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Política | 23/10/2024   05:00

|OPINIÓN|Más sobre el parlamentarismo y la idea de que “no estamos preparados”|Roberto Laserna|

Brújula Digital|23|10|24|

Roberto Laserna

Varias veces, aunque sin insistencia, he publicado mi adhesión al parlamentarismo como forma de Gobierno para la democracia boliviana. Pocas veces me he visto envuelto en una conversación sobre los detalles que podría tener el parlamentarismo en Bolivia, pero sí he recibido un rechazo directo con el argumento de que “no estamos preparados”. 

Es decir, se trata de una manera de decir “sí pero no, estamos de acuerdo porque es un mejor sistema que el que tenemos, pero nos falta mucho para alcanzarlo”. Y de inmediato se plantean algunas cuestiones que son indudablemente fundamentales: el sistema parlamentario necesita partidos fuertes, un electorado más educado, una cultura política más tolerante y que acepte el diálogo y los pactos políticos, un mayor respeto a la ley, mayor representatividad del parlamento y otras condiciones más. 

Tales observaciones tienen sin duda una base empírica. En efecto, se observan esas características en la mayoría de los países cuyos gobiernos se basan en el parlamento.

La cuestión que hay que dilucidar, sin embargo, es la causalidad de la relación entre el parlamentarismo y tales condiciones. La respuesta la tiene la historia, no la estadística. Ningún país nació con partidos fuertes, ciudadanos educados y cultura democrática. Todos fueron adquiriendo esas características poco a poco a partir de la experiencia desarrollada en la formación de sus gobiernos. En otras palabras, el sistema parlamentario es el que establece un entorno favorable al fortalecimiento de los partidos, al mejoramiento de la representación ciudadana, al desarrollo de la cultura democrática y al respeto a la ley. Por lo tanto, esas condiciones, que se consideran necesarias para el parlamentarismo, son producidas por el parlamentarismo, no son preexistentes a dicho sistema. 

De hecho, la consolidación de la democracia en países de larga tradición monárquica como Noruega, Dinamarca y Suecia deviene del establecimiento de sus gobiernos parlamentarios, que en esos casos tiene entre 100 y 140 años. Mucho más recientes son los casos de países que sufrieron la destrucción de la guerra hace relativamente poco, como Alemania, Japón e Italia, cuyos sistemas parlamentarios tienen menos de 80 años. La mayor parte de los países que salieron de la órbita soviética después de 1989 se formaron como democracias parlamentarias: Estonia, Letonia, Chequia, Bulgaria, Eslovaquia, Rumania, Moldavia. No esperaron a “crear las condiciones ideales para el sistema ideal”, sino que lo están construyendo en la práctica.  El caso más reciente es probablemente Nepal, que en 2015 empezó a consolidar su democracia luego de varios años de guerra civil… a través de un sistema parlamentario de gobierno. 

En contraste, los países de la América Hispana tenemos 200 años o más de vida republicana y todavía no logramos consolidar democracias eficaces. Peor aún, tendemos a caer en los brazos de caudillos populistas o autoritarios, cuando no de los que fusionan ambas características. 

Un régimen parlamentario que fortalezca partidos tiene por supuesto que considerarlos los actores fundamentales de la política y reconocer su autonomía para desarrollar liderazgos, propuestas y programas, dejándoles competir y no supervisando cada paso que den, como ocurre con la ley de partidos hoy vigente. También se necesita un Parlamento que sea políticamente más representativo que el que tenemos, pero no que represente a cada territorio, circunscripción o departamento, a cada grupo social o étnico, a cada entidad religiosa, o a cada identidad sexual, generacional o deportiva que exista, sino a los proyectos políticos de largo plazo. Es decir, la prioridad debe ser la representatividad política nacional, no la corporativa, y que cada partido vea de qué manera capta o atrae a los votantes. 

Cuando los gobiernos se forman en el Parlamento, como ocurre en el sistema parlamentario, el conflicto político se traslada a ese escenario y se canaliza a través del debate, donde ganan los que logran acuerdos, no los que se encasillan en posiciones de poder y presiones de minoría. Ahí se genera una pedagogía que resulta fundamental para ganar en cultura política de concertación y pactos. Por tanto, cuando propongo parlamentarismo no es con el actual Congreso ni las normativas electorales y partidarias vigentes, pues ellas tendrían que cambiarse.

En síntesis, nunca se llega a estar preparados para el parlamentarismo, porque es éste el que nos prepara para la democracia.

Roberto Laserna es autor investigador de CERES.



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