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Política | 04/06/2024   09:37

|OPINIÓN|Profetas o reyes en la política|José Luis Contreras C.|

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Brújula Digital

José Luis Contreras C.

Los profetas ganan elecciones, incluso las menos transparentes, en países que se hallan en una encrucijada, donde el “más de lo mismo” es una alternativa rancia y no una opción genuina. Los reyes, en cambio, administran el poder a favor de sus intereses y de quienes dicen representar. Son estadistas institucionales, conocen las teclas del poder y lo que es posible.

También están los tibios, aquellos puestos a dedo por algún poder superior, que, en su afán de mostrarse probos no obstante su limitada capacidad de gestión, deambulan tratando de ser relevantes: Alberto Fernández en Argentina y alguien más, duela a quien le duela.

En momentos donde se empiezan a perfilar los posibles candidatos presidenciales no MAS, es importante tener claras las características de profetas y de reyes y ver si, dentro de este marco conceptual, podemos entender el posicionamiento de cada cual, si es que ya lo saben o están reacomodándose para presentarse.

Los profetas señalan un norte claro de transformación. No lo hacen con un diagnóstico detallado y un programa específico de acciones, sino más bien comunicando un profundo sentido de identidad vis-à-vis de lo que hay que cambiar, hacer y hacia dónde ir para recuperar un espacio propio, se ha perdido y/o ha sido usurpado por el “otro”.

Así, son seguidos por fieles identificados con ese norte, aunque solo sea enunciativo. Apelan a sentimientos y generan convicción. Son disruptivos y se alimentan de dar a sus seguidores un sentido de identidad único, tribal. Apelan, desde un púlpito, al sentimiento, no a la razón.

En este contexto, Donald Trump, Javier Milei, Nayib Bukele y Evo Morales (quien supo interrumpir dos presidencias y enterrar la República reemplazándola con el Estado Plurinacional a su antojo y medida) corresponden a esta categoría.

Los reyes, en cambio, son aquellos que, blindados por el poder del Estado que su investidura les brinda, ejecutan planes de Gobierno, administran la sociedad y definen los límites del Estado desde un escritorio. Un escaneo regional colocaría a Lula da Silva y Andrés Manuel López Obrador en esta categoría, lo que nos indica que algunos profetas pueden convertirse en reyes, no así, reyes en profetas.

El sociólogo Anthony Giddens en los años 90 fue crucial en la victoria de Tony Blair en Gran Bretaña después de 18 años de gobiernos conservadores, introduciendo el concepto del “tercer camino” basado en la teoría de la estructuración donde los políticos electos son mediadores del Estado con el poder ciudadano y no delegados del poder cosechado en las urnas.

Intuyo que Comunidad Ciudadana (CC) en el 2019, 20 años después de la victoria de Blair, se basó en algo de esta arquitectura de partido, siendo su programa de gobierno un sinfín de buenas e incontestables ideas sin mucho detalle siendo su mensaje, básicamente: “crean en nosotros y juntos en comunidad veremos de forjar soluciones”. Es por esa propuesta suelta que se sabe poco del actual liderazgo de Carlos Mesa o si lo ejerce, por ejemplo, entre sus parlamentarios.

De desempolvarse el proyecto de CC en 2025, habrá que ver si su líder inspira, es disruptivo y otorga identidad a sus seguidores en términos claros, lo cual hoy por hoy es esencial para un cambio. Si fuera el caso, habría que además creer en sus habilidades de reinar sobre esa Comunidad. El corto ejercicio de Mesa como vicepresidente y, posteriormente, como presidente, no lo ayudan.

Esto contrasta con el posicionamiento de Jorge Quiroga, quien “explica” la actual crisis y nos recuerda lo que él hizo en los 90, hace 25 años. Concentrándose en lo que fue e hizo, ni con sus habilidades comunicacionales, inspira por lo añejo e irrelevante de sus logros. No obstante, de contar con poder político –que tendrá que ganárselo– se posiciona bien como un gestor, no, así como la fuente del poder.

Amparo Ballivián y Vicente Cuellar están posicionándose sin entusiasmar al electorado que espera ver hasta dónde llegan y con quién. El otro outsider, Antonio Saravia, debería empezar a infundir entusiasmo con una visión de país más que con una lista de reformas económicas que, por el momento, solo causa curiosidad general y entusiasmo solo en su barra brava.

Como indicaba en una columna publicada en El Deber este 29 de mayo, la política es un espectáculo donde el electorado busca ser seducido y no convencido. Lo primero corresponde a profetas, lo segundo a supuestos reyes que, hoy por hoy, todavía no saben dónde están, dónde quieren ir y quiénes quieren ser.

José Luis Contreras C. es economista.






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