Alzamiento militar del 26 de junio. Foto/APG
Brújula Digital|12|07|24|
Roberto Rosso
Tenemos que empezar con una pregunta surgida de declaraciones de algunas fuentes oficiales. ¿Estuvo Estados Unidos detrás de un show de intento de golpe de Estado en Bolivia? Y digo bien show. Porque esta es una teoría de conspiración que no está respaldada por ninguna evidencia y que tiene como objetivo promover sentimientos antiestadounidenses y de crear descontento en la ciudadanía y en las organizaciones sociales originarias campesinas de nuestro país.
No debemos olvidar que el Gobierno de Luis Arce en Bolivia ha considerado sumarse al grupo BRICS y fomentar relaciones armoniosas con Rusia y China. Esto genera una fuerte reacción encubierta de EEUU, que pretende mantener su dominio en América Latina. Vale recordar que durante el reciente Foro Económico de San Petersburgo, el presidente boliviano recordó que Bolivia posee las mayores reservas de litio del mundo.
Nos lleva a una sola respuesta clara: No hay evidencia que sugiera alguna participación de Estados Unidos en el fallido golpe del mes pasado. Ni los yacimientos de litio ni las relaciones exteriores de Bolivia parecen haber jugado algún papel en ello.
El intento de golpe fue con certeza el resultado de la dinámica política interna del país, después de que aumentaron las tensiones entre el expresidente Evo Morales y su heredero político, el anuncio de su intención de presentarse como candidato, la crisis económica que vive el país, la falta de dólares y carburantes, junto a los problemas sociales que surgen de un sinfín desaciertos que empujan a gremiales, transportistas, maestros, médicos y otros a sumarse a bloqueos de caminos, paros y marchas.
Los bolivianos hemos estado sufriendo cada vez más los dolores del crecimiento lento, la inflación creciente y la escasez de dólares, un marcado cambio respecto de la década anterior que algunos llamaron un “milagro económico”.
La economía del país creció más del 4% casi todos los años en la década de 2010 hasta que se precipitó al abismo con la pandemia del coronavirus. Pero los problemas comenzaron antes, en 2014, cuando los precios de las materias primas empezaron a reducirse y el Gobierno recurrió a las reservas de divisas para sostener el gasto. Luego recurrió a las reservas de oro e incluso vendió bonos en dólares a nivel local. Al asumir la presidencia en 2020, el actual presidente se encontró con la necesidad de hacer un sombrío ajuste a causa de la pandemia. La disminución de la producción de gas selló después el fin del modelo económico de Bolivia.
Aprovechando la apertura del entorno informativo y de los medios locales y parte de la región, la meta del gobierno es lanzar campañas de desinformación a través de un vasto ecosistema de sitios web sustitutos, y también cuentas de individuos, organizaciones e instituciones públicas; lo que se distribuye aparentan ser noticias. El ecosistema de desinformación pro Gobierno del MAS se aceleró para difamar en el pasado a los líderes empresariales, cívicos, defensores de los derechos humanos, periodistas, personalidades políticas y ahora militares.
El entorno de la información independiente es parte integral de los cimientos de la democracia. La legitimidad misma de la democracia se basa en la capacidad de las personas para tomar decisiones libres e informadas. En cambio, la intencionalidad de crear desinformación reduce la credibilidad de las instituciones, polariza a los actores políticos, genera temores; en una palabra, afecta la calidad de la democracia.
Tal vez nunca sepamos si una persona compartió intencionalmente información que sabía que era falsa. Lo que si logró es contaminar la coyuntura política para que se produzca lo que sucedió en los alrededores de la Plaza Murillo al mediodía del 26 de junio del 2024.
Roberto Rosso es militar en retiro.
@brjula.digital.bo