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Política | 12/07/2025   03:00

OPINIÓN|La tragedia silenciosa de la educación|Waldo Molina|

Bolivia ni siquiera participa en las pruebas PISA, peor en TIMSS, diseñadas para medir el rendimiento académico a nivel global. ¿Cómo vamos a mejorar si ni siquiera nos medimos?

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Brújula Digital|12|07|25|

Waldo Molina

En Bolivia hablar de educación es hablar del futuro, pero también de una profunda negligencia histórica. Las escuelas normales, cuyo propósito debería ser formar docentes ejemplares, se han convertido en trampolines laborales para quienes buscan estabilidad antes que vocación. Hoy, la mayoría de los aspirantes no entran por vocación, sino por conveniencia. ¿El resultado? Miles de aulas llenas de conformismo y de generaciones de estudiantes moldeados por la mediocridad.

Los exámenes de admisión a institutos de formación docente, lejos de ser filtros exigentes, se han convertido en formalidades absurdas que no garantizan conocimiento ni compromiso. Se admite sin rigor, se egresa sin excelencia. Así, el sistema expulsa año tras año profesionales que nunca fueron maestros de verdad, apenas burócratas del aula.

Peor aún, muchos egresados no llegan a enseñar, sino a adoctrinar, enredados en ideologías ajenas a nuestra realidad y nuestros valores. En lugar de educar ciudadanos conscientes, se forman militantes. Y eso es inadmisible.

El cambio real empieza en el maestro. Si queremos erradicar la corrupción, el egoísmo, la violencia, la discriminación y la ignorancia, tenemos que comenzar por formar maestros de calidad. Ellos son los verdaderos arquitectos de una nación digna. Un buen maestro no solo enseña materias; enseña valores, forja carácter e inspira visión. Si sembramos excelencia docente hoy, en 20 años cosecharás ciudadanos comprometidos, honestos, críticos y patriotas.

Esto exige una reforma profunda, no cosmética ni decorativa. Necesitamos un Ministerio de Educación que entienda que la docencia es la columna vertebral del país. Que impulse programas serios, exigentes y humanos. Que priorice el inglés, la historia, la educación cívica y los valores ciudadanos. Que devuelva el prestigio y el respeto a la profesión docente.

En anteriores líneas, menciono el idioma inglés porque es una herramienta clave en el mundo moderno. Para muestra, dos botones que exponen la gravedad del asunto: de cada cien estudiantes bolivianos que rinden la prueba TOEFL, apenas tres o cuatro logran aprobarla. Otro dato revela cómo el inglés ha sido relegado en nuestra enseñanza.

En Bolivia se ha priorizado, con justa razón la enseñanza del quechua y aymara, lenguas originarias que forman parte de nuestra identidad cultural y merecen ser preservadas. Lo que está mal es que esta prioridad haya significado renegar del aprendizaje del inglés, un idioma universalmente reconocido, esencial para acceder al conocimiento global, oportunidades profesionales y una ciudadanía más conectada con el mundo.

A esto se suma que Bolivia ni siquiera participa en las pruebas PISA, peor en TIMSS, diseñadas para medir el rendimiento académico a nivel global. ¿Cómo vamos a mejorar si ni siquiera nos medimos? Solo así dejaremos de hablar de problemas y empezaremos a hablar de soluciones. Porque cuando el maestro enseña con excelencia, el país aprende a vivir con dignidad.

Waldo Molina Camacho es coronel en servicio pasivo.



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