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Política | 11/12/2024   05:12

|OPINIÓN|Las represiones inhumanas y el día de los derechos humanos|Waldo Albarracín|

Eleanor Roosevelt sosteniendo un cartel de la Declaración Universal de los DDHH, 1949/ Wiki Commons

Brújula Digital|11|12|24|

Waldo Albarracín Sánchez 

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos a través de 30 artículos que se constituían en un referente bioético de conducta  para los Estados integrantes de dicho organismo internacional, así como para los habitantes del mundo, pretendiendo promover una cultura respetuosa de los derechos más elementales de las personas,  en un escenario de convivencia fraterna, pacífica, a la luz de los principios de universalidad, imprescriptibilidad y extraterritorialidad de los mismos.

Empero, a pesar de que la mayoría de los países incorporaron a sus textos constitucionales los principios consagrados en la referida declaración, no es menos evidente que, desde la fecha de su proclamación hasta nuestros días se suscitaron de manera exponencial una cadena de atentados a la vida, la salud, la libertad y la seguridad  de las personas, desde instancias de poder político o a través de los órganos coercitivos de los Estados como la policía y el ejército; incluso otras entidades que forman parte de la estructura estatal, que fueron creados para administrar justicia como el Órgano Judicial, o velar por los interés de la sociedad, como el Ministerio Público, instituciones que jamás estuvieron a la altura de los pueblos por el contario se convirtieron en instrumentos estatales a través de los cuales se conculcaron derechos fundamentales de personas.

Pero no sólo en la relación sociedad civil-Estado que se vulneraron sistemática y permanentemente los derechos, también las contiendas bélicas internacionales y las internas, fueron protagonistas de los crímenes de lesa humanidad más horrendos, los propios Estados a través de sus ejércitos, motivados por diversas causas, sean éstas ideológicas, de dominio territorial, de preservación de intereses económicos o políticos, provocaron muertes masivas, privaciones de libertad injustificadas y otras atrocidades que fueron encubiertas o disimuladas con el apelativo de “daños colaterales”. Muchas vidas inocentes fueron apagadas bajo esta grosera modalidad de exterminio.

Si bien el siglo XX identificó a Adolfo Hitler como uno de los más emblemáticos causantes de estos genocidios (ahí están los más seis millones de judíos víctimas de exterminio), no se puede ni debe ignorar las dictaduras militares instaladas en el mismo siglo en Latinoamérica como la de Somoza en Nicaragua, Trujillo en República Dominicana, Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Banzer y García Meza en Bolivia, escenarios en los cuales, los asesinatos masivos fueron consuetudinarios, sistemáticos, dejando una huella profunda en la historia y la memoria de nuestros pueblos.

Al finalizar el ciclo de las dictaduras militares, las élites políticas no asumieron con convicción la responsabilidad de construir escenarios de convivencia democrática garantizando el respeto de los derechos humanos, los gobiernos civiles de diferentes países se convirtieron en herederos de los dictadores del pasado, profundizando la distancia con la sociedad civil, continuando con la conculcación de los derechos humanos. 

Luego vinieron los regímenes populares, bajo el argumento de que todo lo anterior era malo y atentatorio a derechos e intereses de los pueblos, el cuestionamiento a los gobiernos neoliberales se materializó de manera paralela y/o simultánea en todos los países que integran el denominado Socialismo del Siglo XXI, prometiendo la reconstrucción del Estado en base a nuevos referentes de justicia social, sin embargo, gobiernos como los de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, en su momento Argentina, a través de políticas estatistas negadoras de los derechos individuales, no sólo que dieron lugar a situaciones de extrema pobreza, sino también de inequidades, incremento ostensible de la corrupción, lo que es más grave, destrucción total del Estado de Derecho, danto lugar a una aguda indefensión ciudadana, debido a la total falta de independencia de poderes y la subordinación absoluta de todas las entidades del Estado al gobierno, convirtiéndose éste en el órgano de concentración absoluta del poder.

En la actual coyuntura se vive una situación deplorable de los derechos humanos en el mundo, en la región latinoamericana y una inexplicable complicidad con los crímenes de lesa humanidad que continúan practicando regímenes como los de Nicolás Maduro y Daniel Ortega, Luís Arce, los que, apadrinados por el estado cubano, no tienen reparo en extinguir la democracia al interior de sus territorios frente a la indignante complicidad de la comunidad internacional. Sin embargo, el 10 de diciembre como fecha en que se conmemoran los derechos humanos, debe seguir siendo nuestro referente para continuar activando a favor de su plena vigencia.

Waldo Albarracín Sánchez fue presidente de la APDHB, rector de la UMSA y defensor del pueblo.





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