Brújula Digital|11|08|24|
Juan Cristóbal Mac Lean E.
Ahora que se ve, una vez más, cómo actúan payasos crueles como Nicolás Maduro, hace tiempo ya acusado de crímenes de lesa humanidad, ¿no deberían significar los trágicos acontecimientos que están ocurriendo, en Venezuela, que les llegue de una vez un Momento Kronstadt a quienes todavía niegan lo real?
Pero recordemos antes, para aclarar esa palabra, aquel famoso y desgraciado momento del comunismo soviético: en 1921, unos marineros se rebelaron en Kronstadt contra los bolcheviques, pidiendo unas pocas cosas sensatas: “inclusión de los partidos socialistas y anarquistas en el poder, libertad económica para campesinos y obreros, fin del poder de los partidos y del monopolio bolchevique del poder, disolución de los nuevos organismos burocráticos, derechos civiles para la clase trabajadora”. Pero bastaron esos pocos pedidos para que Lenin y Trotsky ordenen la matanza de los marineros.
Ahora leamos esta cita de Enrique Krauze: “Cada generación radical –escribió en 1981 el sociólogo Daniel Bell– tiene su Kronstadt”. Se refería al momento en que los simpatizantes de la Revolución Rusa a lo largo del siglo XX se habían atrevido a remover la venda de sus ojos para confrontar la realidad atroz del régimen soviético. Kronstadt se convirtió en un símbolo de conciencia histórica porque fue el primero de una serie de crímenes de la Revolución en nombre de la Revolución. Para algunos, fueron los procesos de Moscú de 1936-1938; para otros, el pacto nazi-soviético de 1939; para otros más, la represión de la rebelión húngara de 1956, el aplastamiento de la Primavera de Praga de 1968, la publicación de Archipiélago Gulag, los crímenes de la Revolución Cultural china, el genocidio de Camboya, la represión del sindicato Solidaridad en Polonia.
Para dar un ejemplo que nos toca más cerca, está el “caso Padilla” en Cuba, el año 1971, que fue el ‘momento Kronstadt’ de buena parte de la izquierda latinoamericana: cayeron en cuenta de los horrores del castrismo y vieron que no había ninguna revolución, sólo quedaba una macabra dictadura.
O también podemos dar un ejemplo en Bolivia: ante la brutal represión a los indígenas amazónicos del TIPNIS de parte del cocalero/presidente Evo Morales, en 2011, la hasta entonces ministra María Cecilia Chacón tuvo su ‘momento Kronstadt’ y renunció.
Fue la última persona decente que pasó por el MAS. Ni con el fraude de Evo nadie más conoció su “momento Kronstadt’.
El horror de lo que está ocurriendo ahora en Venezuela ya nadie en su sano juicio lo puede negar, ocultar o justificar.
Los hechos debieran dar lugar, entonces, a que muchísimos tengan su ‘momento Kronstadt’ respecto a la peor, a la más mafiosa “izquierda” latinoamericana. Hasta las barriadas extremadamente pobres de Venezuela ya tuvieron su ‘momento Kronstadt’ y ahora derriban las estatuas del funesto Hugo Chávez.
Krauze acababa su artículo preguntándose: “¿Qué se necesita para que una persona con convicciones de izquierda arribe a su Kronstadt?”.
Ahora que Maduro vuelve a demostrar quién es, no repudiarlo equivale a ser cómplice de sus actuales matanzas. Como es cómplice el Gobierno boliviano, él mismo dado a la comisión de fraudes, persecución política, encarcelamiento de opositores, robo generalizado. En Bolivia, la verdad, se necesitaría que arribe un ‘momento Kronstadt’ realmente masivo…