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Política | 13/12/2024   04:04

|OPINIÓN|Evo: mentiroso compulsivo|Iván Camarlinghi|

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Brújula Digital|13|12|24|

Iván Camarlinghi

A estas alturas de la tercera década del Siglo XXI, resulta incomprensible y hasta insólito que el jefe de uno de los peores gobiernos que ha tenido nuestro país siga “libre y coleando”, a pesar de sus múltiples delitos empezando por las acusaciones no aclaradas de pedofilia y abuso de niñas, pasando por una larga lista de delitos como tráfico de influencias, despilfarro de miles de millones de dólares de los ingresos de la exportación del gas natural, la desinstitucionalización del estado y la corrupción, el uso prebendario y descarado de los bienes del estado.

Es muy grave y ocasionó mucho daño a la administración del Estado y el manejo de las arcas e ingresos estatales, como si fuera una finca personal, así como se haya dispuesto de vidas y propiedades de centenares de ciudadanos bolivianos, como si el partido gobernante hubiera sido una fuerza de ocupación o colonizadora de su propio territorio. ¡Y se llenan la boca hablando de presunta soberanía nacional y autodeterminación de los pueblos! 

Como víctima de esa política de desinstitucionalización de una de las instituciones más importantes del país, el Ministerio de Relaciones Exteriores, doy fe de la destrucción de la carrera diplomática de la que hoy queda apenas un recuerdo triste y lejano, menos mal, admitido por la actual canciller, Celinda Sosa quien en una respuesta a petición de informe de la Asamblea Legislativa, sostuvo que “lamentablemente” (sic) en su Ministerio “no hay funcionarios de carrera”, con todas las agravantes que ello implica.

Menos mal que doña Celinda fue la única de los cuatro ministros de Relaciones Exteriores de estos tiempos masistas, consciente que admitió que la carrera diplomática ha desaparecido de la faz de la tierra por obra de sus antecesores y ha sido reemplazada por un cúmulo de compadres y familiares de autoridades nacionales, sujetos improvisados, designaciones a dedo y con una prescindencia absoluta de la formación profesional. 

No de otra forma se explica que la política exterior de Bolivia es hoy una vergüenza nacional y el estado boliviano esté estigmatizado a nivel mundial por ser aliado de países autoritarios así como promotores y aliados de grupos terroristas y narco-estados.

Cuando ingresé a la academia diplomática en julio de 1987 tuve el deseo y la vocación que era mi oficio para toda la vida con la entrega de mi capacidad, experiencia y conocimientos al servicio del país.   Lamentablemente no contaba con que la historia cíclica de Bolivia, acabaría con mis sueños profesionales en forma abrupta e inesperada como a la mayoría de mis colegas. Me imagino que al igual que mi persona, miles de profesionales vieron destruir sus carreras en este presunto e inexistente “proceso de cambio”.

Una de las principales causas de esta penosa situación fue la llegada al poder de una persona mitómana, mentirosa y que apostó por destruir las instituciones nacionales, con el pretexto de que las mismas eran instrumentos del neoliberalismo. Y así, el mitómano fue destruyendo las instituciones nacionales una a una y colocando en su lugar a parientes y amigotes interesados en destruir la nación para volverla a construir con su ideología y presunto cambio que era solo un cambio de delincuentes y ladrones.

En estas casi dos décadas de destrucción del Estado nacional han sido muchas las decepciones y despilfarros que se han hecho por culpa del mal gobierno, la desinstitucionalización y sobre todo porque los dos Jefes de Estado, que debían ser el ejemplo y paradigma de sus colaboradores, se han convertido en mentirosos compulsivos: mienten en el nombre que le pusieron sus padres, mienten en sus acciones de gobierno; mienten en su producción en el Chapare y el destino de la coca de esa zona, en fin, mienten en todo lo que dicen, hacen y piensan; parafraseando al Jefe de la propaganda nazi en la II Guerra Mundial: “miente, miente que alguna verdad quedará”. 

La posverdad de 13 años del mitómano y su vínculo con la delincuencia transnacional organizada, más los cuatro años de desastre nacional de su “cajero”, han llevado al país a la bancarrota. Ello se añade al show de la presunta pelea entre arcistas y evistas y los constantes bloqueos y marchas de unos y de otros, que han llevado al actual desastre nacional del cual será muy difícil salir. Si las cosas y elecciones fueran normales, habría que afirmar que el populismo del MAS y Evo están destruidos.

Pero en nuestra pobre nación que está acostumbrada a que le mientan compulsivamente, las esperanzas de una elección limpia que haga desaparecer a los masistas, son pocas y habrá que creer en la aparición de una María Corina Machado o de un Edmundo Gonzales para tener fe y esperanza que permitan derrotar definitivamente a los socialistas del Siglo XXI que ya va caminando en la tercera década de infelicidad y desesperanza para nuestros pueblos. 

Solo el tiempo dirá en que queda esta crisis terminal de nuestra amada Bolivia, pero resulta increíble que el país siga en manos de unos personajes que han saqueado los bienes nacionales, han convertido a la nación en un narco-estado y han cometido miles de tropelías y corruptelas. Lo insólito es que las actuales autoridades arcistas y masistas le tengan tanto miedo a Evo, como si fuera un monstruo mitológico de 10 cabezas.

Iván Camarlinghi es periodista y diplomático.





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