El presidente pudo haber pronunciado un discurso generoso y conciliador, buscando unir a la población en torno a la celebración y al futuro de Bolivia y sin embargo prefirió centrarse en la defensa de su actualmente impopular proyecto político.
Brújula Digital|06|08|25|
Raúl Peñaranda U.
Según las encuestas y la generalidad de analistas y representantes del sistema político, Luis Arce es el peor presidente de la etapa democrática, y sin embargo, prefirió leer un discurso por el Bicentenario de la república divisivo y sin autocrítica.
Fue el golpe final a una celebración desanimada, pobre y desarticulada del Bicentenario de Bolivia, a cargo de un gobierno que agoniza y que no ha resuelto ninguno de los problemas que el propio MAS ayudó a causar: falta de dólares, ausencia de combustibles e inflación, sobre todo de alimentos.
Sobre esos temas mostró una notable capacidad para edulcorarlos y minimizarlos, mientras mantuvo un vergonzante silencio sobre las fracturas internas en el MAS, los escándalos de corrupción, el mal desempeño de los sectores de salud y educación, y las dificultades económicas en general. De autocritico, cero.
Arce aprovechó la fecha, que fue la virtual despedida de su gobierno, más bien para reivindicar las supuestas “conquistas sociales” alcanzadas durante los cuatro gobiernos del MAS y denunciar lo que describió como intentos de restaurar “miradas conservadoras y excluyentes”, en referencia a los actuales candidatos opositores.
Frente a la crisis económica y política, el mandatario enfatizó la existencia de presuntos “legado popular” e “identidad plurinacional” como fundamentos para enfrentar los desafíos nacionales.
El presidente pudo haber pronunciado un discurso generoso y conciliador, buscando unir a la población en torno a la celebración y al futuro de Bolivia y sin embargo prefirió centrarse en la defensa de su actualmente impopular proyecto político. En esa línea, insistió en reivindicar los principios de lo que él llama la “economía plural, la nacionalización de los hidrocarburos en 2006, el control estatal sobre los recursos estratégicos y el impulso a la industrialización”.
Quien lo precedió en el uso de la palabra, David Choquehuanca, también hizo un discurso plagado de las mismas muletillas ya conocidas: “El Estado colonial, patriarcal, racista y excluyente, a lo largo de dos siglos, no ha conseguido resolver los problemas básicos de las mayorías del territorio nacional. Tampoco ha tenido la capacidad de construir el sentido de pertenencia hacia la nación y construir la unidad”.
Crisis y desaliento, pero esperanza en las elecciones
La crisis económica, la alta impopularidad del presidente Arce (tiene el respaldo más bajo del continente) y la proximidad de las elecciones conforman un escenario en el que el Bicentenario pasó a un segundo plano.
Pese a que el gobierno anunció hace dos años la creación de la “Agenda del Bicentenario” con proyectos estratégicos, obras de infraestructura y eventos culturales, lo cierto es que todo ello fue simplemente obviado por la mayor parte de la ciudadanía. El mayor ejemplo del fracaso de la celebración fue que solo una presidenta llegó a Bolivia: Xiomara Castro, de Honduras, de tendencia estatista y de una nación con la que Bolivia tiene lazos prácticamente nulos. La mayoría del resto de las delegaciones estuvo representada por sus embajadores y jefes de misión.
Con un presidente impopular y más de un 90% de la población que cree que el país va por mal camino, poco se iba a esperar de una celebración que en otros países de la región causó en los últimos años motivo de orgullo y saludable reflexión sobre su pasado y futuro.
El verdadero hito de este año son las elecciones nacionales, que podrían ver cómo el partido MAS pierde la personería jurídica por el hasta ahora pobre desempeño del candidato de Luis Arce, el exministro Eduardo del Castillo y, con ello, el fin de ciclo tras dos décadas de férreo dominio de ese partido. El otro candidato de la órbita del oficialismo, Andrónico Rodríguez, marcha entre tercero y cuarto en las encuestas.
Ello hace que no se pueda descartar que dos candidatos opositores puedan pasar a segunda vuelta: Samuel Doria Medina y Jorge Tuto Quiroga, lo que hace pensar en que Bolivia puede estar a las puertas del inicio de un nuevo ciclo político, que podríamos llamar “democrático-liberal”.
En resumen, en su despedida del poder, Arce se mantuvo en el pobre mensaje de siempre: reforzó la polarización, promovió un relato de supuestas victorias sociales y defensa ideológica sin profundizar en las críticas internas ni los problemas estructurales del país.
BD/RPU