|ANÁLISIS| Armisticio Inconcluso: ¿Ucrania y Rusia caminan hacia un “fin” a la coreana? |Horacio Calvo|

Brújula Digital|21|06|25|

Horacio Calvo

A medida que la guerra entre Ucrania y Rusia se prolonga sin una resolución clara a la vista, una analogía histórica cobra fuerza: la posibilidad de que este conflicto desemboque en un “no final”, al estilo de la Guerra de Corea (1950-1953). Lejos de una victoria clara para alguna de las partes o de un tratado de paz duradero, el desenlace podría ser un armisticio tenso, frágil y sin reconciliación, que congele el frente de batalla, pero que mantenga viva la enemistad. 

En 1953, tras tres años de guerra devastadora, Corea del Norte y Corea del Sur, firmaron un armisticio que detuvo las hostilidades, sin resolver el conflicto. Setenta años después, las dos Coreas siguen técnicamente en guerra, separadas por una zona desmilitarizada, con brotes esporádicos de violencia, una profunda desconfianza mutua y una división geopolítica que ha moldeado la región. Es un recordatorio de que no todas las guerras concluyen con un apretón de manos o con imágenes de reconciliación. 

La situación entre Ucrania y Rusia parece encaminarse hacia una lógica parecida. Ambas partes han sufrido pérdidas humanas, económicas y políticas de consideración. Ninguna ha logrado una victoria decisiva, y el desgaste militar ha llevado a algunos analistas a sugerir que un armisticio, formal o de facto, podría ser la única salida políticamente viable. Es decir, detener el fuego, fijar líneas de control y pasar de una guerra activa a una guerra congelada. 

Un posible escenario es el establecimiento de una línea de separación, quizás a lo largo del frente actual en el este y sur de Ucrania, donde cesen las hostilidades formales, pero persistan la ocupación, la militarización y la negación mutua de legitimidad. Rusia, con sus anexiones no reconocidas de territorios ucranianos, mantendría el control de facto sobre parte del país, mientras Ucrania jamás aceptaría ceder soberanía sobre esos territorios. Así, el conflicto seguiría vivo, aunque silenciado. 

Este tipo de solución tendría consecuencias profundas. En lo inmediato, daría una pausa a la violencia y permitiría la reconstrucción de las zonas no ocupadas. Pero a largo plazo implicaría una Europa más dividida, una OTAN aún más cautelosa y un sistema internacional en el que los precedentes peligrosos (como la anexión por la fuerza) quedan parcialmente legitimados por la fatiga diplomática. 

Un armisticio sin paz, como el coreano, implica una guerra psicológica prolongada, una diplomacia paralizada y una generación entera que crece bajo la sombra de un conflicto irresuelto. En Ucrania, la nación seguirá marcada por la presencia militar rusa en su territorio, por el dolor de las familias separadas y por la incertidumbre de un futuro sin garantías. 

La historia no se repite, pero a veces rima. Si el conflicto en Ucrania termina con armisticio sin tratado de paz, el mundo podría llamarlo paz. Sería simplemente un alto el fuego que posterga el enfrentamiento, pero no lo disuelve ni resuelve. Y si la Guerra de Corea nos ha enseñado algo, es que un conflicto mal cerrado puede durar generaciones. 

La historia de la Guerra de Corea, de igual modo, nos ofrece una advertencia sombría: un armisticio no es el final, sino apenas un paréntesis. Y los paréntesis, tarde o temprano se cierran. 

La pregunta seguirá siendo no sólo cuándo terminará la guerra, sino cómo y con qué cicatrices.

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