Brújula Digital|10|08|24|
Waldo Albarracín
Las elecciones en Venezuela y los resultados genuinos de las mismas marcan un hito importante en la historia de la democracia latinoamericana. La reacción cavernaria del régimen de Nicolás Maduro violando el insoslayable derecho de un pueblo a ser gobernado por quien recibió apoyo contundente de la ciudadanía a través de las urnas sólo tiende a agigantar el valor inconmensurable del voto popular, manifestado de manera contundente el último 28 de julio y fortalece la lucha de un pueblo que no se cansa y sigue expresando su rebeldía sin pausa contra los exabruptos del dictador.
Lo acontecido en Venezuela demuestra una vez más que, en este siglo XXI, en el mundo entero y en América Latina en particular, la contradicción política ya no es entre Izquierda-Derecha, la verdadera dicotomía se focaliza entre democracia versus dictadura; Corina Machado y el presidente electo Edmundo Gonzáles representan a la democracia porque su accionar está respaldado por la mayoría contundente de los venezolanos y por el contrario Maduro y sus adláteres son genuinos representantes de la dictadura por su actuación antidemocrática, permaneciendo en el poder no obstante que el pueblo venezolano decidió expulsarlos con su voto.
La comunidad internacional no tiene otra alternativa que no sea la de reconocer al legítimo ganador de las elecciones Edmundo Gonzales, pero ese reconocimiento debe ir más allá de las meras declaraciones públicas, que Estados Unidos y un número importante de presidentes de países latinoamericanos condenen el mega fraude es bueno, pero esta actitud se queda a medias si no se adoptan decisiones contundentes para que Nicolás Maduro deje el gobierno y permita que el más votado a través del sufragio ciudadano ejerza su derecho a gobernar democráticamente. En ese orden de cosas resulta positiva la iniciativa del Presidente de Panamá quien ofrece el territorio de su país para una reunión internacional en aras de adoptar decisiones concretas, incluso generar un diálogo que permita soluciones en el marco del respeto a la soberanía del pueblo venezolano.
Cualquier alternativa de solución, debe hacer prevalecer determinados principios y lineamientos: 1.- Debe ser pacífica, quienes hacen referencia a la probable intervención norteamericana para sacar por la fuerza a Maduro, deben desistir de esa idea, porque sentaría un funesto antecedente para circunstancias similares subsecuentes en otros países, sería otorgarle a los Estados Unidos el papel de tutor, sometiendo a las naciones del tercer mundo a un escenario de interdicción. 2.- El resultado de la votación es contundente y quedó demostrado ante el mundo, no es la palabra de Edmundo y Corina contra la de Maduro, están las actas de las mesas electorales que al ser imprimidas fueron distribuidas por la propia población, las mismas evidencian la contundente victoria de Edmundo Gonzáles, por tanto cualquier diálogo y acuerdo al que se arribe, debe pasar por reconocer la victoria electoral de los que ganaron las elecciones. 3.- Justamente en atención a la vigente contradicción política del siglo XXI Democracia versus Dictadura, ningún acuerdo puede consagrar la impunidad de los crímenes de Lesa Humanidad que se cometieron y se siguen cometiendo en Venezuela. El cese del gobierno de facto, la libertad de los presos políticos, la investigación de los crímenes cometidos y el retorno millones de venezolanos a su territorio, debe ser parte de la agenda. 4. El sistema interamericano prevé la utilización de la Carta Democrática para este tipo de circunstancias, ello implica que la OEA debe asumir posiciones más allá de los postulados verbales. Venezuela es firmante del mencionado instrumento regional, por tanto hoy es susceptible de que se aplique el referido instrumento permitiendo la intervención de la OEA, para salvaguardar la democracia, el estado de derecho, ese es el objetivo de la Carta Democrática.
Lo que acontezca en adelante sobre Venezuela no es de interés exclusivo de los venezolanos, es de todos, porque el desenlace de este entuerto influirá de manera decisiva en el destino político de los demás países. Frente a ello queda corroborado que los pueblos latinoamericanos no quieren vivir bajo una dictadura, apuestan a la democracia y la sociedad política está en la obligación de actuar en función de lo que aspiran y quieren los ciudadanos.
Waldo Albarracín fue presidente de la APDHB, defensor del Pueblo y rector de la UMSA.