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Brújula Digital|07|11|24|
Gastón Flor
Cuando nos enfrentamos con la palabra parresía encontramos que viene del griego “hablar claro, sin reservas”, tanto así que la escritora Judith Butler propone “discurso valiente”. El término parresía permite entender que implica un compromiso de la persona con la verdad de lo que señala, un compromiso serio, que lo podría poner incluso en peligro.
Sócrates, por ejemplo, tuvo que morir ya que lo obligaron a tomar cicuta por esa idea que sacudía a la sociedad griega, que vio en él un hombre peligroso; por lo tanto, su deceso era previsible, pero su forma de ser y sus opiniones no las cambiaba por nada, pese a que sabía conscientemente que lo ponía en peligro.
A Foucault tanto le interesó la noción de parresía que lo llevó a investigar el tema por la fascinación que le causaba; aseguraba que en el concepto operaban tres nociones: el sujeto, la verdad y el gobierno. Otro autor francés, Gilles Deleuze, lo plasmó como el saber, el poder y la subjetividad.
Foucault, a fines del siglo pasado, estudió la parresía en el espacio ético, en el que analiza las prácticas de conciencia y las técnicas de cuidado de sí, pero también trabaja y explora el origen político que se conecta con el nacimiento de la democracia (El gobierno de sí y de los otros, 1982-1983;El coraje de la verdad, 1984; así como en un seminario que impartió en Berkeley, en 1983, que llamó Discurso y verdad).
Pero más allá de estas explicaciones de referencia de la parresía, aparece Butler, que lo conecta con el miedo y le da un cambio esencial que asocia el término fuera del marco de lo individual, como lo explica señala en su libro Sin miedo - Formas a la resistencia a la violencia de hoy.
En nuestro país, si bien las redes sociales, más allá de los temas intracendentes, permiten expresar una posición respecto a varias incongruencias e injusticias, muchos de los internautas prefieren actuar con un seudónimo para no sufrir represalias, pero igual figuran y hacen eco en ese concierto.
Las personas que plantean críticas al poder son rechazadas inmediatamente y la única respuesta que obtienen es la violencia física y/o psicológica, principalmente ejercida por el órgano represor que es la Policía, acompañada del cuerpo judicial y de grupos de choque. Es la tríada ideal para aplacar la ira de los descontentos.
Desde hace varios años se ha instaurado una violencia sistemática para controlar las voces disonantes al poder. Las autoridades apelan al miedo con detenciones ilegales que les sirven como efecto ejemplarizador para el resto de la sociedad.
Ante los acontecimientos y las libertades conculcadas por la fuerza desmedida de la justicia dominadas por el Gobierno, la gente desea expresar su descontento con miedo, pero igual emerge el valor, como lo hizo el filósofo Sócrates y también Luis Espinal o Marcelo Quiroga Santa Cruz. Ello para comprobar lo que Foucault propone: que lo relevante de la parresía no es la verdad del discurso, sino el compromiso del sujeto con esa verdad. El parresiasta está dispuesto a pagar con su vida el precio de su verdad, por lo tanto se expone y se hace vulnerable, y ello le exige tener coraje y fortaleza de ánimo.
Sólo quienes están bajo el poder de otros pueden embarcarse en la parresía. El rey, el autócrata, el que se cree inmune o piensa que está más allá del bien y del mal, expresa Foucault, no arriesgan nunca nada y, por tanto, no pueden ser parresiastés.
Gastón Flor es comunicador social y docente universitario.