero el pueblo sabe que el dinero puede financiar campañas, pero no puede comprar la memoria de una nación que ya ha sido traicionada demasiadas veces.
Bolivia necesita un estadista, no un gerente
Lo que Bolivia necesita no es un gerente, sino un estadista con visión, coraje moral y compromiso democrático. Un gerente puede reducir gastos, mejorar balances, contratar consultores, pero solo un estadista puede guiar al país con ética, con profundidad histórica, con sensibilidad humana, firmeza frente a la adversidad y apertura al diálogo genuino.
Bolivia no puede ser gobernada por tecnócratas sin alma, por empresarios que, a título de resolver la crisis económica, en realidad piensan en abrir nuevos mercados personales. Un país no es una empresa. No tiene accionistas, tiene ciudadanos. No busca dividendos, busca bienestar. No se dirige con hojas de cálculo, se lidera con valores.
17 de agosto, cita con la dignidad y la libertad
El próximo 17 de agosto, los bolivianos no solo iremos a votar, tendremos una cita con la dignidad y con la libertad. Es nuestra oportunidad de cerrar con madurez democrática y memoria colectiva, uno de los ciclos más nefastos de nuestra historia.
Y así como Marcelo Claure, desde su mansión en Miami, ejerció su derecho democrático para anunciar que votará por Doria Medina, yo también ejerzo el mío. Porque si bien no soy un multimillonario y, más bien soy un humilde ciudadano de a pie, tengo el mismo derecho a expresarme, elegir, soñar con una Bolivia mejor.
En pleno ejercicio de mi libertad de expresión hago pública mi posición que, estoy seguro, coincidirá con la gran mayoría de los bolivianos: el próximo 17 de agosto, cuando enarbolemos no solo nuestra bandera, sino también la esperanza y el coraje de un pueblo que quiere libertad,
yo apoyaré a Jorge Tuto Quiroga, porque no creo en encuestas compradas ni en campañas financiadas desde el exterior.
Porque en las calles escucho “Tuto Presidente”, porque quiero un país con justicia verdadera, con instituciones sólidas, con ideas que nos devuelvan el futuro.
Quiroga no se disfraza de outsider: siempre ha defendido la democracia, la legalidad y la dignidad nacional. En plena crisis poselectoral de 2019, alzó la voz con firmeza, defendió el resultado del 21F, denunció el fraude. Enfrentó al aparato del MAS cuando muchos optaban por el silencio. Nunca fue cómplice ni complaciente. Actuó con responsabilidad en el concierto nacional e internacional. Y algo fundamental: no tienen “cola de paja” en materia de corrupción.
En todos los debates se ha mostrado muy superior a sus contendores, ha propuesto soluciones estructurales con solvencia técnica y claridad política. No ha hecho del insulto su bandera, sino de la lucidez del pensamiento y de la valentía cívica. En fin, se nota que es el más capaz, el más inteligente, el más valiente.
El voto es nuestro, la responsabilidad también
Nos quieren vender candidatos como productos de supermercado: con slogan, financiamiento extranjero y marketing vacío. Pero el futuro de Bolivia no se vende. El país no está en venta, y la dignidad no se negocia.
Este 17 de agosto tenemos la oportunidad de honrar el Bicentenario con una decisión patriótica y consciente, porque un país se construye con coraje, con ideas, con verdad y con libertad.
Eduardo Salamanca Chulver es abogado y afiliado a la Federación de Trabajadores de la Prensa de Cochabamba.