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Política | 09/08/2025   03:00

|OPINIÓN|¿Voto útil? No, el cambio es con firmeza|David Julián Cors|

De hecho, parece ni siquiera importarles; en lo que sí están interesados es en promover el voto “útil”, demandar a la población que les dé gobernabilidad, como si esa fuera una responsabilidad del votante.

Foto ABI.
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Brújula Digital|09|08|25

David Julián Cors

Una variable al parecer constante en la historia del siglo XX en Bolivia fue que cada 20 o 30 años, más o menos, los ejes de orientación en la política nacional fueron cambiando. Así es que pasamos de un proyecto nacional “darwinista”, a principios del 1900, a un proyecto nacionalista, tras la Guerra del Chaco, a uno nacionalista revolucionario el 52, a otro democrático el 82, y sobre la base de ese último proyecto, a principios del siglo XXI, en diciembre del año 2005, le siguió un proyecto que en ciertos círculos fue denominado como “la revolución democrática y cultural”. 20 años después, en medio de nuestro Bicentenario y en vísperas de una Elección General, parece que algo nuevamente está cambiando.

Tras dos décadas de continuidad el último proyecto de poder en Bolivia se agotó y en medio de una crisis económica algunos elementos constitutivos de la política boliviana, aparentemente inamovibles hasta hace un par de años atrás, se están transformando rápidamente. Me refiero concretamente a dos instituciones propias de la última mitad del siglo XX: al sistema partidario y a el sindicalismo como actores legítimos en la construcción del espacio político.

El aparente colapso de estas instituciones surge de un cisma, cuyo origen se encuentra en las prácticas más viciosas que construyeron para tener control sobre el Estado, por nombrar tres el: corporativismo, el clientelismo y la prebenda exacerbados. 

El derrumbe de estas instituciones ha puesto en evidencia que la población ya no cree en estas formas de organización para participar en la política, sino que está engrillada a ellas, a través de relaciones de poder que parecen feudales.

Y como es usual en cualquier período de transición, la población parece estar dividida entre los que desean apostar por un cambio radical y aquellos que, por temor o quizás conveniencia, deciden tomar posturas “políticamente correctas”, “moderadas”, de “centro”. Lo cierto es que, sin importar el bando que coyunturalmente se tome, el cambio de paradigma es inevitable. No es por la izquierda y en cierto sentido ya no depende de la clase política para que suceda; no obstante, tendrá mayor o menor fluidez dependiendo de los actores políticos que producto del azar ingresen después de las elecciones generales que celebraremos 11 días después de cumplir 200 años de vida como país.

En este sentido cabe preguntarse si las opciones moderadas de centro son el camino más adecuado o tan solo la prolongación dolorosa de los elementos más grotescos de un modelo agotado y por lo tanto anacrónico. 

Este aspecto me parece relevante ya que el “centro” como se suele denominar tiene un problema de fondo que está presente en su misma denominación, es moralmente endeble, carece de un norte de orientación claro y por lo tanto es tibio en lo que considera correcto o incorrecto. 

No es que sea realista, o “flexible”, es oportunista y usa sus bajos niveles de compromiso ideológico como una excusa conveniente para agradar y reproducirse en el poder, en esto no se distingue de los populismos de izquierda.

¿En este contexto podrá el “centro” identificar que la “derechización” del voto, como algunos denominan espantados, no responde a una decepción ideológica sino a la inevitable superación de formas de organización societal y política premodernas que fueron instrumentalizadas por el mundo sindical y partidario, llevándolas a sus formas más aberrantes durante el periodo de “la revolución democrática y cultural” (2005 – 2025)?

¿Podrá identificar el centro que el cambio de paradigma ha de exigir que la libertad y propiedad individual están por encima de los “intereses de Estado”? ¿Podrá identificar que las dos enfermedades crónicas que el último modelo dejó son la desconfianza y el aislamiento?

Lo dudo, de hecho, parece ni siquiera importarles; en lo que sí están interesados es en promover el voto “útil”, demandar a la población que les dé gobernabilidad, como si esa fuera una responsabilidad del votante. 

Al contrario, generar las condiciones para tener gobernabilidad será su responsabilidad como gobierno, en una coyuntura que a priori indica que se tendrá un Congreso de minorías, o sea, un Congreso que después de mucho tiempo deberá hacer política en serio, una política de pactos y acuerdos, capacidad de la que carecen porque exige una consecuencia moral e ideológica que no pueden ofrecer, por ser de centro. 

David Julián Cors Cors es politólogo.



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