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Política | 21/06/2025   05:45

|PROPUESTA|Plan Bicentenario|Transformación productiva|Oportunidades en el mercado interno|

Brújula Digital presenta la primera entrega del Plan Bicentenario de la Fundación Milenio 2025 que presenta una propuesta integral para enfrentar la crisis económica, social y política de Bolivia, con motivo de sus 200 años de su independencia.

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Brújula Digital|21|06|25|

Las nuevas dimensiones del mercado interno en Bolivia ofrecen otras oportunidades que en el pasado no existían o apenas en medida muy limitada. 

De acuerdo al Censo 2024, Bolivia tiene 11.4 millones de habitantes. Lo más significativo es que 6.8 millones de la población se concentran en 10 ciudades; 5.5 millones en las tres áreas metropolitanas del eje central. La elevada concentración urbana facilita la expansión de los servicios públicos, la infraestructura y la conectividad, entre otras ventajas. Y si bien el PIB per cápita sigue siendo de los más bajos en Sudamérica, el poder de consumo de la población urbana viene aumentando. Se estima que para 2030 habrá 953 mil personas en las áreas metropolitanas de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, con ingresos de 15.000 dólares anuales. 

Estas cifras guardan relación con el crecimiento de los estratos medios en las últimas dos décadas. En 2019, la estratificación social se componía en un 57% de estratos medios: 35% de Estrato Medio Vulnerable, y 22% de Estrato Medio Estable. Este crecimiento de los sectores medios ha sido consistente con el descenso de la pobreza: si en el año 2000, la pobreza total alcanzaba al 66.4%, en 2021 esta cifra se había reducido al 36.4%. 

Lo que relativiza la movilidad social ascendente en Bolivia, es que los sectores medios en Bolivia se componen en un porcentaje mayor (35%) de un segmento vulnerable, que no se ha consolidado y que, por ello, puede recalar nuevamente en la pobreza, sobre todo en situaciones de crisis económica como la actual. Esta vulnerabilidad tiene mucho que ver con el perfil del mercado laboral, ampliamente dominado por el empleo informal y precarizado (más de 80%) y cuyos rasgos distintivos son la baja productividad, el cuentapropismo, el subempleo, la concentración en el comercio, el transporte, la agricultura campesina, el empleo doméstico, y además una brecha enorme de ingresos entre hombres y mujeres[1]

Revolución exportadora. el sector externo como motor de crecimiento

Bolivia no carece de oportunidades de crecimiento económico. Al contrario, las oportunidades están ahí, siempre y cuando el país pueda aprovecharlas y desarrollarlas. Justamente, en ello consiste el desafío crucial de esta coyuntura de transición económica y política. Bolivia puede producir muchas de las cosas que el mundo demanda. En realidad, ya lo hace, aunque en medida limitada, y por debajo de su potencial productivo. De otro lado, el crecimiento del mercado interno, junto con el mayor poder adquisitivo de los estratos medios, aumentan las posibilidades para una gama de emprendimientos y negocios en diversos ámbitos, sectores y escalas. Poco a poco, la economía boliviana va adquiriendo una dimensión que hace posible incursionar en procesos de diversificación productiva y mayor complejidad económica. Esta es otra razón de por qué es capital revertir cuanto antes la actual crisis económica y evitar así que la economía se contraiga y achique y que ello redunde en un retroceso social. 

El camino para aprovechar las oportunidades existentes y para desarrollar el potencial productivo nacional es llevar a cabo una Revolución Exportadora. Esto es lo han hecho muchos países emergentes, con trayectorias exitosas de crecimiento y prosperidad. Una revolución exportadora afincada -inicialmente- en los recursos naturales, que Bolivia dispone en abundancia, y a partir de los cuales se vaya logrando una masa crítica de conocimientos, destrezas y recursos, humanos y tecnológicos, que hagan posible que los bolivianos produzcan de forma competitiva una canasta cada vez mayor de bienes y servicios con valor añadido para la exportación y el consumo interno. 

Otro de los grandes retos es expandir el trabajo productivo y de calidad, venciendo las restricciones de la informalidad. El cimiento del bienestar individual y colectivo es un buen empleo; el que da seguridad económica, estabilidad en los ingresos, oportunidades de progreso. Esto lo que ha de permitir a los estratos medios vulnerables engrosar el campo de la clase media y consolidar esta condición social. Esta mutación solamente puede ser fruto y resultado de la modernización y creación de oportunidades económicas en gran escala.   

Partiendo de tales premisas, el Plan Bicentenario postula un proceso de transformación productiva en la economía boliviana cuya columna vertebral es una revolución exportadora para la inserción competitiva de Bolivia en la economía global. En ese sentido, la apuesta estratégica que los bolivianos debemos hacer es organizar nuestra economía alrededor de las actividades transables en el mercado internacional, priorizando y fortaleciendo los rubros de exportaciones de bienes y servicios. Esta estrategia de desarrollo se fundamenta en la convicción -comprobada por la historia económica- de que es el sector externo el que puede y debe empujar el crecimiento y la diversificación productiva, y puesto que es allí, además, donde residen las mayores oportunidades para la inversión privada, que, no cabe duda, es el otro gran motor para impulsar el crecimiento económico. El aumento de las exportaciones, además de proveer las divisas que se necesitan para estabilizar la economía, posibilitará equilibrar la balanza de pagos y, con ello, atenuar la vulnerabilidad del país ante shocks externos.

En términos de la participación del sector exportador en el PIB nacional, la revolución exportadora busca incrementar el aporte de las exportaciones de US$ 9.926 millones en 2024, equivalente al 20% del PIB, a un valor de US$ 16.200 millones en 2030, representando el 33% del PIB (este porcentaje equipararía el nivel promedio de participación del sector exportador en las economías sudamericanas). Se prevé que el crecimiento del sector exportador exhiba tasas más altas de crecimiento en los años siguientes a 2030, debido al aumento de las inversiones consignadas en el Programa de Inversiones Potenciales 2026-2030, del Plan Bicentenario[2], la mayor parte de las cuales radicarían en rubros exportadores. Así pues, nuestra previsión es que los impactos de estas inversiones se podrán sentir con más fuerza en la década de 2030.  

Por lo demás, una estrategia económica basada en el sector exportador tiene muchas más posibilidades de apalancar las actividades no transables orientadas al mercado interno, tanto los servicios modernos e intensivos en capital como otros intensivos en mano de obra y que dependen enteramente del consumo doméstico. Lo cual, no cabe duda, habrá de estimular un círculo virtuoso entre los sectores transables y no transables, para dinamizar la economía, crear más y mejor empleo. 

La transformación productiva implica desarrollar varios procesos:  

Desarrollar los sectores no tradicionales y orientados a la exportación, como la agroindustria, manufactura, el sector forestal, servicios digitales, turismo, minería cooperativa y otros. Este proceso es esencial para que pueda darse una migración de trabajadores desde los sectores no transables, menos productivos y con indicadores sociales más bajos hacia esos otros sectores más competitivos, que reciben más inversión y con mayor potencial de crecimiento y creación de empleo formal.  

Reactivar los sectores modernos intensivos en capital, como minería, hidrocarburos, electricidad, telecomunicaciones, servicios financieros, industria digital y otros. 

Digitalización de la economía y fortalecimiento del ecosistema digital como soporte de las empresas emergentes (startup).

Mejorar el capital humano del país, priorizando la formación de capacidades básicas de aprendizaje, el desarrollo del talento y los conocimientos especializados ligados a la innovación y el tejido empresarial. 

Diversificación de la matriz energética, garantizando la provisión de energía segura y accesible y promoviendo nuevos empleos verdes.

Mejorar la infraestructura y los servicios de caminos, ferrocarril, puertos fluviales, aeropuertos, internet, energía eléctrica y otros, priorizando los proyectos que pueden impulsar las exportaciones y movilizar esquemas de inversión público-privada. 

Construir una política de mejora de la calidad y la eficiencia regulatoria, rescatando lo mejor de la experiencia nacional e internacional. 

Poner en marcha una política exterior que prioriza la cooperación económica y la apertura de mercados a los bienes y servicios nacionales.  

Los éxitos rápidos son posibles

En el corto plazo, la revolución exportadora apunta a reactivar los sectores con posibilidades de una respuesta rápida a las medidas de estabilización económica y la mejoría del clima de negocios. Este es el caso de la producción de alimentos de exportación, la fabricación de madera y otros productos de bosques, el desarrollo de software y otros servicios digitales, el turismo internacional, la producción estaño y otros minerales con reservas probadas. La dinamización de estos sectores es indispensable para aliviar el déficit de dólares y para acumular reservas internacionales. Lo que hace falta es crear las condiciones que hagan posible este despegue productivo: 

a) Seguridad jurídica para las propiedades, las empresas y las inversiones. En el sector agropecuario y forestal, una medida urgente es redefinir los criterios de cumplimiento de la función económico-social de la propiedad agraria y concesiones forestales, reconociendo las inversiones en la producción y las prácticas de sostenibilidad ambiental; también debe ponerse freno a los avasallamientos rurales, con el ejercicio legítimo de la autoridad y la ley, y eliminarse otras presiones indebidas que generan inseguridad e incertidumbre. 

b) Libre exportación y acceso a mercados con acuerdos comerciales bilaterales y regionales, además del funcionamiento efectivo de la Ventanilla Única de Comercio Exterior (VUCE). En la minería de estaño debe suprimirse el monopolio de compras de la Empresa Metalúrgica de Vinto, de modo que los productores puedan vender su mineral a cualquier comercializador y así también puedan recibir financiamiento privado para sus operaciones. 

c) Institucionalización y profesionalización del SENASAG y del Instituto de Innovación Agrícola y Forestal (INIAF), para una provisión eficiente de servicios técnicos de calidad. 

d) Facilitar el acceso al financiamiento bancario, del mercado de valores y de fondos de capital de riesgo para emprendedores.

e) Un régimen laboral más flexible, que reduzca la carga laboral, incentive la creación de fuentes de trabajo y promueva relaciones laborales constructivas. 

Resultados esperados 

a) En el sector agropecuario, tomando como referencia las proyecciones de la CAO[3], la producción crecería de 29 millones de TM en 2024 a 51 millones de TM en 2030, con un excedente exportable de 32.2 millones de TM, y un valor bruto de producción de USD 7.822 millones, lo que casi duplicaría el valor producido en 2024. Para ello se requiere incrementar la inversión de capital fijo de USD 12.896 millones (2024) hasta USD 18.612 millones en un período de 5 a 7 años. Tratándose de la soya, se estima un aumento del valor bruto de producción de 8.5% por año hasta 2030, con un aumento de la superficie cultivada de 1.7 millones a 4.1 millones de forma sostenible y sustentable, además de un incremento del rendimiento de la cosecha de 2.1 TM por hectárea a 3 TM (igualando el promedio regional), lo que arrojaría un valor exportado neto de USD 3.000 millones. 

b) En el sector forestal, con las políticas correctas, las exportaciones podrían escalar de 100 millones a 1.200 millones de dólares. También para la exportación de carne bovina las proyecciones son auspiciosas; 2023 el valor exportado fue de USD 200 millones, y con tendencia a subir, gracias a la apertura de los mercados de China, Hong Kong y África[4].   

c) La provisión de energía eléctrica a los fundos agrarios, con un costo de USD 308 millones, podría generar un valor adicional en la producción agrícola de USD 1.167 millones (estimación del BID)[5]

d) En turismo, las proyecciones de CAINCO indican un potencial de crecimiento que podría reportar ingresos al país de cerca de mil millones de dólares. De acuerdo con esta fuente autorizada, únicamente por una recuperación plena del turismo extranjero (dada la capacidad instalada en camas y alojamientos) es plausible incrementar los ingresos externos en 300 millones de dólares[6]. Esto sería, en parte, resultado de esfuerzos focalizados en captar el turismo internacional que llega a ciudades cercanas como Cuzco o Salta. La cuestión es implementar una política agresiva de inserción en programas turísticos a los vecinos Perú, Argentina, Chile y Brasil, además de medidas para reducir los costos implícitos de viaje, un mayor apoyo al turismo ecológico, de convenciones, aventura y otras modalidades; mejor conectividad aérea, concordante con una política de cielos abiertos; incentivos a la inversión en establecimientos de hospedaje y de servicios auxiliares. 

e) En la industria de servicios digitales, CAINCO estima que Bolivia tiene el potencial de generar 500 millones de dólares, en los siguientes cinco años[7]. Para ello es menester lograr un entorno regulatorio propicio, atraer inversiones nacionales y extranjeras, desarrollar la infraestructura de telecomunicaciones, fomentar la competitividad en el mercado global de servicios digitales. 
 
 Texto tomado del Plan Bicentenario, Fundación Milenio. Autores: Henry Oporto (coordinador), Alan Bojanic, Manuel Contreras, Rubén Ferrufino y Luis Carlos Jemio; colaboraciones de Armando Álvarez, Gerardo Garrett, María Machicado, Fernando Lavadenz, Julio Linares, Mauricio Medinaceli.

[1] Al respecto, véase, Henry Oporto (Coordinador): La situación social en Bolivia. Una aproximación a sus dimensiones y determinantes, Fundación Milenio-La Red Procosi, 2023. 

[2] Este programa de inversiones puede verse en Anexos, de este documento. 

[3] CAINCO, Ibid., p. 76.

[4] Ibid., p. 78-8.  

[5] Ibid.

[6] Ibid., p. 85.

[7] Ibid., p. 88.



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