Brújula Digital|12|06|24|
Marko A. Carrasco
Se habla de “puerta giratoria” cuando alguien en un alto cargo público se marcha a trabajar al ámbito privado, beneficiándose de su anterior ocupación pública, creando un conflicto de intereses entre ambas esferas. Es la búsqueda del beneficio propio en el ámbito privado en desmedro del interés público.
Cuando Jorge Richter dice que cuando aceptó ser vocero le interesaba “conocer el Estado por dentro en sus facetas que permanecen más ocultas...” para entender mejor el poder político y acto seguido adelanta que, ahora que deja el cargo de vocero pasará a la “reflexión, pero en voz alta”, lo que en resumidas cuentas nos está diciendo es que, ahora que ha podido mirar de arriba hacia abajo el Estado desde el Gobierno, quiere volver a su rol de analista porque tendría un lente más fino para explicarnos la realidad.
Después de haberse valido de la gigantesca plataforma que es una vocería presidencial, ahora que todos sabemos quién es Jorge Richter (su cara apareció por más de tres años en todos los canales de TV del país) el mismo está listo para decirnos cómo marchan las cosas y hasta por dónde deberían marchar.
En lo que no se repara, solo para mencionar algo, es que la “experiencia” buscada por Richter para entender mejor el poder como politólogo aplicado que es, le ha costado al Estado más de 840.000 bolivianos desde que fue posesionado a la fecha. Su práctica profesional nos acabó saliendo algo carita.
Richter también dice que su otro objetivo como vocero era contribuir a que se afiance el proceso democrático después de una ruptura institucional, porque los actores que generaron esa ruptura no estaban “desactivados”. Acá no es necesario decir mucho, juzgue Ud. cuánto ha contribuido Richter a fortalecer la democracia en Bolivia.
El exvocero presidencial ha tomado una decisión, ahora quien debe tomar otra decisión es la gente. ¿Se puede pasar de jugador a arbitro en una misma temporada? ¿Se puede ser vocero de la presidencia un lunes y volver a ser analista el miércoles?