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Política | 21/06/2025   03:15

|OPINIÓN|De la Marcha por la vida a las marchas por “un vivo”|Gustavo Bonifaz|

Más temprano que tarde, solo una sólida coalición mayoritaria en el parlamento podrá viabilizar una solución a la crisis económica y política-institucional que atraviesa el país. Esa es la lección que nos dejó 1985, que rima con 2025.

Evo Morales encabeza una marcha. Foto archivo APG
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Brújula Digital|21|06|25|

Gustavo Bonifaz 

“La historia no se repite, pero rima”. Esta frase atribuida al escritor Mark Twain se refiere a períodos históricos que guardan muchas similitudes con periodos pasados. Sin embargo, estos déjà vu colectivos - nos alerta Twain - nunca serán una calca del pasado, dado que mucha agua corre bajo el puente, y dados los inevitables cambios que experimentan las sociedades.

Bolivia atraviesa un periodo muy similar al que precedió a la caída del gobierno de la UDP y los primeros meses del gobierno de Víctor Paz Estenssoro. La UDP era una alianza entre una facción de izquierda del MNR, el MIR, liderado por jóvenes izquierdistas setenteros que habían luchado por el retorno de la democracia, y otros partidos. Más allá de esto, tenía lazos corporativos con la COB y la CSUTCB, sectores a los cuales les otorgaba beneficios económicos (como la cogestión de COMIBOL) a cambio de su apoyo electoral. 

Estas acciones, en el contexto internacional desfavorable, terminaron por convertir a la UDP en rehén de estos aliados. A medida que se desataba una espiral inflacionaria, los precios de la canasta familiar subían y la COB presionaba al gobierno por incrementos salariales, a los cuales el Ejecutivo accedía imprimiendo más moneda, lo cual equivalía a tratar de apagar un incendio con gasolina.

Después de la Revolución de 1952 y en tiempos de dictadura, la COB y, posteriormente, la CSUTCB se convirtieron en los vehículos más legítimos para que la sociedad civil, especialmente trabajadores y campesinos, expresaran sus demandas. Sin embargo, al insertarse en la coalición de gobierno, estas organizaciones se corrompieron y se convirtieron en instrumentos de repartición de prebendas que fluían hacia sus líderes. 

A inicios de 1985, con una inflación que superaba el 8.000% en 12 meses, la COB organizó la, hasta entonces, huelga más larga en la historia del país. A esas alturas grandes segmentos de la población, que ya era mayormente urbana, veían como un sinsentido el subvencionar a los líderes de estas organizaciones sociales a costa de que la inflación siga elevándose; de hacer filas desde la madrugada para conseguir harina, etcétera. 

Esta suerte de relación tóxica entre el gobierno de la UDP y sus organizaciones aliadas terminó debilitando a ambas, ya que perdieron todo tipo de legitimidad política y social, lo cual derivó en el acortamiento de mandato del expresidente Siles Suazo y el adelantamiento de elecciones ( las de 1985), que llevaron a un gobierno de coalición entre la ADN y el MNR, liderado por Víctor Paz Estenssoro.

Dada la dimensión de la crisis, el nuevo gobierno aplicó una política de shock para atacar la inflación. La Nueva Política Económica (NPE), aplicada a través del Decreto Supremo 21060 preveía, como uno de sus pilares, la reducción del déficit fiscal, para lo cual se despidió a dos tercios de los trabajadores mineros y al 10% de los empleados públicos. 

En agosto de 1986, la COB organizó la denominada “Marcha por la vida”, en apoyo de estos trabajadores y en contra de la NPE. Si bien la marcha recibió cierto apoyo de estudiantes, artistas y otros sectores, no generó más adhesiones y no llegó a La Paz, ya que fue intervenida y se decretó un estado de sitio. Lo que denota esta derrota es que la COB ya no comandaba la legitimidad de antaño. El rol negativo de la COB en la espiral inflacionaria fue factor clave para que el grueso de la población le diera la espalda y aceptara las medidas de austeridad.

La crisis económica actual rima con la caída de la UDP. La escasez de dólares y combustibles han acelerado la inflación y existe escasez de ciertos alimentos. Las filas están de vuelta y quienes vivieron los inicios de los 80 viven una suerte de déjà vu. 

En lo político, el resquebrajamiento interno del MAS guarda paralelos con la deslegitimación mutua entre la UDP y las organizaciones sociales que la apoyaban. El partido de gobierno se enfrenta al partido de las organizaciones sociales, léase el MAS se enfrenta a parte del IPSP. Éste trata de presionar al MAS para habilitar a Evo Morales, y el MAS trata de disminuir esta presión al dividir a las organizaciones y apoyarse en éstas y los empleados públicos de modo clientelar. Ambos registran altísimos niveles de percepción negativa en la opinión pública.

Hasta aquí los paralelos. El factor que marca la diferencia entre coyunturas es el de los liderazgos. Evo Morales es un caudillo autoritario y casi delirante, las organizaciones que lo apuntalan lo siguen casi fanáticamente, y están dispuestas a desbaratar el andamiaje democrático, incluso por la fuerza. Más aún, no les interesa que el caudillo sea un abusador de menores. No marchan por la vida, marchan por un vivo. 

Por su lado, Luis Arce no tiene ningún atisbo de liderazgo al haber perdido el único atributo que lo llevó al poder, vale decir su prestigio de economista; hoy es un zombie. Sin embargo, insiste en que “su modelo” es casi perfecto y que no funciona por culpa de otros. No ha hecho ni una autocrítica a su gestión. 

Estos dos liderazgos distan mucho de las figuras de Hernán Siles Suazo y Víctor Paz Estenssoro. Si bien Siles fue un desastre en el manejo económico, tuvo la grandeza necesaria para reconocer la insostenibilidad de su modelo y viabilizar una transición ordenada. Paz Estenssoro tuvo la sabiduría necesaria para entender que el ciclo nacionalista revolucionario había terminado y que había para abrirse a las nuevas ideas que empujaban jóvenes lideres, a quienes supo escuchar. 

Hugo Banzer también tuvo la sabiduría para entender la gravedad del momento y, habiendo ganado la elección con mayoría relativa, cedió el poder al líder que había encabezado la Revolución del 52, reconociendo que estaría mejor posicionado para cerrar el ciclo. Ese acuerdo le dio al gobierno la legitimidad necesaria ante el Parlamento y la sociedad para implementar medidas difíciles. 

Fue esa legitimidad la que le permitió al gobierno absorber la embestida de la “Marcha por la vida”. Por lo que vemos en el frente opositor en estos días, los niveles de desprendimiento y visión de estadista escasean más que el aceite. Los tres mejor posicionados en las encuestas han fallado por lo menos tres veces, desde 2005, en articular un bloque organizado con visión alternativa de país.

 Hoy, tras un tímido intento de construir unidad, han vuelto a sus viejos hábitos. Es probable que dividan el voto en primera vuelta y que éste se traslade al mejor posicionado en una eventual segunda vuelta. Sin embargo, más temprano que tarde, solo una sólida coalición mayoritaria en el parlamento podrá viabilizar una solución a la crisis económica y política-institucional que atraviesa el país. Esa es la lección que nos dejó 1985, que rima con 2025.



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